Mike Wilson: “La última frontera que queda es la de los extremos”

El escritor argentino-norteamericano que reside en Santiago de Chile habla de los intereses que perseguía al escribir "Leñador" y "Ártico" (ambas publicadas por Fiordo).

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Mike Wilson compone una serie
Mike Wilson compone una serie de personajes en busca del sentido existencial

Después de Leñador, una novela inclasificable de casi 600 páginas, Mike Wilson entrega otro libro inclasificable —¿novela, poema, lista?—, pero de menos de 100. "Trato de no repetirme", dice, "pero no me propuse escribir en contra de Leñador, simplemente se acomodó así". Leñador cuenta la historia de un ex combatiente de Malvinas que entra en crisis y decide emigrar a Yukón; Ártico también habla de una crisis, la del final del amor.

En ambos libros el peso de la narración recae en la mirada del protagonista, pero mientras en la primera hay una suerte de proceso de acumulación obsesivo de imágenes, en la segunda la descripción se adelgaza hasta quedar en los huesos. Curiosamente —o no tanto— el efecto es similar: las narraciones derivan hacia lo descarnado de la soledad. "En mi cabeza no vinculo mucho los libros", sigue Wilson, "pero el tema que los une es ese: la persona fracasada o sola o dañada que está tratando de encontrar el sentido existencial".

Escritor experimental, especialista en Wittgenstein, Mike Wilson nació en San Luis, Missouri, en 1974, pero pasó su infancia y adolescencia en América del Sur: Chile, Paraguay y Argentina, donde cursó parte de la primera y todo el secundario. Recién volvió a Estados Unidos para seguir sus estudios universitarios en Cornell. Desde hace más de una década vive en Santiago de Chile. ¿El desplazamiento de sus personajes refleja los de su propia vida? "El haber vivido en varios países hace que mis intereses estéticos no suelan anclarse en un lugar fijo". El territorio de Ártico, dice, es una mezcla de paisajes: Ushuaia, Wyoming, también Buenos Aires y Montevideo. "No me preocupa dónde ubicar las historias en lugares específicos", dice.

Ártico es una novela en
Ártico es una novela en verso o una poesía de listas

De la Antártida al Ártico y el Antártico, de Malvinas al Yukón: ¿qué te dan los extremos?

—La última frontera que queda es la de los extremos. Ahora que ya no quedan territorios por descubrir, son los últimos lugares donde no se habita. Además es un paisaje que me interesa mucho por su estética monocromática, por la blancura de ese espacio.

Tanto en Leñador como en Ártico, la mirada marca el tono y el ritmo. En Ártico, el personaje directamente hace listas de lo que ve como una manera de dar a conocer lo que siente. ¿Cuál es la intención de registrar lo que se ve?

—Todo lo que escribo es bastante visual. Leñador no es un texto muy narrativo, pero sigue siendo bastante visual. El personaje está pasando por una crisis existencial, que es un proceso muy solitario. Para mí era clave tener esa perspectiva, la mirada que uno acompaña a lo largo de la novela. En Ártico es mucho más narrativo; también muy visual. El protagonista está tratando de habitar en los lugares de su memoria y uno lo acompaña en ese trayecto.

Ártico tiene un acápite de Cormac McCarthy; Leñador es una suerte de Moby Dick. ¿Cómo te influencia la literatura norteamericana?

—Mis influencias "literarias" son mayormente argentinas —especialmente Arlt— y estadounidenses. Pero muchas de mis referencias no son literarias sino estéticas: fotografías, imágenes, lugares. Ártico lo escribí en Ushuaia, por ejemplo. Quizá esa fue la mayor influencia del texto. Leñador, en cambio, para mí siempre tuvo a Wittgenstein como el gran punto de referencia. Entiendo la asociación que se hace con Melville y Moby Dick, pero Leñador no es una novela sobre la naturaleza, es una novela sobre el lenguaje: la naturaleza y el oficio del leñador es el pretexto para abordar eso.

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