La vida de Pablo Escobar tiene todas las características del héroe trágico moderno. No es casual la profusión de libros que lo toman como protagonista, así como la cantidad de películas y series de televisión y streaming. Su actualidad se sostiene a fuerza de ser un motor constante de relatos.
Pero hay otro Pablo Escobar, uno diferente al personaje público, al que poquísimas personas han tenido acceso. Es a partir de esta relación íntima, que su hijo Juan Pablo se ha propuesto acabar con las ambigüedades, errores y falsedades que rodean al capo narco más famoso de la historia. Con su nuevo libro, Pablo Escobar in fraganti: lo que mi padre no me contó (Planeta), que funciona como una suerte de continuación de Mi padre, Juan Pablo registra los diálogos que mantuvo con los enemigos de su padre. Pero antes que un ajuste de cuentas, el libro busca encontrar un resquicio donde el perdón mutuo sea posible. Un camino difícil en el que aparecen varios obstáculos; el mayor: la imbricada red de relaciones entre el poder político y narcotráfico.
El jueves pasado, Juan Pablo Escobar presentó Pablo Escobar in fraganti en el auditorio de Grandes Libros y mantuvo un diálogo abierto con el público durante casi una hora y media en el que habló de todo: los últimos días de Pablo Escobar, la participación de los Estados Unidos, la situación contra las FARC, etc.
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Estas son sólo algunas de las muchas preguntas que respondió:
—Quería preguntarte por cómo continuó la relación con la familia de tu padre, con tu abuela y tu tío.
—Es un tema que me ha dolido mucho hacer público, pero es una realidad innegable. Después de la muerte de mi padre yo tuve una reunión con el cartel de Cali y ahí me encontré con que mi propia abuela estaba del otro lado. Fue muy duro ver cómo le pedía a los jefes del cartel que, antes de que me mataran, vieran cómo se iban a repartir los bienes que estaban en cabeza nuestra. Eso me dio a entender claramente que ella había tenido una participación activa en los días finales de mi padre. La verdad es que hicimos muchos intentos por reconciliarnos con ellos, pero para eso se necesita la voluntad de las dos partes. Ellos todos los días de su vida me atacan y yo todos los días los perdono. Me da más pesar aún decir y sostener que le debo mucho más respeto a mis propios y a mis peores enemigos, aquellos que heredé de mi padre, que a la propia familia paterna.
—¿Pablo Escobar tenía vínculos con los grupos mafiosos de Cosa Nostra, en particular con Toto Riina?
—En aquella época, y aún hoy, hay un gran déficit de narcotraficantes. Hay más adictos y más consumidores de drogas que narcotraficantes con la capacidad de abastecer el producto. En aquel entonces mi padre no tenía intereses en Italia por una razón sencilla: nunca daba a abasto. Su gran cliente fueron los Estados Unidos. En el caso concreto de Toto Riina, tuve la oportunidad de conocer muy de cerca su historia porque me la contaba permanentemente mi padre. De hecho, no me equivoco cuando digo que la capacidad de mi padre de desafiar al Estado colombiano la aprendió de la historia de Toto Riina.
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—Hace poco el presidente Santos recibió el Premio Nobel de la Paz. ¿Creés que Santos está relacionado con el narcotráfico?
—El premio Nobel fue merecido y fue útil para continuar adelante con el proceso de paz que estaba destruido por el uribismo, que inclinó la balanza al hacerle creer a 46 millones de colombianos a través de 50 mil votos, que la mejor idea que debíamos tener como país era seguir matándonos los unos a los otros por los próximos 50 años. Y si tuviera alguna noticia sobre la relación con el narcotráfico del presidente Santos, estaría publicada. No me tiembla la mano. Pero no tengo ningún elemento que me permita asegurar algo así.
—¿Por qué Estados Unidos tiene siete bases militares en tu país?
—Por el prohibicionismo. Es una gran excusa decir "Ustedes no saben hacer las cosas, nosotros sí". Así tienen la capacidad de influir política y militarmente. Pueden decidir quién se sube, quién se baja, a quién quitan y a quién ponen. Son los que califican en el mundo quiénes colaboran bien o mal en la lucha contra las drogas. Pero, si lees este libro, parece que nos están calificando los que más les gusta el negocio.
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—¿Algún movimiento político te ha propuesto someter tu nombre a votación popular? En el caso de que haya sido así, ¿cuál fue tu posición?
—Me lo han propuesto un par de veces, pero nunca me interesó el tema de la política. Los hombres de paz somos apolíticos. No tengo ningún interés en inmiscuirme y sería insultar el legado de la experiencia cometer exactamente el mismo y el peor error de mi padre, que fue querer ingresar a la mafia más organizada de todas.
—Alguna vez dijiste que lo más difícil para escribir fueron las últimas 72 horas de tu padre. En relación a eso, quería preguntarte: ¿tu papá se mató o lo mataron?
—Mi padre siempre habló de la posibilidad del suicidio. A los 23 años le dice a sus amigos "Si a los 30 no tengo un millón de dólares me pego un tiro". Una vez que tenía más que ese millón, termina acuñando la frase "Preferimos una tumba en Colombia a una cárcel en los Estados Unidos". Y cuando la Policía comienza a torturar y desaparecer personas, mi padre sabía que la garantía de Justicia para él estaba limitada, por lo que toma la decisión de suicidarse en caso de verse rodeado. Me empieza a decir "Tengo 15 tiros en mi pistola, 14 van a ser para mis enemigos y el último lo guardaré para mí". Llegamos hasta el extremo de que me enseñó la manera como yo debería suicidarme si es que nos veíamos rodeados por la Policía. Me explicaba por qué el tiro no podía ser ni en la boca ni en la frente ni en la sien, porque podía desviarse y no causar un daño definitivo. Los médicos forenses que realizaron la autopsia le hicieron llegar un mensaje muy concreto a mi familia: habían sido amenazados para alterar el informe porque obviamente la policía, las autoridades y los enemigos consideraban una última derrota que Pablo Escobar se hubiera suicidado y nos les hubiera dado el gusto de atraparlo o de ser ellos los que dispararon. No tengo dudas de que mi padre se suicidó y la particularidad del informe forense es que el tiro que termina con la vida de mi padre es en el oído derecho, justamente donde siempre me dijo que se lo pegaría.