"Los sorrentinos", primera novela de Virginia Higa
La primera novela de Virginia Higa, publicada por editorial Sigilo, retrata con picardía la historia de Chiche Vespolini y su familia, quienes se consideran los inventores de la pasta rellena bautizada como sorrentino. Con humor, drama, y un léxico peculiar la historia atrapa desde la primera línea.
"La mandíbula es nuestra mejor herramienta para captar el conocimiento filosófico", planteó Salvador Dalí, quien no solo era un artista sino también un sibarita del gusto y un extravagante del buen comer.
Lo cierto es que en lo que masticamos también se pueden captar las filosofías de una familia; sus desencuentros y sus puntos de unión. Así es como la escritora y traductora Virginia Higa narra la historia de los Vespolini, quienes provenientes de Italia, se instalaron en Mar del Plata y desde su trattoría crearon la pasta conocida como "sorrentino", en homenaje a los buenos recuerdos en Sorrento.
Higa cuenta parte de la historia de su familia- "el lado italiano, no el japonés"- y, como expresó en la presentación de la novela, teme cierta "traición" en la exposición de esos personajes que tienen un eco en su infancia.
Pero más allá de ese "temor" y de la inspiración que generó en la autora la novela Léxico familiar (1963) de Natalia Guinzburg, lo que realmente brilla en Los sorrentinos es la forma en que Higa atraviesa hechos, contextos y se toma libertades para narrar con mucho humor los prejuicios, la discriminación e, incluso, los dramas.
"El raviol no es una entidad definida, existe en la acumulación. Decir 'comí un raviol' es una cosa absurda, un sin sentido. Un sorrentino, en cambio, es un ente en sí mismo", asegura en sus reflexiones Argentino Vespolini- conocido como "Chiche"; ya que, al ser el más chico de los cinco hermanos, era el juguete de la familia.
Chiche es el centro de la historia que se abre y se cierra sobre él. A partir del manejo de Vespolini y sus parientes de la Trattoría Napolitana, "la primera sorrentinería del país", el relato nos ofrece no solo intimidades sino también un léxico único. Expresiones como catrosha/o, chinaso, mishadura, papocchia, sciaquada, entre otras, establecen un código especial de lectura:
"Sciaquada era la palabra con la que se nombraba en la familia a las mujeres sin gracia", mientras que "Papocchia se convirtió en sinónimo del algo feo, de mal gusto, algo a lo que el Chiche no le encontraba explicación"
Además de los recuerdos de "cuando eran ricos" entre dos continentes, la trama gira en torno a un canibalismo familiar a partir de los cuestionamientos, la competencia y la necesidad de cuidar el tesoro de los Vespolini: la receta única de los sorrentinos; receta que fue creada por el hermano mayor, pero llevada al estrellato gastronómico por Chiche.
Mantener la familia unida, la rivalidad con los dueños de Montercalini -la referencia marplatense es más que clara- por el crujiente pan de Rivetta, suicidios, videntes, escritores rusos, parientes a los que hay que aguantar a pesar de todo, y hasta ¡un exorcismo!, son algunas de las escenas que nunca pierden el ritmo del humor planteado por la autora.
Ese humor dentado está presente en el oscuro capítulo familiar de someter a un niño a terapia "eléctrica reorientativa" para que deje de ser "amanerado" o un "catrosho".
La comida -la tradición de Chiche marca que se sirven seis sorrentinos en cada plato y que nunca se cortan con cuchillo- es la masa que amalgama diversas personalidades de una familia de inmigrantes que crean su propio mundo a partir de un lenguaje reservado para algunos.
"Si usted es un discípulo de esos contadores de calorías que transforman los placeres del comer en una forma de castigo, cierre este libro de una; es demasiado vivaz, agresivo y bastante impertinente para usted", escribió Dali para hablar de su libro La cenas de Gala, en el prólogo de la edición de 1973; una advertencia que también aplica para la divertida novela Los sorrentinos, de Virginia Higa.
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