Aramburu: “No hay nada admirable en quienes tratan de construir un paraíso social con sangre ajena”

El autor de “Patria”, una de las novelas del momento, habló con Infobae sobre la construcción de su libro monumental, sus rutinas como escritor y su postura personal con respecto a la violencia armada

Fernando Aramburu es el autor de “Patria”, una de las novelas del momento.

Fernando Aramburu (San Sebastián, 1959) llegó a Alemania en 1984 y por amor. Tres décadas después, el narrador, ensayista y poeta vasco sigue viviendo en ese país, con su esposa alemana (madre de sus dos hijas), y es en Hannover, la ciudad que eligieron para continuar sus vidas, desde donde ahora escribe sobre sus temas y sus obsesiones de siempre. Su último libro, Patria, es una novela que cuenta, a través de la historia de dos familias de un pequeño pueblo de Guipúzcoa, el entramado nacionalista y la deriva ciega y fanática de aquellos que buscaron en la violencia la estrategia para terminar con años de opresión y silenciamiento del pueblo y la cultura vascos. Aramburu, quien se declaró hace tiempo alérgico a los nacionalismos y a la palabra patria, ya había incursionado en el conflicto vasco en el libro de cuentos Los peces de la amargura (2006) y en su novela Años lentos, de 2012.

Gran éxito de crítica y también de ventas, Patria es una novela sobre los efectos de la violencia en las personas y las sociedades pero es, también, una notable reflexión sobre la necesidad del perdón y una obra que acaso por primera vez desde la literatura de calidad —escrita por un autor que se declara de izquierda— le otorga espacio a las voces y el sufrimiento de las víctimas.

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Esta entrevista se desarrolló vía email, en lo que fue un intercambio amable y fluido de correos. Sobre el final, Aramburu dio alas a la ilusión de sus lectores cuando dijo que tenía un viaje pendiente a la Argentina. "Hasta me tienta viajar a nado", bromeó.

“Patria” cuenta el conflicto vasco-español a través de la historia de dos familias que en cierto momento se vuelven enemigas

—Cuando comenzó a escribir, ¿imaginaba que Patria iba a ser una novela tan larga y con tantos personajes y peripecia? ¿Cuánto tardó en escribirla? ¿Quedaron muchas cosas afuera?

—Durante los preparativos, decidí que el peso mayor de la novela recaería sobre nueve protagonistas. Supe, pues, desde el principio que la historia sería larga por cuanto había que prestar atención a un elenco considerable de personajes principales. En total, estuve tres años ocupado con Patria, un plazo de tiempo no especialmente largo para una novela de más de seiscientas páginas; pero hay que tener en cuenta que por fortuna soy un escritor a jornada completa. Algunas cosas quedaron efectivamente fuera y creo que estuvo bien que así fuera. No soy partidario de engordar los libros con páginas superfluas.

—¿Cómo es su rutina como escritor "a jornada completa"?

—No tengo gran cosa que contar. Soy lo que se llama un escritor disciplinado, que pasa largas horas del día sentado al escritorio y trabaja con método y rutina. No estoy exento de manías o, por mejor decir, de ritos personales. Favorezco la regularidad. Todos los días hago las mismas cosas a la misma hora. Cuando escribo novelas, acostumbro fijar en las paredes de mi despacho carteles con el transcurso temporal del relato, esquemas, mapas, avisos varios, etc. No es raro que me acompañe un libro ajeno durante la redacción de cada libro. Y así, suelo definir sus contenidos, el tipo de prosa y cualesquiera ingredientes de la escritura en relación con dicho libro y a veces en contra de él. No sufro escribiendo. Cuando más disfruto es durante la fase de la corrección.

La ETA renuncia a la lucha armada en 2011 (Getty)

—Leí que la última y conmovedora escena de la novela es lo primero que se le ocurrió. Me gustaría saber si Bittori y Miren, las mujeres que son los troncos principales de la estructura de Patria, están inspiradas en personas reales…

—La escena final se me ocurrió bastante tiempo antes de iniciar la escritura de la novela. Me vino de pronto, mientras leía un libro. Combinada con una nota anterior redactada en un cuaderno de apuntes, me dio el hilo tirando del cual surgió la madeja entera. El final de la actividad armada de ETA es el hecho que desencadena la narración. En cuanto a las dos madres protagonistas, he conocido en mi parentela y en el barrio donde viví de niño y adolescente otras mujeres de parecido temperamento. Supongo que me inspiré en algunas de ellas, pero no en ninguna en concreto.

—Dentro de la novela se dan amores de todo tipo y varios enfrentamientos. Amistades fuertes que se derrumban y odios casi obligados. ¿Alguna de esas historias lo conmueve más que otra? Quiero decir, hay alguna de esas historias que tenga más que ver con su propia vida?

—Recuerdo haberme emocionado al escribir ciertas páginas de mi novela. No obstante, esto me lo guardo para mí. De hecho, no me emocionaba mi propia escritura, sino recuerdos tristes, dolorosos, que me venían durante el trabajo. Al lector no debe importarle lo que sintió el novelista. Al lector debe importarle, en todo caso o solamente, el texto.

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—Una de las grandes discusiones se da entre los hermanos Joxe Mari y Gorka, o más bien entre la violencia y la cultura (entendida como la consolidación de una lengua y una literatura) como instrumentos para defender la idea de Patria. ¿Puede desarrollar un poquito esa idea?

—Este tema daría para una exposición dilatada. Digamos, resumiendo mucho, que aunque la formación cultural de los hombres no es incompatible con actos inmorales, incluso delictivos y criminales, la cultura tiene la facultad de frenar nuestros instintos peores. Otra cosa es que, llegada la ocasión, lo haga.

El atentado de la ETA en el Hipercor de Barcelona (1984)

—La izquierda latinoamericana siempre fue proclive a la creación de figuras heroicas y, en este sentido, se dio muchas veces una profunda admiración por la lucha armada de ETA. ¿Hubo un sentido original loable en quienes tomaron las armas?

—No hay nada admirable en quienes tratan de construir un paraíso social con sangre ajena. La izquierda latinoamericana, si es cierto lo que usted dice, debería saber que ETA tiene en su lista de víctimas a más de un izquierdista. Hay por fortuna en España una izquierda democrática y razonable que así lo ve, y yo estoy con ella.

—¿Vivir fuera de España le ha permitido ver los conflictos locales desde otra perspectiva, menos amarrada a compromisos o autocensura?

—Vivir en Alemania ha sido mi única opción. También mi principal perspectiva. En todo tiempo procuré contrarrestar la distancia geográfica con la cercanía emocional. Después Internet acabó con cualquier lejanía. Ahora pienso que no estuvo mal disponer de una visión panorámica y reflexionar y trabajar libre de urgencias.

—Una pregunta tal vez elemental, casi como preguntarle a quién quiere más, si a mamá o a papá: ¿cómo es su relación personal con lo español?

—Llevo lo español sin histeria. Lo asumo como asumo mis rasgos faciales o mi estatura. Ni me exalto ni agito la bandera ni denigro a mi país. No soy aficionado a las pulsiones colectivas. La naturaleza me infradotó para el patriotismo. Amo mi idioma, tengo amigos por todos los rincones de España, he mamado la literatura española como mamé en su día la leche de mi madre. Eso es todo.

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