Violencia de género y aborto, ejes de la primera novela de Sara Gallardo

A 30 años de la muerte de la autora, se reedita “Enero” (publicada originalmente en 1958), en la que, con una prosa simple, se expone la violencia cruda a la que es sometida una adolescente en el campo argentino.

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Por Mariana Kozodij.

Sara Gallardo es autora de “Enero”, “Eisejuez” y “Los galgos, los galgos”, entre otros títulos
Sara Gallardo es autora de “Enero”, “Eisejuez” y “Los galgos, los galgos”, entre otros títulos

El 14 de junio se cumplen tres décadas del fallecimiento de la periodista y escritora Sara Gallardo quien, si bien tuvo el reconocimiento de sus contemporáneos, pareció caer en el olvido cuando sus textos quedaron perdidos durante años. Fue la potencia de su prosa ácrona, además del recuerdo de escritores como Ricardo Piglia, Leopoldo Brizuela y Griselda Gambaro, entre otros, la que hizo que sus relatos se reencuentren con los lectores.

Como ocurrió con las reediciones de las novelas Eizejuaz (1971) y Los galgos, los galgos (1968), la narrativa de Sara Gallardo Drago Mitre- nieta del naturalista y político Ángel Gallardo, bisnieta de Miguel Cané y tataranieta del expresidente Bartolomé Mitre- también fue rescatada por la editorial Fiordo, que primero editó la novela Pantalones azules, publicada originalmente en 1963, y que ahora presenta Enero (1958).

Este libro cuenta la historia de Nefer, una adolescente que trabaja junto a su humilde familia en un puesto de una estancia en el campo argentino. La joven se dedica a las tareas domésticas y a ordeñar vacas, mientras sueña despierta con tener un romance con su admirado Negro Ramos. Sin embargo, esa fantasía febril y aniñada queda atravesada -pero no interrumpida- cuando es violada durante un festival de doma.

Así, Nefer se enfrenta no solo a un embarazo indeseado producto de un abuso sino también a la desinformación, a la violencia económica. "¿Qué puede hacer una chica, sola en el campo, en un campo tan ancho y verde?" en el que para "las ricas" hay "otras posibilidades" que la autora no teme mencionar con todas las letras en los pensamientos de Nefer: "Su madrina dijo que abortar -esa es la palabra- era peor que un crimen, porque es matar a uno que no puede defenderse".

La primera novela de Sara Gallardo se publicó a fines de la década del 50
La primera novela de Sara Gallardo se publicó a fines de la década del 50

Una idea con la que la protagonista toma distancia de clase: "Los patrones y los policías tienen ideas parecidas". Aunque esa separación resulta más complicada para Nefer ante la palabra de su madre -como autoridad familiar- y la religión, que le imponen obligaciones sobre su cuerpo magro de adolescente. Angustiada desea su muerte mientras "un hongo negro y creciente" se apodera de su vida.

Como ocurre con Alejandro Hernández en Pantalones Azules, o con Andrei Nicolaievich Zuboff en La rosa en el viento (1979), por citar tan solo dos ejemplos, Gallardo transforma a sus personajes en observadores sutiles y comprometidos -con cierta rimbombancia- que, en el caso de Nefer queda convertida en una observación tierna y violenta con la que el lector no puede menos que conmoverse.

Cuando se recorre la obra de Gallardo -junto con sus textos periodísticos en Confirmado que se leen en simbiosis con su literatura, como lo demuestra Eizejuaz– es inevitable quedar prendado de las imágenes que se entrelazan con las acciones.

En Enero ese cruce no solo ocurre en el marco de una naturaleza que tiene su ritmo propio: "Perdices que se levantan con alas susurrantes y silbidos de miedo", "Los duraznillos se quiebran chasqueando y los juncos cabecean a su paso", "Un gallo canta sus ácidas escalas"; sino también en los cuerpos: "Las manos que se mueven como algas en los tanques", "Nefer se ha vuelto de madera seca", y en los escenarios: "El rancho parece dormir con el techo echado en los ojos".

Enero, de Sara Gallardo, tiene quizás la nueva oportunidad- con su reedición- de convertirse en una novela iniciática para la lectura reflexiva (en bibliotecas públicas, privadas y escuelas) que permita pensar no solo nuestra historia en el típico marco de las tensiones campo-ciudad sino también para reflexionar sobre la desigualdad de género y la violencia de clase que se perpetúa como "un hongo negro y creciente".

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