Fito Páez lee una larga cita de Igor Stravinski sobre la manera en que la música se explica a sí misma y dice: "Después de esto, lo mejor es cantar", y arranca con "Yo vengo a ofrecer mi corazón" a capella. El público se sorprende y aplaude y se deja llevar y canta con él. A su lado, Julieta Venegas rompe la timidez que la caracteriza y canta también, pero bajito.
Afuera llueve a baldazos y el predio está embarrado; algunos nenes con pilotos y botas saltan entre los charcos. Adentro —y "adentro" es el auditorio del Centro Municipal de Exposiciones de San Isidro—, lo que se suponía iba a ser el diálogo entre dos artistas sobre los lazos entre literatura y música se volvió, con esa canción, una suerte de ritual comunitario. O, para decirlo con palabras de Fito, una manifestación tribal. "Mi tarea", había dicho justo antes de leer a Stravinski y ponerse a cantar, "es ser el pequeño chamán de la noche para que todos lleguemos a casa felices".
El chamán, que hace poco cumplió 55 años, está intacto.
Un museo de grandes novedades
El encuentro se produjo en el marco del Festival LEER, Literatura En El Río, coorganizado por la municipalidad de San Isidro y la librería y editorial Notanpüan, cuya alma mater es Fernando Pérez Morales, una de las personas que se dedica con más empeño a la difusión de la literatura. Durante el fin de semana, escritores, editores, periodistas, distintas personalidades del mundo de las letras, le pusieron al mal tiempo buena literatura. Fito y Julieta Venegas, dos hacedores multifacéticos que se mueven en la música pero que también abrevan en otras disciplinas —el cine, los libros—, tenían la tarea de cerrar el festival.
A partir de un verso de la canción "El tiempo no para", del brasileño Cazuza (y que en Argentina conocemos más por la versión de Bersuit), la actividad llevaba por título "Yo veo al futuro repetir el pasado". La moderación estuvo a cargo de Leandro Donozo, director de la exquisita editorial El Gourmet Musical y la intención era hablar de la música en los tiempos de la moda retro, pero, con Fito en el rol autoimpuesto de conductor, rápidamente derivó hacia otro rumbo: ¿puede un libro explicar la música?
La tradición, parte del aire
La poética musical es el libro que recoge las clases que Stravinski dio en Harvard entre 1930 y 1940. Con ese libro como faro, Fito y Venegas abordaron la tensa relación del creador con la tradición, que es a la vez conflicto y nutriente. La tradición: a veces, por cómo la pronunciaban, sonaba a traición o traducción.
"Escuchamos lo que ya fue y construimos a partir de ahí; es natural que lo que escuché de niñas se cuele en lo que hago", dijo Venegas, que también se refirió a Cómo funciona la música, David Byrne. Y luego, bajándole el tono al divismo que rodea al rock y al pop, dijo: "Los músicos somos artesanos que trabajamos con la forma canción".
"Una tradición se reanuda para hacer algo nuevo", dijo Páez: "La tradición se utiliza para crear". En ese sentido, entonces, no es casual la elección de la canción que eligió cantar: "Yo vengo a ofrecer mi corazón" tiene un claro anclaje folklórico.
La charla fluyó entre un Fito verborrágico y una Julieta Venegas que trataba de colar sus opiniones; no por hablar poco fue menos precisa. Sobre el final, ambos coincidieron que una tradición verdadera no es la repetición de un pasado muerto.
Pero sigo siendo el rey
En el cierre, hubo más música pero ahora con Julieta Venegas. De algún lado apareció una guitarra, Fito le sostuvo el micrófono y ella, con una naturalidad embriagadora, puso en práctica eso de actualizar la tradición. "Hablando de comunión y de cantar todos juntos", dijo, "aunque no lo crean esta la saben: cántenla conmigo".
La magia de los músicos: con dos o tres acordes pueden borrar cualquier frontera. Venegas tocó la ranchera "El rey", un clásico de José Alfredo Giménez, y faltó poco —muy poco— para que la gente se parara a bailar.
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