Los mejores días, de Magalí Etchebarne
(Ed. Tenemos las máquinas Editora)
En este libro de cuentos (que ya va por la tercera edición), Magalí Etchebarne nos introduce a un universo de detalles no exento de sorpresas. Las relaciones de pareja en "Que no pase más" o en "Buena madre", sus ritos, su cotidianidad y sus conflictos. Con una prosa fresca y a la vez ampulosa, la lectura es un hecho desafiante, interpelador.
Dice Etchebarne que el cielo "es de donde llegan los imprevistos y también la alegría". También: "Desde que dejé de ser adolescente, tengo la cabeza cercada por pensamientos de control que dependen exclusivamente de mí, y manejo por autopistas internas en las que no puedo ni frenar ni desviarme". Habla de agarrarse como un bicho a la cosa amada y de no esperar tanto porque se te mezcla con estar deseando. Recorremos estos mejores días esperando más.
Animales, de Hebe Uhart
(Adriana Hidalgo Editora)
Todo lo que pueda decirse de Uhart es poco. Su escritura tan personal, su poder de observación casi sobrenatural, sus crónicas imperdibles; tiene la mirada profunda de John Berger: una mirada filosófica.
Para ella, los animales son personas. En sus propias palabras, parafraseando a Nietzsche: "A mí el mono me parece un animal preñado de futuro". Hablando de los pandas dice que "agarran el bambú con sus manitas con un gesto de sumisión y armonía, parecen rezar". Todo tipo de animales pueblan estas páginas y también naturalistas, cuidadores, exploradores. Usamos a los animales en nuestros dichos diarios: sos una perra, gorda como una vaca…
Hebe Uhart es una mujer que mira, escucha y nos cuenta. Nos lleva con su maestría y sensibilidad por microcosmos para nosotros invisibles.
Lo que trae la niebla, Marcelo Rubio
(Ed. Indómita Luz)
Rubio habla de este texto como una "novelita". César Aira también suele hablar de "novelitas". Lo que trae la niebla es el viaje de la poesía entre la niebla existencial. Una cruza de Tres Luces de Claire Keegan con la película "La nave de los locos".
Oscar Raimondi, periodista, recibe un encargo casi imposible del que depende la continuidad de su trabajo. Termina en Laguna Profunda, un pueblo donde la laguna se secó. Donde no hay teléfono ni señal para el celular y mucho menos internet. Un pueblo lleno de sobrevivientes que se tienen que dedicar a otra cosa: la prostituta a los bonsáis de sauces llorones, el policía a remisero y a grabar haikus en fósforos, la bruja a curar el dolor de muelas y hacer artesanías.
Escribe Rubio: "…a un tipo se le puede prohibir todo… Desde no ser feliz, no ser libre, le pueden desordenar la mente, pero no le pueden quitar los sueños". Una novelita loca, con apuesta final al amor, nostálgicamente feliz (valga el oxímoron).
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