En Guantánamo no pueden leer Crimen y castigo. Algún tiempo atrás, el director de la ONG inglesa Reprieve, que asiste a quienes se ven vulnerados en sus derechos humanos, hizo circular la lista de libros prohibidos por las autoridades de aquella cárcel de máxima seguridad: entre bestsellers y libros sobre comunismo, sorprende la presencia de este clásico imperecedero de la literatura rusa. Ningún prisionero, parecería ser el caso, puede revivir la angustia del joven Raskolnikov y sus ideas sobre la dimensión del "hombre extraordinario", que lo exime de ser un sujeto alcanzado por la ley.
Crimen y castigo, de Fiodor Dostoievski, es uno de los libros clave que Marta Minujín incluye en el imponente "Partenón de libros prohibidos", que inaugura pasado mañana en Kassel, Alemania, durante la exposición Documenta 14. Justamente en la ciudad donde el nazismo quemó más de 2000 libros, Minujín congrega arte y literatura, para destacar el rol de los libros como agentes de libertad. El Partenón estará compuesto por más de 100.000 ejemplares donados por lectores de diferentes países (6.000 provienen de la Argentina) y tiene como referencia previa la obra que Minujín levantó en Buenos Aires con los libros prohibidos por la dictadura.
Además de Dostoievski, otro gran ruso que sufrió la censura fue Vladimir Nabokov: Lolita fue prohibido en muchos países. Cuentan que Adolf Eichman dijo en su celda en Jerusalén que Lolita era "un libro muy peligroso". Cuando la novela fue censurada en Argentina, Borges fue uno de sus defensores: aun cuando afirmó que no la había leído ni pensaba hacerlo ("la longitud del género novelesco no condice ni con la oscuridad de mis ojos ni con la brevedad de la vida humana"), destacó que las autoridades no podían arrogarse la propiedad de silenciar obras culturales.
¿El Partenón de Minujín es una celebración o una advertencia? Hoy parece inconcebible que se levanten muros para obturar a la cultura, y además, con las posibilidades del universo digital, ya ni siquiera los límites de los mercados son barreras eficaces. Sin ir más lejos, todos los libros que repasamos en este artículo, que, casi como en una pesadilla totalitaria, durante años eran imposibles de encontrar, hoy se pueden conseguir fácilmente con cualquier teléfono o dispositivo a través de plataformas como Leamos.
El bestseller del año es, hasta ahora, una novela escrita hace 70. Cuando Donald Trump asumió la presidencia de los Estados Unidos, 1984 tuvo un pico de ventas. El clásico de Orwell es una distopía inquisitorial que estuvo —y está— prohibido en varios países de regímenes absolutistas, pero también, inesperadamente, en ciudades norteamericanas como Jackson (Florida) por haber sido escrito "por un autor pro-comunista". Para cualquiera que lo haya leído, es claro que en este caso la censura está asociada a una gran cuota de ignorancia.
¿Sabían ustedes que Frankenstein fue prohibido en Sudáfrica? Fue durante el apartheid, seis años después de que se instaurara la ley que prohibía los matrimonios interraciales. Para el Gobierno sudafricano, el monstruo creado por el doctor Frankenstein representaba una "horrible amalgama de personas". La misma suerte corrió Mrs. Dalloway, de Virginia Woolf, pero en este caso por "promover la homosexualidad" —Clarissa se siente fuertemente atraída por Sally y la besa en la boca— y, para peor, su autora terminó suicidándose.
En 1857, Madame Bovary fue enjuiciada. Quienes llevaron el libro a los tribunales decían que Emma Bovary era una glorificación de la vida adúltera y del libertinaje de impulsos y deseos. "¿Quién condena a esta mujer en el libro?", se preguntaba el fiscal: "Nadie. Esa es la conclusión". Allí está la clave inmoral de Gustave Flaubert, que, aunque escribió una novela magistral, no deja una enseñanza moral. Por tal razón el libro debía sacarse de circulación y sobre el autor debía caer "toda la severidad de la ley". El jurado terminó fallando a favor del escritor por falta de mérito, pero el fiscal no cejó en su tarea: el mismo año logró que se prohibieran seis poemas incluidos en Las flores del mal, de Charles Baudelaire.
La sexualidad es, tal vez, el tópico más referido en cuestiones de censura. El gran Gatsby, de Francis Scott Fitzgerald, por ejemplo, fue prohibido por ello. Y a nadie sorprende que otro gran clásico de la literatura como es el Marqués de Sade haya sufrido y todavía sufra continuas censuras: aún hoy hay ciertos países de Asia en los que no se puede leer La filosofía en el tocador, por ser considerado un libro pornográfico.
Hay libros que fueron censurados por razones absurdas: cuando se estrenó la película "El mago de Oz", el libro fue prohibido en varias ciudades norteamericanas porque Judy Garland —que interpretaba a Dorothy— era drogadicta. Y por si eso no bastaba, el libro, además, abordaba ciertos temas "relacionados con la brujería".
Veinte años atrás, Moby Dick no se podía leer en las escuelas de Texas porque entraba "en conflicto con los valores de la sociedad". Asumimos que la referencia velada es a la estrecha amistad entre Ismael y Queequeg. Hay ciertos de funcionarios que leen de una manera demasiado literal y, en lugar de pensar al conflicto como un agente productivo para abrir debates, prefiere evitarse el problema y silenciar esas voces disonantes.
Cerramos esta lista de 10 libros clave censurados y que hoy integran el Partenón de Minujín con el gran clásico español La casa de Bernarda Alba. Con esta obra teatral, Federico García Lorca llegó al punto más alto de su madurez artística, siguiendo la línea que había iniciado con Yerma y Bodas de sangre. Pero, como sabemos, en su caso, la tragedia fue extrema: este poeta y dramaturgo único fue perseguido por el ejército de Franco y murió fusilado apenas un mes después de que el dictador llegara al poder.
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