La vida del Turco García, entre la gloria del fútbol y el infierno de la droga

En su autobiografía "Este soy yo" (Planeta), Claudio "el Turco" García compone un relato totalmente descarnado de su vida: cómo pasó de ser un destacado futbolista a nivel mundial a depender de la droga y cómo debió enfrentarse a su enfermedad para vencerla.

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Claudio “el Turco” García jugó en ocho clubes, entre Argentina y Francia (El Gráfico)
Claudio “el Turco” García jugó en ocho clubes, entre Argentina y Francia (El Gráfico)

Nació en Villa Fiorito, vistió la camiseta de la selección argentina, pudo salir del infierno de la cocaína y escribió un libro para contarlo. No es Diego Maradona, es Claudio "el Turco" García, quien abre su corazón en Este soy yo (Planeta), recorriendo su vida en 194 páginas.

Ya el prólogo de Alfio "Coco" Basile, técnico de García en Huracán y la selección, es prometedor. Ambos pertenecen a esa raza de personajes del fútbol donde la bohemia está presente dentro y fuera de la cancha. Quizá la generación del Turco, en épocas sin celulares ni redes sociales, fue la última en ese sentido.

“Este soy yo”, la autobiografía del Turco García
“Este soy yo”, la autobiografía del Turco García

Vista al mar

La historia comienza en Fiorito, a seis cuadras de la casa de la familia Maradona. El Turco bromeará años después con el Diez, cuando el destino los encuentre en Racing. García hará gala de que su casa tenía vista al Riachuelo. Sus primeros años transcurren en esa localidad del partido de Lomas. Una relación conflictiva con sus padres y una complicidad con su hermana que incluye rateadas en la escuela forman parte de sus primeros recuerdos.

La pelota no está presente en aquellos primeros años. Recién aparecerá cuando los García se muden a Lugano, con el Turquito de 9 años. Es en los potreros linderos a los monoblocks donde nace el apodo que lo acompañará toda la vida. Claudio quería la pelota siempre para él. Cuando un compañero la tenía, le gritaba: "dejala, dejala". En el apuro de las jugadas, la frase se fue acortando y quedaba como un "jala, jala". El improvisado y fortuito acento otomano es el origen del sobrenombre del futuro crack.

García exigió que Huracán le comprara una casa y un auto para sus padres
García exigió que Huracán le comprara una casa y un auto para sus padres

Un Globo

Las gambetas del Turco trascendieron las canchas improvisadas de Lugano y llegaron a oídos de los dirigentes de Huracán. El adolescente de entonces se tomaba el colectivo con su hermano recién nacido en brazos y se bajaba en el predio del club de Parque Patricios. Los utileros cuidaban al bebé al costado del campo de juego mientras el Turco se mataba en las canchas por un lugar en la Primera.

La oportunidad llegaría en un partido contra Boca. Cuenta García que su padre al enterarse le compró un pijama para que pase la noche en la concentración de forma decorosa. La prenda fue rápidamente destrozada por René "el Loco" Housemann, en ese entonces ídolo quemero. A pesar de ese ritual de iniciación, el Loco marcó la vida del Turco. Los dos ocupaban la misma posición pero no había competencia entre ellos. Housemann simulaba lesiones cuando faltaban pocos minutos para el final del partido con la intención de que García entrara unos minutos y así pudiera cobrar los premios prometidos por la dirigencia. Siendo muy joven, el Turco le exigió a los dirigentes que le compraran una casa y un auto para su familia. El padre no podía creer su audacia, pero finalmente los directivos terminaron cediendo.

El Turco logró establecerse en el primer equipo y formó una sociedad interesante con Claudio Morresi y el Chacho Cabrera. Sin embargo, las malas campañas anteriores terminaron por mandar a Huracán al descenso. El Turco lloraría en el vestuario de su amado club.

En 1988, García fue fichado por el Lyon
En 1988, García fue fichado por el Lyon

Vélez y Francia

Las buenas actuaciones lo destacaron entre los jugadores del equipo descendido y los dirigentes velezanos lo contrataron para la siguiente temporada.

En el club de Liniers alternaba buenas y malas. Sin embargo, los enviados del Lyon francés posaron sus ojos en él y lo contrataron como delantero estrella. Por entonces, el fútbol galo estaba armando una liga competitiva y ya había jugadores argentinos de la talla de Jorge Burruchaga, el chino Tapia y Jorge Higuaín.

En el libro, García resalta lo extradeportivo del país. Lo que hoy es habitual en la élite deportiva mundial, llamaba la atención a finales de los 80: las presentaciones de los esponsors y las conferencias de prensa, entre otras cosas.

El contrato en Francia dura un par de años. Tiempo suficiente para que un personaje como el Turco empiece a extrañar su país.

García junto al “Loco” Dalla Libera (El Gráfico)
García junto al “Loco” Dalla Libera (El Gráfico)

Locademia de Avellaneda

El paso por Racing marca una de las mejores etapas de García en el fútbol argentino. Su representante, el exfutbolista Chirola Yazalde, libera el pase desde el Lyon y le consigue un contrato en club de Avellaneda, que estaba presidido por el polémico Juan Destéfano.

Con la hinchada blanquiceleste tendrá un idilio incomparable con cualquier otra hinchada en toda su carrera. La garra en cada partido, los goles a Boca e Independiente y el subcampeonato en la Supercopa lo pusieron al tope en la preferencia de la "Guardia Imperial". Un lugar ganado también a fuerza de trompadas en una pelea histórica con el entonces jefe de la barra brava, Cacho Ciudadela.

Uno de sus hitos fue el gol con la mano a Independiente en una noche de tormenta en el Cilindro. También la exhibición de sus calzoncillos a la parcialidad roja mientras recibía una catarata de insultos.

Con la salida de Destéfano y la llegada de Lalín a Racing, el Turco ya no tuvo más lugar. Y, cuando parecía que se quedaba sin club, a diez minutos del cierre del libro de pases, Colón se fijó en él. Llegó sin muchas ilusiones, pero el año en Santa Fe lo disfrutó en un gran equipo que contaba con el Coco Ameli, el Negro Ibarra, el uruguayo Saralegui y Carucha Muller, entre otros.

García jugó 129 partidos en Racing y convirtió 26 goles
García jugó 129 partidos en Racing y convirtió 26 goles

La vuelta al primer amor

El regreso a Huracán fue un "gesto tanguero", según las palabras de García. El club arrastraba años de problemas económicos y futbolísticos y el Turco llegó para aportar su granito de arena en un momento difícil. Allí se encontró con un líder como el uruguayo Pedro Barrios y una camada de pibes que la iba a romper en los años siguientes: el Rolfi Montenegro y Sixto "el Mumo" Peralta, entre otros.

Un paso con sabor agridulce sin el final glorioso que se merecía una trayectoria dilatada. El final en las canchas lo encontrará en Mendoza defendiendo la camiseta azul de Independiente Rivadavia.

El golazo de García ante la selección inglesa (El Gráfico)
El golazo de García ante la selección inglesa (El Gráfico)

La selección

La relación del Turco y el combinado nacional comenzó muy temprano. Fue convocado por Menotti y Bilardo para integrar distintos equipos juveniles. Jugó la final del Mundial Sub 20 en México contra Brasil; una derrota 1 a 0 que terminó en escándalo.

La segunda etapa fue en el ciclo del Coco Basile, que ya lo conocía de Huracán. Integró los equipos que conquistaron las Copas América de Chile 91 y Ecuador 93. Sin embargo el momento cumbre del Turco en la selección fue durante un partido amistoso, frente a Inglaterra en el estadio de Wembley. Argentina perdía 2 a 0 y García marcó el descuento en un partido que terminó empatado.

Hace pocos días, García estuvo en el programa de Mirta Legrand contando sus problemas con la drogra
Hace pocos días, García estuvo en el programa de Mirta Legrand contando sus problemas con la drogra

El infierno

El capítulo de la adicción a la cocaína es el mejor del libro. Pocas veces un deportista cuenta todo: el inicio del consumo como pasatiempo, la adicción irrefrenable y el daño que produce la droga en las relaciones personales. Hubo un tiempo en que el Turco recorría de noche los pasillos de la villa 1-11-14 del Bajo Flores para comprarle a los dealers. Anécdotas que incluyen a una serpiente pitón que comía pollitos mientras García se drogaba. La droga pasó a ser la protagonista principal en la vida del crack. Todo el resto pasó a un segundo plano, incluidos su mujer e hijos.

Muchas veces la solidaridad viene del lugar menos pensado. En el caso del Turco llegó desde Venado Tuerto para dirigir a Juventud Unida. No sabía ni a dónde iba ni qué equipo iba a dirigir. A García solo le interesaba el sueldo para poder comprar cocaína. Pero los dirigentes sabían de su adicción y lo ayudaron a salir. El Turco, que había llegado a Santa Fe para seguir drogándose, se fue diez años después totalmente limpio.

El relato en primera persona de un deportista adicto hace de este libro un trabajo sincero y valiente. Quizá esta sea, junto a Yo soy el Diego de la gente, de Maradona, una de las mejores biografías en primera persona dentro de la literatura deportiva.

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