"María Elena nunca quiso comprarse a los chicos"

Gabriela Massuh habla de "Nací para ser breve" (Sudamericana), libro en el que recupera una larga entrevista a María Elena Walsh en la que habla de arte, historia y amor.

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María Elena Walsh es retratada
María Elena Walsh es retratada con brillantez por Gabriela Massuh en “Nací para ser breve”

A mediados de 1981, María Elena Walsh se fracturó una pierna. Lo que debió haber sido un hecho casi irrelevante en cualquier biografía fue, sin embargo, la forma en que se presentó una noticia funesta: cáncer. Le daban seis meses. María Elena tenía 51 años y ya era la gran autora de Manuelita, El reino del revés, Tutú Marambá, Chaucha y Palito, había escrito libros de poemas "para adultos" como Casi milagro, Hecho a mano, Juguemos en el mundo, había cantado las "Canciones para mirar" y "Como la cigarra". Había, incluso, actuado en un par de películas. Era una artista total y no se iba a dejar ganar fácil.

Gabriela Massuh estuvo a su lado durante todos los meses que llevó el tratamiento. La acompañaba mientras se recuperaba de la quimioterapia y afrontaba la primera de muchas operaciones del fémur dañado. Se habían conocido en Francia: el padre de Massuh era embajador argentino en la Unesco; Gabriela cursaba un doctorado en Alemania y cuando se enteró que María Elena estaba en París viajó especialmente a conocerla. Pese a la diferencia de edad, se hicieron muy unidas casi al instante.

En algún momento de esas tardes decidieron que las conversaciones tenían que tener forma de entrevista. "Fue contándome su vida, acumulada hoy en casetes de cinta, desgrabados luego en incómodas páginas tamaño oficio que iban acumulándose a lo largo de la peor etapa de la enfermedad", explica Massuh. "Mi necesidad de preguntar no obedecía solo a mi deseo de estar con ella, sino de entender cómo se había gestado ese talento con el que abordó con igual gracia y fantasía géneros tan diferentes como la poesía, la canción, el teatro, el music hall, la sátira, el artículo periodístico o la literatura infantil. El resultado de nuestros diálogos fueron páginas y páginas de charlas y confesiones que ella, una vez concluidas, corrigió de puño y letra."

María Elena se recuperó del cáncer —fallecería en 2011—, Gabriela se convirtió en una de las intelectuales y escritoras más admiradas de la actualidad. Es autora de La intemperie, La omisión y Desmonte, entre otros títulos. Aquellas hojas permanecieron guardadas hasta ahora. Pero gracias a las travesuras del gato de Massuh, que empezó a romper cajas, ella decidió publicarlas: el temor a perder la entrevista fue más grande que el pudor.

El libro Nací para ser breve (Sudamericana) es simplemente perfecto. Massuh traza un perfil de María Elena Walsh íntimo, nostálgico, amoroso, divertido, sutil: fascinante. Y la voz de María Elena es un testimonio absoluto. Nací para ser breve se convierte así en una suerte de "biografía escrita en colaboración" por dos personas sumamente inteligentes y profundamente sensibles.

En diálogo con Grandes Libros, Massuh habla del libro y dice que María Elena era alguien "disruptiva y urticante":

—Reaccionaba permanentemente ante la realidad —dice—, a veces con gracia y otras veces con una ironía muy feroz. Pensemos en el artículo "Desventuras en el país-jardín-de-infantes", en el que a Christian Zimmermann, que era ministro de Economía, lo manda a "ser bello y callar". Le aplica una frase de Molière porque él había negado la inflación. Esas cosas, de entre ternura y mordacidad, eran muy típicas de ella. Yo siempre me sentí incómoda y un poco culpable cuando la leía: ¿no seré yo la que tiene la goma de borrar en la cabeza?, ¿no seré yo la pequeñoburguesa que reacciona de tal manera?

Las cartas que incluís en el libro eran muy graciosas y muy dulces.

—Es que María Elena era una persona muy dulce. En la intimidad se la veía mucho más en su enorme generosidad y en su enorme ternura. La gente que no la conoció creía que era distante. Pero alguien que escribe esas cosas no puede no ser afectuosa.

En varios momentos del libro se la ve desconcertada ante los chicos y a los chicos desconcertados ante María Elena. Tenían una relación "rara", ella nunca los puso en el rol de ser niños.

—Exactamente. A ella no le gustaba que le dijeran "tía" o lo que fuera. Simplemente era "amiga" de los chicos. Los observaba, los entendía, pero no jugaba con ellos como si fueran bebés. Tampoco usaba diminutivos. María Elena nunca quiso comprarse a los chicos. Tenía clarísimo cómo escribir literatura infantil, cómo jugar lo alegórico y lo metafórico con los chicos. Y lo tenía clarísimo no de estudiarlo, sino de sentirlo y observarlo. Se aproximaba a ellos desde una profunda evocación de su propia infancia.

Alguna vez un periodista le preguntó cómo leer políticamente las canciones para chicos, la referencia en particular era a "El reino del revés" y la frase "un ladrón es vigilante y otro es juez". Y ella le contestó que era un juego, que ahí no había nada político.

—Esa pregunta que citás tiene que ver con la corrección política y a María Elena no la pescabas nunca en eso. Esa pregunta peca de corrección porque supone que a los chicos no se les puede decir eso, porque van a entender una falsa moral. Ella jamás tuvo esas moralinas donde se confunde el bien con el mal. María Elena tenía autenticidad y escribía con esa autenticidad para los chicos. Sabía cuándo hacer un juego de palabras. Sabía, por ejemplo, lo importancia de no dibujar un ratón sin cola porque en eso los chicos son muy atentos. Esas menudencias a mí me fascinaban.

Viniendo de la izquierda, ¿cómo te sentías ante ciertas declaraciones de María Elena? Pienso cuando a fines de los 90 pidió que se levantara la carpa blanca de los docentes.

—Entendí el recelo de los maestros, pero entendí también que ella se refería al cholulismo de los que hacían "turismo" en la carpa blanca. Criticó mucho a Joaquín Sabina, a Serrat, a Spinetta, que iban a mostrarse con los maestros. Pero no nos olvidemos que María Elena venía de la pequeña burguesía y tenía reacciones burguesas. Cuando en el 2001 me metí con los movimientos sociales a buscar otras formas de política, ahí sentí que me distanciaba un poco de ella. Todas las veces que yo, digamos, quería conciliar Alemania del Este con la del Oeste, ella decía que no, no íbamos a volver a Rusia, no íbamos a volver a la máquina de escribir mecánica.

Sobre el final del libro hay un diálogo sobre el parque Las Heras, escenario de su libro Fantasmas en el parque. Ella habla del parque y dice "lo van a hacer desaparecer".

—Fue cuando Macri quería hacer cocheras subterráneas, era justo en medio de ese torbellino. Yo había leído Fantasmas en el parque y el parque era un tema de conversación muy importante. A partir de leer ese libro, que es bellísimo, supe el afecto que tenía por el parqe, porque ella ubica todos sus fantasmas en los árboles. Fijate cómo son las cosas, ahora, con el arreglo que están haciendo, quieren tirar abajo 79 árboles. Es decir: que le van a sacar los fantasmas. Por eso yo presenté el libro en el parque.

Nací para ser breve tiene, además de la extensa entrevista, dos capítulos en los que contás tu vida en relación con María Elena. ¿Por qué esa primera persona?

—El problema con los libros es desde dónde contás. La primera persona te permite cierta subjetividad. Paradójicamente, es menos apodíctica. Además, es más fácil hablar del amor cuando podés ser subjetiva y en primera persona. Si hablaba en tercera ya me hubiera puesto como personaje y eso habría sido dificilísimo.

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