Por Inés Kreplak.
Confluencia (Alto Pogo, 2017) es mi primera novela y también mi primera publicación. La escribí durante el 2015 y la corregí durante el 2016 y el verano de 2017. Confluencia es la historia de una joven que viaja al Tigre para hacer una investigación y, de manera muy resumida, se encuentra con la literatura.
Crecí en la década del 90. Mientras muchos de mis amigos viajaban a Disney o conocían el Caribe, mis vacaciones transcurrían entre General Roca y Buenos Aires. Cuando el trabajo se lo permitía, mi papá pedía permiso para instalar unas carpas en terrenos de amigos en el Delta de Tigre y una vez, cuando la cosa anduvo un poco mejor, alquiló una casa durante una quincena. La tensión entre la fascinante convivencia con los insectos, el río y los árboles y la precariedad de las instalaciones, más la falta de ondas electromagnéticas por días enteros, hizo que ese espacio me pareciera siempre especial. Ideal para la contemplación. Muy literario. Aunque esa sensación no fuese demasiado original: el espacio del Delta ha sido muy revisitado por diversos escritores e intelectuales argentinos.
Sin relacionar una cosa con la otra, casi veinte años después, luego de años muy tormentosos en mi vida, en los que, entre otras cosas, viví en Francia, se murió mi mamá, me recibí y me diagnosticaron una enfermedad crónica, quise retomar la escritura. Sabía que en el Delta había un grupo de personas, formado en su mayoría por mujeres, que habían decidido abandonar su vida citadina y, en su mayoría, su vida relativamente estable de clase media porteña para irse a vivir a la isla. Habían formado una comunidad con algunas reglas establecidas, pero diferente a la lógica de la que habían escapado. Me propuse escribir una crónica sobre eso. Los relatos contemporáneos que transcurrían en el Delta no se enfocaban en retratarlo como un territorio habitable sino, más bien, como un lugar de recreación. Quise contar la historia de una comunidad y elegí focalizarme en Malena. Ella se había ido de Palermo al Delta siguiendo un proyecto de pareja que no funcionó, pero en vez de volver, se acopló a la comunidad, decidió aprender albañilería y construir su casa con sus propias manos y con la ayuda de varios compañerxs. A pesar de vivir en una isla, Malena no estaba sola y eso también quise contarlo.
En el proceso de mis viajes al Delta, de conversar con distintos habitantes de la isla: neohippies, empresarios turísticos, maestras rurales, empleadas de museos; de leer literatura y crónicas canónicas sobre el Tigre, de mirar películas y de leer diarios zonales, me fueron surgiendo algunas preguntas sobre la narradora y su punto de vista: ¿Por qué escribe sobre el delta? ¿Por qué cuenta la historia de Malena?
En la búsqueda de esa respuesta aparecieron dos elementos muy importantes para la construcción de la historia: la ficción y la extrema realidad. La ficción me dio libertad para construir una mirada y una voz alejada de los datos concretos y del qué dirán, además me ayudó a terminar de construir el universo del relato desde un punto de vista subjetivo, particular y-si se me permite- artístico.
La realidad se me impuso, pero me sirvió, aunque suene paradójico, también para ganar libertad. Tanto la Inés autora como la Inés narradora padecemos Esclerosis Múltiple. Poder contar qué es la enfermedad, en qué consiste el tratamiento y cómo puede sentirse alguien que en plena juventud tiene que hacerse cargo de llevar consigo una enfermedad crónica, sin cura, y tan imprevisible, me ayudó mucho. También para justificar el por qué escribir: los que escribimos no tenemos otra opción. Es un capricho, pero también es nuestra manera de volver más habitable el mundo, de expresar nuestras alegrías, enojos, tristezas, frustraciones.
Leemos, escribimos, dialogamos con otros sobre aquello que leímos o estamos escribiendo. Intenté que mi capricho no cayera en la autoindulgencia, traté de dar cuenta de lo poderoso que puede ser alguien cuando arma lazos, cuando es con quienes lo rodean, con lo malo, lo bueno, lo poco glamoroso, con la alegría y el dolor. Pretendí contar la historia de la amistad que se gesta entre Inés y Malena, lo que tienen en común y también cómo respetan sus diferencias. Quise pensar un entorno en su aspecto geográfico, biológico, político y social. Quise pensar un cuerpo y un padecimiento en el espacio de un hospital público. La violencia médica, pero también el amor y la paciencia de algunos hombres y mujeres que dedican su vida a estar al servicio de los demás. Espero haberlo logrado. La ficción es poderosa, la realidad a veces también y no hay que tener miedo de entremezclarlas, tampoco de transitarlas.
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