Artista multidisciplinario (fotógrafo, músico y cineasta, entre otros), con Chancho de agua (Penguin), su primera novela, Sebastián Sigal pone el foco sobre un hombre que, atravesado por la incertidumbre y la falta de decisión, intenta dar el paso hacia adelante que lo lleve a cambiar su vida.
Chancho de agua relata el duelo de un amor y los puntos de inflexión, codos donde a veces la vida dobla y va por caminos inesperados. Como dice Mauricio Kartún, inspeccionar en esos puntos, como pasa con el codo del inodoro (la curva del desagüe), implica encontrarse siempre con mierda acumulada.
Andrés Altman, protagonista y narrador de esta historia, es guionista de televisión. Huye de la casa al enterarse de una infidelidad de su mujer. Se va una noche, de manera intempestiva y violenta, del hogar en el que vive con ella y su pequeño hijo. De pronto se ve atascado entre los deseos y los remordimientos, entre el pasado y el futuro. Queriendo revisar su vida, pero a la vez intentando avanzar. Sabe que ir hacia atrás es imposible porque sería desafiar a las leyes de la naturaleza, pero se da cuenta de que es posible despertar al pasado y revisar para fortalecerse y madurar. Para ello, va entendiendo que inevitablemente tiene que amigarse con sus raíces, los mandatos y transmisiones familiares, y así volver a reconstruir las bases de una estantería derrumbada. Se transporta hacia sus orígenes, su infancia, el recuerdo de seres que perdió. En medio de este viaje introspectivo le aparece una visión, la imagen de que cuando era niño estuvo muy cerca de la muerte: un fallido accidente en la calle que no sabe si fue real o es una idea que se inventa a causa de la angustia y el miedo. Necesita desentramar ese pensamiento que le retuerce las entrañas y allí empieza una pesquisa detectivesca para averiguar qué fue lo que pasó.
El personaje se encuentra, durante el año que transcurre en la novela, atravesando el paso de la condición de hijo a la de padre.
Andrés es un neurótico incorregible, su cabeza no tiene respiro y ni siquiera se puede dar el lujo de deprimirse porque tiene que seguir con su vida cotidiana, criando a su pequeño hijo, ahora en condición de padre separado. De su mente y hacia el texto, sin escalas, brota un torrente de pensamientos caóticos. Vive las cosas de manera extremadamente pasional y hasta con cierta exageración. Su acidez para digerir los acontecimientos, conforman el tono de la novela, en el cual el drama y el humor son dos caras de la misma moneda. Como dice Herman Hesse en El lobo estepario: "Todo humorismo superior empieza porque ya no se toma en serio a la propia persona".
Se trata de un personaje con un fuerte escepticismo, que en medio de la marea tampoco encuentra a mano un ancla espiritual al cual aferrarse. Transcurre los días hurgando, como buen chancho. Por su trabajo, pasa las horas asiduamente frente a la computadora, y así sufre de un mal común de la época: la dispersión. Todo el día googlea en busca de respuestas para las cuestiones que lo atormentan, hundiéndose en un medio absolutamente frívolo. Así, y con la misma superficialidad, entre los "manotazos" que da para hallar un salvataje, se cruza en la sala de espera de un traumatólogo con un libro de Ludovica Squirru, y descubre que es Chancho de Agua en el horóscopo chino. La descripción que lee en ese libro que lleva años manoseado por pacientes ansiosos, resulta ser un espejo perfecto de lo que siente. Andrés es un chancho que en lugar de revolcarse en el fango, lo hace en el agua, en las profundidades de su mente, y ahí vive suspendido, nadando colgado.
Una vez que el mar empieza a apaciguarse, Andrés siente que perdió una parte de sí mismo al alejarse de la madre de su hijo. Ese desprendimiento es su "propio yo con ella", una especie de muerte propia.
Mientras escribía la novela, resonaba en mí, la manera en que tratan el duelo en All that Jazz, una de mis películas preferidas. Siempre me maravilló cómo Bob Fosse cuenta el viaje de un personaje hacia la muerte mediante un relato estructurado en cinco partes, inspirado en la teoría del duelo de la psiquiatra Kübler-Ross. Estas son: ira, negación, negociación, depresión, aceptación. Estas etapas me guiaron a mí y al propio personaje de la novela para hilvanar la narración y conformar una especie de manual de instrucciones sobre cómo rearmar la estantería emocional.
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