Comienza hoy la novena edición del Filba, el Festival Internacional de Literatura en Buenos Aires; tal vez la actividad más destacada de la agenda cultural de la segunda parte del año. Con la presencia de autores argentinos y extranjeros a los que se suman artistas y músicos, la gran figura invitada será, sin dudas, el escritor francés Jean Echenoz (1947): una trayectoria de más de 40 años en la literatura, ganador de los premios Médicis y Goncourt, autor de casi 20 libros, entre los que se pueden destacar Cherokee, El meridiano de Greenwich, Capricho de la reina.
Recién llegado a la ciudad, Echenoz habló con Grandes Libros de Enviada especial (Anagrama), su novela más reciente, en la que regresa al policial negro de sus inicios, pero con el foco puesto no tanto sobre el misterio a resolver sino sobre la conjunción de géneros que pugnan por adueñarse del tono y el estilo. Hay, además, un hecho significativo que pasa por fuera del texto: con esta novela Echenoz vuelve a la ficción "pura" tras evitarla durante la última década. "Es que hace 10 o 12 años", explicaba, "tenía problemas con la ficción, tenía la impresión de estar repitiéndome y eso nunca es bueno".
Durante ese tiempo, Echenoz escribió de las vidas de Maurice Ravel, Emil Zatopek y Nikola Tesla. Tres libros que conforman un tríptico biográfico, aunque son más bien biografías heterodoxas. Daría la impresión de que con estos libros, Echenoz trabajó en dos momentos: en un primer tiempo, realizó una investigación profunda, sistematizada, obsesiva; en el siguiente, se ocupó deliberadamente de olvidar todo lo investigado para poder escribir. Si las biografías subordinan la narración a los hechos, en Ravel, Correr y Relámpagos nada de eso sucede. Se entiende entonces por qué Echenoz se resiste a llamarlas biografías: él, escritor al fin, rompe el corset y escribe, como alguna vez dijo, "ficciones de libertad vigilada". El dato duro, para quien lo busque, estará siempre disponible en la Wikipedia.
"Sabía que nunca serían el verdadero Ravel, el verdadero Tesla, el verdadero Zatopek", dice. "Son figuras imaginarias construida sobre cosas reales. El punto en común es que cada uno se vio confrontado a una violencia muy grande: para Ravel, la violencia fue la enfermedad; para Zatopek, el contexto político que lo convirtió en una herramienta; para Tesla, en cierto modo, la locura."
El eje temático de esta edición del Filba es justamente la violencia, por lo que no es casual la presencia de Echenoz en el festival. La violencia como concepto y desarrollo está presente en sus libros desde los inicios, aunque, asegura, no es una preocupación permanente. Donde aparece con más fuerza es en 14, la novela que siguió al tríptico de Ravel, Zatopek y Tesla. Echenoz seguía caminando por el margen de la ficción con una novela sobre la Primera Guerra Mundial escrita a partir del diario de un pariente político que había sido soldado raso en el conflicto: "La guerra del 14 fue la invención de la guerra moderna. Es la primera guerra industrial, es una masacre a muy gran escala. Pero en ese diario la violencia nunca estaba en primer plano. Él contaba el tiempo que hacía o cómo se las ingeniaba para comer. Hablaba de su vida cotidiana antes que del cataclismo. Eso me intrigó".
Parecía que Echenoz se había alejado definitivamente de la ficción, hasta que entregó Enviada especial. La crisis de la ficción, de hecho, es una situación por la que actualmente atraviesan muchos escritores franceses: Emmanuel Carrère, Delphine de Vigan, Maylis de Kerangal son, tal vez, los ejemplos más paradigmáticos. Pero mientras ellos trabajan con el yo-narrador en primer plano, Echenoz se diluye en una narración en tercera persona: ¿eso lo acerca a la literatura tradicional?
"No sé si mis novelas son experimentales", dice. "De todos modos, cuando uno se lanza en un proyecto, para uno mismo, siempre es experimental. En Francia suele decirse que la novela no existe más, que es una forma agotada. Pero siempre vuelve. En los últimos años hubo una especie de moda de la autoficción y ahora la moda es la exoficción. La exoficción sería contar la vida de gente real. A mí eso no me interesa, pero después de todo, yo hice exoficción con mis tres libros. Pero la experiencia de la ficción pura —la ficción nunca es pura— vino de nuevo hacia mí porque es la forma más excitante. Y si bien es cierto que mi narrador interviene en Enviada especial, eso no tiene nada de nuevo: ya estaba en Jacques el fatalista, de Diderot".
—¿Cómo contaría la violencia que se vive hoy en Europa y particularmente en Francia?
—No podría contarla. Me gustaría mucho. Quizá habría que hacerlo, pero… Tengo ideas como ciudadano, tengo referencias políticas. Pero no tienen que ver con mi trabajo. No, no estoy seguro de que me gustara ni tampoco de tener tiempo para ello.
—¿Quién cuenta bien esta época en Francia?
—[Hace un largo silencio] Michel Houellebecq. Es el novelista más sensible y más ligado con la realidad social. No significa que yo siempre esté de acuerdo con lo que escribe, pero la obra contemporánea más cercana de la escena social y política es, sin duda, la de Houellebecq.
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