Andrés Barba: “Hay una violencia natural en los niños que no puede ser ignorada”

El escritor español habla de la novela "República luminosa", con la que ganó el Premio Herralde 2017. Una fábula política que, con referencias a la literatura de Joseph Conrad, plantea una trama de infancia sin la tradición idílica y bucólica.

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El escritor español Andrés Barba
El escritor español Andrés Barba obtuvo el premio Herralde de Novela con “República Luminosa” (Sebastián Lidijover)

"La infancia es más poderosa que la ficción" dice el narrador de República luminosa (Anagrama), la excelente novela de Andrés Barba. La frase encierra una de las claves de lectura: la trama idílica con la que nos referimos a la infancia se deshace cuando los niños se muestran —o mejor: consiguen que los miremos— sin máscaras. Con este nuevo libro, el escritor español recibió el premio Herralde 2017 —dotado en 18.000 euros—, del que ya había sido finalista en 2001 con La hermana de Katia.

República luminosa hereda el universo de Joseph Conrad. La trama está situada en una ciudad de provincia de un país indefinido que termina sobre la selva. El equilibrio somnoliento de la ciudad se rompe con la abrupta llegada de unos chicos que trastornan a los pobladores pidiendo limosnas, provocando desórdenes en la calle y hurtos menores. La ciudad tiene 200.000 habitantes, pero alcanzan 38 chicos para que todo cambie.

Muy prontamente son considerados como una amenaza. No se sabe de dónde vienen ni dónde viven: llegan con el día y desaparecen en la selva por la noche. Quienes se encargan de mantener el orden no saben cómo enfrentarlos. Están organizados en pequeños grupos, no hay líderes claros, hablan una lengua imprecisa; hay quienes los miran como si fueran insectos. Incluso parecería que pueden conectar con la mente de los niños de la ciudad. Hay un peligro en torno a ellos, pero no se logra entender si ellos lo provocan o lo sufren: he aquí una idea perturbadora.

“República luminosa”, una fábula política
“República luminosa”, una fábula política que ataca el lugar común de la infancia como territorio idílico

Una línea de lectura de República luminosa es la de plantear esta incomprensión como un paralelo con la situación de los refugiados y las migraciones en Europa. "El libro está escrito antes de la guerra de Siria", dice Andrés Barba en diálogo con Grandes Libros, "pero desde luego que se puede interpretar así. Pensé por primera vez en esta historia cuando hubo una gran ola de inmigración rumana en España y durante unos años se produjeron bastantes asaltos, sobre todo en Barcelona y en Madrid, de grupos de niños rumanos a los ancianos españoles. Desde luego, el miedo al otro, al que no se entiende, al que llega a nuestro lugar con otros valores y otros criterios y pone los nuestros en compromiso está presente en el libro".

Queremos acabar con el niño en el niño

¿La infancia es un territorio extranjero?

—Un niño es un extranjero desde muchos puntos de vista. Es alguien que no ha sido "normalizado". Desde los tiempos de la Ilustración venimos arrastrando el miedo al niño. Queremos que se convierta en adulto lo antes posible: queremos acabar con el niño en el niño. Hemos generado un sistema pedagógico para reforzar los lugares en donde el niño está cerca del ciudadano y penalizar donde se acerca al animal. Por otro lado, nos relacionamos con nuestra propia infancia desde un punto de vista totalmente falseado. Generamos una dialéctica social de una cursilería atroz sobre la infancia como el paraíso perdido, cuando nos bastan dos segundos para recordar toda la oscuridad y la desprotección y la fragilidad que tenía nuestra propia infancia.

Esta novela como la anterior, En presencia de un payaso, tienen que ver con la relación padre e hijo. ¿Por qué la paternidad aparece como tema en tus libros?

—A diferencia de la maternidad, que es un sentimiento marcado biológica y culturalmente desde múltiples lugares, la paternidad es una categoría vacía. A pesar de que hay estrategias sociales y que uno se puede agarrar a ciertos modelos institucionalizados, cada padre tiene que inventar su paternidad, tiene que encontrar el lugar donde es imprescindible. Tiene que crear la ficción de su necesidad. Es tan evidente la posibilidad de sustituir a un padre por otro, que eso hace que la paternidad sea un lugar frágil. Esa sensación lo acerca mucho a la ficción, a la literatura.

No sé si hubiese sido capaz de escribir este libro con un hijo

A punto de ser padre, ¿qué desafíos como escritor te provoca la paternidad?

—No sé cómo va a ser experimentar la paternidad. Hasta ahora sólo la he pensado o la he vivido vicariamente a través de sobrinos o hijos de amigos. No sé si hubiese sido capaz de escribir este libro con un hijo. No sé hasta qué punto va a modificar lo que he aprendido hasta aquí. Quizá me ocurra lo que a Chaplin con respecto a Hitler: si hubiese sabido hasta qué punto había llegado el alcance la destrucción y la violencia con respecto a los judíos, jamás habría tenido el ánimo para hacer "El gran dictador".

La risa caníbal. Humor, pensamiento
La risa caníbal. Humor, pensamiento cínico y poder

LA RISA QUE TODO LO DEVORA

La mención a Chaplin y Hitler no es caprichosa. Poco antes de la salida de República Luminosa, la editorial Fiordo publicó un breve ensayo de Andrés Barba, La risa caníbal, en donde indaga los mecanismos que tiene el humor para desarmar el discurso del poder: desde el día en que Hitler se enfrentó a la sátira de Chaplin hasta la manera en que Platón se deshilvanaba bajo las burlas de Diógenes, pasando por la subversión del punk frente a la reina de Inglaterra y los caricaturistas considerados como enemigos peligrosos por el radicalismo islámico.

—En el fondo —dice Barba—, La risa caníbal es una fábula política. La risa es un ejercicio de poder, en cierto modo vertical, donde se decide qué debemos respetar y qué es risible. Por eso la risa es también un arma de castigo social: a través de la risa, como decía Terencio, castigamos las costumbres perniciosas para la república. Por otro lado, hay toda una dialéctica en la que, siempre, frente a un idealista ha habido un perro materialista y cínico: por cada Platón que dice que el hombre es un bípedo implume hay un Diógenes que despluma un pollo y lo suelta en la Academia diciendo "Ahí va el hombre de Platón". La conjunción entre el discurso materialista cómico cínico y el discurso idealista es lo que ha conformado la cultura de los hombres que somos.

Una pregunta obvia: ¿cuál es el límite del humor?

—El problema de esa pregunta es que está mal planteada y por lo tanto no puede tener una respuesta convincente. Es como cuando se trataba de definir qué es erotismo y qué pornografía. Como si unos centímetros más de vello púbico fuera a transmutar algo que era erótico y razonable en algo perverso. El error consiste en tratar de limitar lo que es aceptable desde el punto de vista de la comedia por el contenido de ese chiste. Un chiste que ha sido aceptable hace 10 años puede ya no serlo porque la sociedad ha cambiado, se ha hecho consciente de ciertas cosas, y se ha desactivado la comedia del chiste. ¿Ha cambiado la materia del chiste? No, ha cambiado el lugar donde hemos decidido poner ese chiste.

La risa, al igual que la pornografía, ocupa lugares que han sido desatendidos

¿Es un problema de transgresión?

—La comedia juega a transgredir el límite, si no lo transgrediera no sería cómica. Por supuesto, la dialéctica del humor está en el límite y, por supuesto, esos límites son móviles. No podemos decir con total seguridad que lo que nos parecía risible hace 10 años y hoy ya no, no vuelva a serlo dentro de otros 10. La risa no es una progresión ascendente. La risa, al igual que la pornografía, ocupa lugares que han sido desatendidos. ¿Cuál es el miedo del discurso conservador, tanto con respecto a la pornografía como a la comedia? Que, si hoy aceptamos reírnos de esto, mañana nos reiremos de algo más y se generará una escala que acabará en el caos, la anarquía y el desorden. Cuando en realidad, lo que ocurrirá será sencillamente que el lugar que ha dejado vacante será ocupado por la comedia instantáneamente.

Hablás de la derecha, pero también la progresía tiene lugares intocables.

—El libro que me ayudó a entender cómo nos relacionamos con el tabú aplicado al discurso de lo cómico y lo erótico es Erotismo, de Bataille. El dilema con respecto al tabú, dice él, es pensarlo como algo que no debe ser transgredido: no es así, el tabú debe ser transgredido para ser tabú, si no se desintegra como tal. Lo que generamos son lugares y condiciones para esa transgresión. Bataille habla del "No matarás", que es el tabú por antonomasia. En todas nuestras sociedades y culturas concebimos situaciones en que "No matarás" queda en suspenso.

Trabajaste el tabú del sexo en La ceremonia del porno y el tabú de la comedia en La risa caníbal. ¿Cuál es el tabú de República luminosa?

—Quizá el tabú más importante de República luminosa sea la violencia, pero no la que se ejerce sobre los niños, sino la que nace naturalmente del corazón de ellos. Dentro de esa mitología de la infancia que hemos construido con cursilería, probablemente lo más inaceptable de todo sea aceptar que hay una violencia natural en el comportamiento de los niños que no puede ser ignorada. Que está ahí.

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