En la solapa de Margarita, un recuerdo (Mansalva; 2013) aparecían todos los libros publicados de César Aira hasta entonces: la lista superaba los 80. Desde aquel momento publicó una docena de novelas más. Novelas o "novelitas", como él prefiere llamarlas, con la intención de oponerse al término extranjero nouvelle, pero también como una manera de bajarle el tono a lo que escribe. La importancia cae sobre el idioma —novelita vs. nouvelle— antes que sobre lo que hace —novelitas, no novelas.
Aira logra con las "novelitas" lo que Borges con el understatement: ambos colonizan la literatura argentina desde el tono menor. Ya mucho antes de que Aira fuera candidato al Nobel o al International Booker Prize, existía la comparación entre ellos . La escritora Gabriela Massuh (La intemperie, Nací para ser breve), una de las intelectuales más importantes de la actualidad, alguna vez dijo que, sin Borges, Aira no podría haber existido. Ambos comparten la visión del lenguaje como cárcel, pero allí donde Borges lleva el silencio al extremo porque no se puede ir más allá, Aira, decía Massuh, se queda dentro de la cárcel y construye un mundo. Y construye, justamente, eso que, según Borges, no es el reflejo del mundo sino algo que se le agrega al mundo: la ficción.
En esa cárcel, Aira parece moverse con una libertad absoluta. Así, la historia de un supermercado chino (El mármol) puede derivar en una trama de intrigas con extraterrestres —que, aunque parezca una versión trastornada del género fantástico, desarma el concepto discriminatorio de que los chinos cayeron en Buenos Aires desde un plato volador—; o el fin de un matrimonio (El divorcio) se cuenta como un episodio salido de Alicia en el país de las maravillas. Aira desborda la copa, no sólo de la ficción, sino también del mercado: a nadie se le escapa que, salvo algún que otro título como Las aventuras de Barbaverde, las "novelitas" son apenas un poco más extensas que los cuentos de Borges, y, sin embargo, él hace que siempre aparezcan como libros independientes. El caso más extremo fue el libro de una página que publicó con una editorial cartonera.
Aún con un estilo claramente reconocible —no por nada tiene tantos epígonos— sus historias son diferentes. Y, sin embargo, hay algo que comparten: si el camino pavimentado de buenas intenciones lleva al infierno, en Aira, el camino de la lógica lleva al delirio. Así, el protagonista —que muchas veces tiene su nombre— sigue una lógica de hierro que lo lleva a la entropía, al desconcierto, a lo irracional.
Escribir como una aventura
"Vida y muerte le han faltado a mi vida", escribió Borges en el prólogo de Discusión (1931): es el lamento de quien ha elegido la literatura por sobre cualquier otra cosa. ¿Cómo habría funcionado esa frase para el protagonista de Una aventura, una de las novelas que César Aira publicó este año? Fiorito, así se llama, es un cincuentón de clase media que se las ingenió para tener "una vida como la de todos", anónima, sin mayores sobresaltos. Pero él, en realidad, habría querido tener una aventura que lo convertiera en el personaje de una novela. Y, sin embargo, la tuvo. No sabemos muy bien cómo ni cuándo, pero la tuvo. Y la escribió. Solo que el libro se perdió en el laberinto kafkiano de las editoriales y nunca se terminó de publicar. Entonces: ¿tuvo una vida de novela?
Cincuenta años tiene también el narrador de Cumpleaños, que comparte con César Aira varios rasgos, como la edad, la ocupación y hasta la ciudad de nacimiento. Cumpleaños tiene algo que la vuelve casi excepcional en la obra de Aira: está escrita en presente. Él, que siempre dijo que escribía en pasado para repetir el modo de los cuentos de hadas y el "había una vez", sigue aquí el devaneo de un escritor que, en el medio de la vida, comienza por asumir la ignorancia sobre los ciclos de la luna y de la astronomía en general —y qué es cumplir años sino dar una vuelta completa alrededor del sol— y desde ahí arma un plan para consignar una obra que lo abarque todo.
En ambas "novelitas", Aira discute la aspiración a trascender del escritor. ¿Cómo se logra? ¿A partir de una única experiencia —una mínima aventura— o desde la totalidad enciclopédica? Intentar una respuesta es como indagar al arte desde la lógica: absurdo.
La literatura, una casa de contradicciones
Además de Una aventura (Mansalva) y Cumpleaños (Penguin), este año Emecé publicó tres novelas de Aira en un único volumen: Actos de caridad, Los dos hombres y El ilustre mago. Desde hace un tiempo, Emecé viene recuperando los libros de Aira con una colección especial; ya ha publicado, entre otros: La liebre, Embalse, La guerra de los gimnasios, El testamento del Mago Tenor, Varamo, La princesa Primavera.
Las tres "novelitas" que aparecen ahora en un único volumen comparten ciertas preguntas que encierran la vida del escritor y, de nuevo, el absurdo de la lógica. Así, en Actos de caridad, un sacerdote que trabaja con poblaciones de riesgo comienza a construir una casa opulenta, y en Los dos hombres, dos personas con deformidades son vistos como atletas. Pero la lógica salta como un disyuntor en El ilustre mago, cuando Aira —la historia está en primera persona— se topa con un hombre en la feria de libros usados del Parque Rivadavia y éste, con un pase mágico, logra que la cucharita que Aira sostiene no se caiga cuando él la suelta. Aira queda tan impresionado con el truco que está a punto de dejar de escribir.
Sin lógica, parecería decir, no hay literatura.
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