La clave de toda novela policial no está en el asesino sino en el detective. El mismo criminal sería visto de maneras notablemente diferentes si fuera perseguido por Sherlock Holmes y Philip Marlowe. Es el investigador quien interpreta la realidad y, en última instancia, quien define la forma y el género de la novela: en el policial clásico triunfa la razón; en el género negro víctimas y victimarios comparten la crisis moral de la sociedad.
El escritor estadounidense Harlan Coben (1962) creó un investigador que es típico del policial negro, pero que, a la vez, es bastante heterodoxo. Myron Bolitar es un ex basquetbolista, ex FBI, entusiasta conocedor de los musicales de Broadway. Un tipo que pasó los treinta y todavía vive con los padres. Trabaja como representante deportivo de baja categoría. Cínico, pero con un tono humorístico antes que sombrío, Bolitar se mueve en el ambiente opaco del deporte al que todos, de alguna manera, preferimos no prestarle demasiada atención. La corrupción y los negociados en el deporte nos sorprenden siempre como si fuera la primera vez.
Harlan Coben toma a ese ambiente pero no para denunciar sino para entretener. Y, hasta ahora, mal no le ha ido: ha ganado los premio más importantes asociados al género negro y lleva vendidos más de 70 millones de ejemplares.
La "serie Bolitar" ya va por la décima novela; todas con un caso deportivo en el ojo de la tormenta. Este año RBA reeditó la primera entrega de la saga: en Motivo de ruptura (1995), Myron debe resolver el caso de la desaparición de una alumna universitaria —para peor, hermana de su ex novia— que complica la contratación de uno de sus representados, un quarterback con futuro de superestrella. A medida que avanza, la trama se va complicando al desarrollar vínculos en la pornografía, las drogas, el juego ilegal. No faltan secretos familiares, muertes confusas, mafiosos de bigotes prolijamente recortados ni mujeres hermosas. En algún momento hasta hay un breve cameo de Donald Trump.
El gancho no está en el misterio sino en las peripecias de este curioso personaje, que es barroco en el insulto, astuto en la conversación, romántico en el trato personal. Motivo de ruptura es una novela pochoclera, sí, pero de esas que están muy bien hechas.
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