Ricardo Piglia, en el mítico seminario sobre "Las tres vanguardias", que dio en Letras en 1990, destacó la función política de la novela: "En este país", dijo, "sabemos muy bien de qué modo lo político incide sobre lo privado, uno aprende muy rápido la manera en que los acontecimientos históricos tocan zonas privadísimas del sujeto. Y este es el tema de los novelistas: la relación entre lo privado y la esfera pública".
En la propuesta de Piglia hay una clave posible para leer El salto de papá (Seix Barral), donde Martín Sivak recupera la tensión entre lo público y lo íntimo, pero ya no desde una novela —si bien por la sensibilidad narrativa podría considerarse como tal—, sino desde un libro de memorias. La recupera, podría decirse, casi de manera obligatoria porque su padre vivió la cuestión política en carne propia.
Jorge Sivak se lanzó al vacío el 5 de diciembre de 1990, el mismo día en que se había decretado la quiebra del banco familiar Buenos Aires Building y era muy posible que fuera preso. Se tiró para no caer. Sivak tuvo una vida breve pero intensa, marcada, sobre todo, por el oxímoron de ser un banquero comunista. En los setenta debió exiliarse —y eligió Punta del Este—, fue dirigente estudiantil, guerrillero, abogado defensor de presos políticos, responsable de varios negocios fallidos, quiso ser el financista en las sombras de la Unión Soviética y los países de detrás de la Cortina de Hierro; era amigo de ministros de Menem y de militantes de izquierda vinculados al PRT. Verdadero hasta la contradicción, Jorge parece un personaje salido de alguna novela de la Ilustración, una suerte de "Jacques el fatalista" de la postdictadura.
Martín tenía 15 años. Cuando se enteró de la muerte del padre, se tiró a la pileta con la ropa puesta. Él también, como Jorge, pegó un salto. En Psicología se dice que cuando uno sueña con agua está soñando con la madre, con la protección de una madre. Tal vez fuera eso lo que buscaba en el fondo de la pileta. Por años batalló con el fantasma del padre y con todos los que, de alguna manera, terminaron empujándolo. El salto de papá es un libro descarnado, contundente, conmovedor.
Si desde hace meses figura en las listas de los más vendidos y la crítica lo elogia es, sobre todo, por cómo consigue conciliar la biografía de un hombre y la memoria social de la Argentina. Junto a comidas familiares y partidos de Independiente, aparecen Alfonsín, Manzano, Gorriarán Merlo, Cavallo, Lanusse. El secuestro de Osvaldo Sivak —hermano de Jorge— y la pelea con la viuda, Marta Oyhanarte, ocupa un largo espacio. Otra vez: la relación entre lo público y lo privado a la que se refería Piglia.
Quizá la forma más clara en que se recupera la intimidad sea a través de la música. "Cuando todavía lo creía inmortal", recuerda Martín casi al comienzo, "le había preguntado qué música le gustaría que sonara en su velatorio. No quiso contestar. Insistí. Resignado, entregó su único guion post mortem: una canción tristísima cantada por un comunista como él, Alfredo Zitarrosa. 'Adagio en mi país'".
Zitarrosa, Beth Carvalho, Ives Montand, Paco Ibañez, Beethoven, Mariano Mores, Chopin, Edmundo Rivero, Daniel Viglietti: como una referencia permanente, la música es el marco perfecto para comprender la vida de Sivak en todo su espesor.
LA PLAYLIST DE "EL SALTO DE PAPÁ"
La lista "El salto de papá" en Spotify tiene todas las canciones mencionadas en el libro:
– "Adagio en mi país", por Alfredo Zitarrosa.
– "Passarinho", por Beth Carvalho.
– "El canto de los partisanos", por Ives Montand.
– "Bella ciao", por Ives Montand.
– "Bandiera rossa".
– "A galopar", Paco Ibañez.
– "Bolero" de Maurice Ravel, por la Sinfónica de Londres.
– El tema final de la "Batalla de Moscú"
– "Gallo rojo, gallo negro", por Chicho Sánchez Ferlosio.
– "No pasarán".
– "Para Elisa", de Beethoven.
– "Taquito militar", de y por Mariano Mores.
– "La polonesa", de Chopin.
– "Sur", por Edmundo Rivero
– "Vals en si menor", de Chopin.
– "Alla Turca", de Mozart.
– "Canción inolvidable", de Chopin.
– "El violín de Becho", por Alfredo Zitarrosa.
– "Gurisito", de Daniel Viglietti.
– "Tu cárcel", de Los Bukis.
– "Tres instantes oníricos", por Gabriel Sivak.
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