Las tramas que hilvana la narrativa de María Fasce se cierran sobre los detalles. El amor —la búsqueda, la imposibilidad, la transitoriedad— rige cada historia, pero casi no se lo menciona: se lo mira de costado. Es como un detalle —el detalle— que queda oculto en un dibujo mayor. El amor es un don esquivo. Desde los cuentos de La felicidad de las mujeres hasta la novela La mujer de Isla Negra, donde lleva a la ficción la pareja de Pablo Neruda y Delia del Carril, el amor es motor y condena.
"Es el gran tema", dice. "Pero no solo el amor de pareja. El amor filial, el amor de una madre: no hay amor que no sea conflictivo."
Con su nuevo libro de cuentos, Un hombre bueno (Edhasa), Fasce obtuvo el del XII Premio Iberoamericano de relatos "Cortes de Cádiz", dotado en 12.000 euros. El libro fue elegido entre casi 500 trabajos presentados. Los protagonistas se mueven entre el deseo, la soledad y la incomprensión. Un tono de desasosiego que se acentúa por la sobriedad de recursos narrativos y la sensación de extranjería de los personajes. Condición, esta última, que comparten con la autora: Fasce vive en España desde hace más de quince años.
Fasce tiene una sonrisa franca, habla con soltura, entabla una relación de complicidad con su interlocutor. Casi que es difícil hacer coincidir a la persona con la autora. Los años en Madrid, donde es directora literaria de Alfaguara [ver el apartado más abajo] le fueron puliendo la ese sibilante y la jota profunda ibérica. Durante la entrevista, aparecen palabras como acera, piscina o maletas, pero las corta a tiempo y las dice en argentino. Justamente el problema del lenguaje es una de las mayores tensiones que recorre el libro.
"Al principio me había dicho que no iba a hablar de tu", dice. "Pero después las palabras se te empiezan a meter y hablás con un idioma que no es ni el tuyo ni el de ellos. Entonces, cuando escribís: ¿qué hacés? Yo trato de escribir como sale y después, cuando corrijo, hago una reflexión hasta burocrática sobre las palabras. Un recurso que lo hace más entendible, es que la mayor parte de los personajes de los cuentos son argentinos trasplantados en otro lugar. Mi objetivo es que el lector fluya, que no se detenga en la escritura. Trato de que sea lo más natural posible".
Ya desde el título Un hombre bueno hay un vínculo con la literatura norteamericana. La referencia es, por supuesto, al clásico Un hombre bueno es difícil de encontrar, de Flannery O'Connor. El estilo de María Fasce mira hacia ese territorio. "La literatura norteamericana y en especial la del sur es, para mí, el modelo de escritura en ficción en general", dice. "Leo compulsivamente los cuentos de Carson McCullers, Flannery O'Connor, Eudora Welty, y también de otros escritores que no son del sur, como Cheever y Carver. Es la literatura que me gusta y, aunque suene pretencioso, la que intento hacer. Hay una precisión casi quirúrgica en los detalles; la emoción no se transmite explícitamente sino por aquello que ves. Es una literatura muy presente como referencia y como modelo".
Tal vez por eso, muchas veces los personajes están leyendo esos libros. Sin embargo, el diálogo entre literatura y realidad va en dos direcciones. La realidad interrumpe lecturas, pero a la vez los libros moldean la manera de percibir la realidad.
"La literatura pone una lupa sobre la realidad", explica Fasce. "De algún modo tiene una función catártica. Uno vive con sus propios problemas, sus miedos y sus dramas y parece que nadie sufrió como uno, pero de pronto te das cuenta que es algo que le pasa a todo el mundo. La literatura sirve para mirarte desde arriba. Estás pasando por algo muy desagradable o dramático y tratás de verte desde arriba, como en perspectiva. Esa idea te la da la literatura".
__________
Un gran grupo editorial
En los últimos años, la editorial Penguin Random House fue creciendo a medida que absorbió bajo su universo otros sellos de gran magnitud. María Fasce trabaja como directora literaria de Alfaguara en las oficinas de Madrid. A ella le debemos descubrimientos como Lucia Berlin y Pierre Lemaitre.
En el viaje anterior de Fasce a Buenos Aires, en el que presentó La mujer de Isla Negra, Penguin estaba en el proceso de incorporación de Alfaguara. Ahora, mientras hace la gira por Un hombre bueno, Ediciones B se incorpora al grupo.
—¿Cómo impactan estas fusiones en su trabajo habitual?
—Existe un prejuicio con los grandes grupos que dice que sólo miran los números y entonces no te dejan contratar lo que vos querrías por más que sea maravilloso, mientras que el pequeño editor independiente, en cambio, hace un catálogo excelso e impecable. La realidad es totalmente distinta. Por ejemplo, muchos pequeños editores sólo publican literatura de países que dan subsidios a la traducción. En 25 años de trabajo como editora, jamás un jefe me dijo: "Si esto no vende no lo publicamos". Para mí no hay situación de mayor libertad que trabajar en un gran grupo, porque se puede contratar lo pequeño —cuando contraté a Lucia Berlin lo hice con un anticipo que podría haber pagado cualquier editor— y me gusta creer que si en un futuro Houellebecq se quiere ir de Anagrama, también puedo contratarlo a él. Podés hacer la apuesta pequeña o la gran apuesta. Trabajar en un gran grupo te da un abanico de posibilidades enorme.
>>> Registrate en Grandes Libros y descubrí la red social de lectores más grande de América Latina.