Pablo y Lucía son un matrimonio con dos hijos que se enfrenta a la tragedia del final del amor. Pero no se trata de una pareja que se rompe, porque, en realidad, ya todo está roto. De eso se trata Tiempo muerto, la nueva novela de Margarita García Robayo (Alfaguara). El huracán pasó y los pedazos de la relación quedaron desperdigados, dolientes, como si quemaran y no se los pudiera tocar. Primero llega el acostumbramiento, luego el desinterés, las diferencias irreconciliables, las formas sutiles de violencia a las que pueden llegar dos personas que lo compartían todo.
Hace unos días, en una entrevista de Tamara Tenenbaum y Lucila Pinto, García Robayo se preguntaba, a propósito de la novela, el por qué de la insistencia en reproducir estructuras vinculares anacrónicas como el matrimonio en una época en la nos cuestionamos casi todo lo demás. Quizás una forma de contar el argumento sea avanzando a partir de las preguntas que se hace la autora, aunque —o mejor: porque— no tenga respuestas definitivas. Preguntas que nos hacemos todos. ¿Pueden los integrantes de una familia tener versiones tan distintas de sí mismos? ¿Hasta dónde llega la violencia entre los que se aman? ¿Se puede o se debe intentar recuperar un matrimonio? ¿Se puede dudar o renegar del lugar de origen? ¿Cuáles son las consecuencias?
Un territorio
Margarita García Robayo es una de las voces más interesantes de la literatura actual. Es autora de los libros de relatos Hay ciertas cosas que una no puede hacer descalza (2009), Las personas normales son muy raras (2011), Orquídeas (2012) y Cosas peores (2015), por el que ganó el premio Casa de las Américas; y de las novelas Hasta que pase un huracán (2012) y Lo que no aprendí (2014). Este año saldrá Primera persona, una recopilación de relatos de autoficción por la editorial peruana Pesopluma.
En la mayoría de sus libros, y Tiempo muerto no es la excepción, García Robayo se pregunta por la idea de patria: sus implicancias, sus exigencias, sus límites. Es una tensión biográfica: nacida en Cartagena en 1980, vivió en diferentes países y desde hace años reside en Buenos Aires. La patria puede estar dada, puede ser construída, puede ser abrazada y negada con el mismo fervor. Puede buscarse o rechazarse, pero esa elección no es inocente y pone en juego lo que nos define como personas.
La patria, los conflictos raciales, la maternidad, las relaciones de clase, el matrimonio, la fidelidad, el trabajo, los modos de alimentación, la escritura. Temas puestos en tela de juicio y observados muy de cerca por una narradora lúcida. A las grandes preguntas no le corresponden respuestas sino preguntas incisivas que descubren ideas y modos de ser.
El final como punto de partida
Hay al menos dos versiones sobre el final de un amor. La novela muestra las de los protagonistas, pero no toma posición. Los personajes no son entrañables ni modelos de nada. Buscan empatía pero la repelen. Están frente a la angustia de los escombros: no pueden reconstruir ni alejarse de ahí.
García Robayo tiene un modo de decir lúcido e incisivo. Tiempo muerto confirma esa voz personal y fascinante que logró construir durante estos años, que vuelve al lenguaje sutilmente protagonista. ¿Es esta otra novela sobre un matrimonio que no funciona? Sí, pero eso es solo el punto de partida para pensar las formas del amor —a los hijos, al otro, al país— y la violencia contemporáneas.
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