La vida secreta de Fillol, entre el terror y la gloria

El arquero de la selección campeona de fútbol en 1978 cuenta su historia en un libro abierto y descarnado.

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La autobiografía de Ubaldo Matildo
La autobiografía de Ubaldo Matildo Fillol

"Con Fillol no nos puede pasar nada malo", dice Eduardo Sacheri en el prólogo de El Pato. Mi autobiografía (Planeta), el libro de Ubaldo Matildo Fillol. Con esta frase, el escritor y reconocido hincha de Independiente hace texto el sentir de millones de futboleros que se sintieron protegidos por las increíbles hazañas del genial arquero.

¿El mejor de la historia? En el podio está seguro. Lo cierto es que el libro es tan apasionante como la vida del Pato. A esta ola de biografías deportivas sería injusto que no se sumara la de Fillol, como mínimo por la admiración que provocó en multitud de pibes que quisieron calzarse el buzo verde con el I romano y volar de palo a palo.

Pero: atención. Los que crean que van a encontrarse con un amontonamiento de anécdotas sobre los hechos conocidos del campeón del mundo se equivocan.

Fillol junto a “Chiquito” Romero
Fillol junto a “Chiquito” Romero (Télam)

Gloria deportiva y terror humano

Desde el vamos, el libro sorprende con un hecho poco difundido: el apriete que recibió por parte de uno de los más sangrientos dictadores del Proceso, el Almirante Lacoste. Pocos días despues de coronarse campeón en el Mundial 78 y ser elegido por la FIFA como el mejor del mundo en su puesto, sintió el miedo que sufrían miles por esos días. Lacoste y el entonces presidente millornario, Rafael Aragón Cabrera, utilizaron la amenaza como método para que Fillol no lograra un contrato más ventajoso. La exhibición de armas durante una reunión en el edificio Libertador, sumado a una paliza que recibió el padre del arquero en Quilmes, sirven de preámbulo para el gran público que se inicia el libro.

En las páginas siguientes, Fillol vuelve a su hora cero. El nacimiento y crianza en un escenario rural de la provincia de Buenos Aires. Crecer con los padres separados. Los primeros partidos dividiéndose entre el arco y el medio campo. Su primer trabajo en el rubro gastronómico y cómo se entrenaba atajando corchos en sus ratos libres. Su amor por el trabajo más que por la escuela. Todas las marcas en la niñez y adolescencia prefiguran la gran personalidad del futuro Pato.

"Mi mamá quiso ponerme el nombre de su papá, el abuelo Ubaldo. Mi viejo no quiso ser menos y agregó el suyo. Con el tiempo entendí que, si bien eran dos nombres particulares, el resultado de esa combinación familiar tenía su lado positivo. Esos dos nombres juntos serían imposibles de olvidar. ¿Qué otro ser humano en la Tierra podría llamarse así?".

El Pato Fillol, campeón del
El Pato Fillol, campeón del mundo en 1978 (Getty)

Un pato suelto en Quilmes

Recibir seis goles en el debut profesional no es la mejor manera de arrancar para nadie. ¿Con qué moral se sale después de semejante afrenta al orgullo?

Fillol cuenta sus inicios y describe, además, el encuentro que lo marcará para siempre: con su mujer Olga, fundamental para el desarrollo de su vida deportiva. En el medio aparecen además personajes tan pintorescos y decisivos como Carmelo Faraone. Y también cómo ciertos militares fanáticos del Cervecero lo ayudaron a salir un tiempo antes de la colimba.

Como consecuencia de su continua mejora en el arco quilmeño llegó a un grande: el Racing Club de Avellaneda. Pero, ¿quién se imagina a un DT diciéndole a su arquero, nada menos que Fillol, que prefiere que se vaya a otro club? No podría decírselo nadie, salvo que ese técnico se llame Miguel Ángel Labruna: "Escúcheme bien, Ubaldo Fillol. Si usted no se va a River va a tenerse que cagar a trompadas conmigo".

El Pato reconoce que la extrañeza que le produjo se dilucidó años después, cuando ambos formaron parte del River de 1975, aquel equipo que terminó con 18 años de angustias millonarias. El paso por Racing le permitió a Fillol alcanzar los primeros hitos en su carrera. Por ejemplo, su participación y debut en el Mundial de Alemania 74. Ese torneo lo marcó profundamente por ser su primera gran competencia internacional y porque coincidió con la muerte de Juan Domingo Perón.

La selección de 1978 (Getty)
La selección de 1978 (Getty)

River y el Mundial

El paso por el club de sus amores lo sigue conmoviendo a Fillol. De hecho, en la actualidad, viste la banda roja como entrenador de arqueros amateurs. Con el club de Núñez logró la mayor cantidad de campeonatos de su carrera. Fue titular indiscutido y amado por la hinchada. Sus actuaciones le permitieron llegar al Mundial 1978.

El arribo al combinado nacional estuvo repleto de ribetes. El Pato recuerda que fue una nota periodística la que destrabó la convocatoria de César Luis Menotti. En el libro, Fillol se descarga y desagravia a los 22 jugadores que conformaron ese plantel. Los militares usaron el triunfo políticamente, pero ellos se mataron por la celeste y blanca.

"En lo personal, ya hice mi mea culpa. Me reprocho, con mucho dolor, el hecho de haberme dado cuenta tan tarde que nuestra gesta se usó para tapar crímenes de lesa humanidad. Lo que nunca sospechamos es que, por golear a Perú y dejar afuera a Brasil de la final del Mundial, nos tocaría padecer décadas y décadas de ostracismo deportivo".

Malvinas, España y Argentinos

El conflicto bélico del Atlántico Sur se inició pocos días antes del inicio de la Copa del Mundo en tierras ibéricas: cómo fue enterarse en España de la derrota de nuestras tropas mientas que en Argentina se afirmaba que estábamos ganando la guerra. Cómo intentar concentrarse en lo deportivo cuando muchos amigos o familiares estaban en medio de las balas, tan lejos de casa.

Fillol cuenta en primera persona las vivencias de un plantel en ese contexto tan inédito como dramático. Los más jóvenes se enterarán por su relato que hubo un temor real de que el avión que trasladaba al plantel fuera derribado por los ingleses.

La vuelta de esa competencia también fue dramática en lo deportivo para Ubaldo. Lacoste y Aragón Cabrera le hicieron la vida imposible acelerando su salida. En medio de la depresión por dejar el club de su corazón volvió a aparecer otra vez un ángel llamado Labruna para llevarlo a Argentinos Juniors.

Fillol ante Holanda (Getty Images)
Fillol ante Holanda (Getty Images)

Luna de miel carioca

Cuenta Olga que el paso por el arco del Flamengo de Río de Janeiro fue como una luna de miel con hijos. El clima, la simpatía y la belleza de esa ciudad es relatada por Fillol, con la sorpresa de jugar todos los partidos de local con 200 mil hinchas. Una etapa que quedó en el corazón familiar y que aún hoy el arquero agradece.

El sabor amargo de esos años está vinculado el Director Técnico de la selección de entonces, Carlos Salvador Bilardo. El nuevo técnico, dice Fillol, no fue claro con él y lo borró de México 86 por estar identificado con el proceso del Flaco Menotti.

Madrid y el desarraigo

El Atlético comandado por Vicente Calderón posó sus ojos en el Pato Fillol. Y él, ni bien pisó el aeropuerto de Barajas, comenzó a sentirse mal. Es interesante la manera en que describe cómo es sentirse pésimo en una ciudad maravillosa y en un club donde le ofrecían todo. "Extraño el aire de Monte", le decía a su mujer. Pocas veces un deportista tan ganador se abre de tal manera hasta confesar que lloraba siempre que hablaba con alguien de Argentina. El desarraigo tuvo sus consecuencias físicas y la familia decidió regresar.

¿Volver a Racing? Solo en la mente del Coco Basile. De hecho, Fillol cuenta una historia poco conocida: estuvo cerca de atajar en Rosario Central. Pero para Alfio, el arquero de la Academia debía ser Fillol. Con ese equipo, el Pato le dio a la institución el último título internacional, la Supercopa de 1988. Los problemas dirigenciales y económicos de Racing hicieron que tanto Fillol como el Coco emigraran a Vélez.

El destino quiso que el último partido en la vida profesional del Pato fuera contra River en el Monumental. Una actuación tan descollante que evitó el triunfo y el campeonato millonario. A pesar de eso, Ubaldo se fue en andas en medio de una ovación del estadio.

Un final de película para un deportista ejemplar.

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