Por Laura Cukierman.
Nos contamos historias para poder vivir. Si alguien lo sabe es la autora de esta frase: Joan Didion (Sacramento, 1934), sobreviviente de su propia historia y narradora incansable de su tiempo, que a sus 82 años sigue siendo uno de los referentes más importantes del mundo literario y fuera de él.
Objeto de culto, admirada por la elite intelectual, amada por la industria de la publicidad y de la moda es una de las voces más interesantes parar narrar tanto el pensamiento norteamericano como su propio drama familiar. Todo con la misma intensidad de una prosa cruda y certera, sin pretensiones ni sobrecarga de adjetivos. Su poderosa mirada también pisó fuerte en el terreno de la ficción, aunque sus novelas han sido menos reconocidas que sus ensayos y mucho menos traducidas al castellano.
"La novela y el ensayo son como el día y la noche, mejor dicho, como la noche y el día. Escribir una novela es como adentrarse en una noche muy larga y oscura. El ensayo es luminoso, su escritura tiene lugar a pleno sol. No quiero decir con esto que el ensayo sea un género fácil, no lo es ni mucho menos, sólo que escribir ensayo es una actividad racional, mientras que escribir una novela es muy parecido a soñar". Así define la propia Didion lo que siente frente a estos dos terrenos de su escritura.
Didion es una de las mejores representantes del llamado "Nuevo Periodismo" compartiendo merecido espacio con Hunter S. Thompson, Tom Wolfe y Truman Capote. Sin embargo, la señora de las inmensas gafas negras corrió con menos suerte popular y con una carrera más errática que sus colegas hombres.
Didion fue cronista, guionista, crítica de cine, editora de Vogue y colaboradora habitual de Life, Esquire, The New York Times y The New York Review of Books, entre otros medios. Participó activamente en movimientos pacifistas y feministas en los 70 y al mismo tiempo, no dejó de ser una especie de símbolo glamoroso dentro de la movida cultural, a veces muy ligada a Hollywood por su trabajo como guionista junto con su marido, John Gregory Dunne. Ambos hicieron un doble juego en Hollywood como en el resto de su vida. Fueron participantes y también espectadores, nunca se creyeron del todo lo que pasaba en la industria, pero no dejaron de asistir a ninguna de sus fiestas.
Íntima amiga de grandes personalidades y declarada mujer del año en varias oportunidades siempre supo desarrollar una voz escuchada con atención por la mayoría del campo intelectual y político. Obama la distinguió en 2012 con la Medalla Nacional de Artes y Humanidades y en 2015 recibió el National Book Critics Circle Award. Se produjo entonces un renovado y merecido interés por su obra que llevó a la reedición de varios de sus libros, un documental, "We Tell Ourselves Stories In Order to Live", producido y realizado por su sobrino Griffin Dunne, que cuenta con los testimonios de Patti Smith, Vanessa Redgrave, Allison Janney, Graydon Carter, Robert Silvers y Bret Easton Ellis, entre otros, y una biografía editada en 2016 con el nombre de The Last Love Song.
Ecléctica, talentosa, aguda, frívola, acida, divertida, profunda y dramática son algunas de las características que hacen de Didion una figura imprescindible para entender tanto la cultura norteamericana como la mirada de una generación que aun hoy es necesario escuchar y leer. Aquí algunos de sus libros fundamentales.
Empezamos por la no ficción que es el terreno más conocido de Didion y respetamos el orden cronológico porque es una manera justa de leer su propia evolución para llegar, quizás a lo mejor de su estilo, que son sus crónicas personalísimas sobre su novela familiar. Su mirada hacia fuera primero, a la sociedad y al momento en que vive Estados Unidos durante los sesentas y setentas especialmente, al drama social y cultural de esa época y su mirada hacia adentro después, a su propia tragedia familiar. El derrumbe del sueño americano afuera y adentro de la propia casa.
Los que sueñan el sueño dorado
Una antología de las crónicas y los ensayos más importantes de Didion publicadas en diversos libros entre la década del sesenta y el ochenta. Es fundamentalmente una profunda mirada sobre la realidad políticocultural de Estados Unidos, aunque siempre hay referencias a su biografía personal y familiar, y la nostalgia como un elemento presente en casi todos sus relatos. Una selección prolijamente armada donde despliega su capacidad de convertir lo conocido en algo novedoso. Abundan datos, anécdotas personales, ironías, los hippies, John Wayne, la política, la guerra, The Doors, el show y el fashion business, Hollywood, el cine, su hija y su marido. La mirada única que traslada el hecho personal en cultural. "Ahora voy a hablar de ser hija de mi época. Cuando ahora pienso en los años sesenta, pienso en una tarde que no tuvo lugar en los sesenta, sino a principios de mi segundo año en Berkeley, un sábado luminoso de otoño de 1953", afirma en una de sus crónicas.
El libro, editado por Random House, contiene las crónicas de "Arrastrarse hacia Belén", una serie de feroces relatos sobre la contracultura que se estaba gestando en la California de los años sesenta; "El álbum blanco", imprescindibles artículos para comprender la década del sesenta y setenta donde Didion comienza a incluir su propia biografía; "Después de Henry", sus escritos tras la muerte de su editor de toda la vida y donde se puede leerse una interesante crítica a la lógica de los medios de comunicación masiva; "Salvador", una narración brutal sobre las consencuencias de la política exterior de Estados Unidos en los llamados países del tercer mundo; "Miami" una serie de extraordinarios relatos sobre la inmigración y el exilio. "Nos contamos historias a nosotros mismos para poder vivir (…) Vivimos completamente, sobre todo los escritores, bajo la imposición de la una línea narrativa que une las imágenes dispares, de esas 'ideas' con las que hemos aprendido a paralizar esa fantasmagoría movediza que es nuestra experiencia real", afirma Didion.
El año del pensamiento mágico
"La vida cambia rápido. La vida cambia en un instante. Te sientas a cenar, y la vida que conoces se acaba." Así empieza uno de los libros fundamentales de Didion, con el que inaugura su faceta como cronista de su propio dolor y también de un género: el non fiction de las tragedias personales.
La noche de 30 de diciembre de 2003, Didion y su marido regresaban de visitar en el sanatorio a su hija internada cuando, antes de sentarse a cenar, él cae fulminado por un infarto. Didion comenzó el libro diez días después del terrible hecho y lo terminó 88 más tarde, en una suerte de ejercicio feroz para no volverse loca -en palabras de la propia escritora-, y exorcizar la angustia más desgarradora que genera la muerte repentina. En cada página va a directo al hueso, sin rodeos, sin titubeos más que los del propio dolor de enfrentarse a la muerte del compañero de cuarenta años y usando como recurso salvavidas el pensamiento mágico: en el caso de ella negarse a tirar los zapatos de Dunne, porque ese hecho confirmaría lo definitivo de la muerte. Él jamás volverá. Quedan entonces los recuerdos, las voces de los amigos que por momentos aturden, la culpa, la necesidad de estar sola y el miedo a la soledad más profunda. Un relato sincero sobre la pérdida y el luto y los mecanismos para sobrevivir a pesar de todo. Con este libro ganó el Premio Nacional de Estados Unidos a la Mejor Obra de No Ficción de 2005 (The National Book Award) y supuso la recuperación de su figura. Además, fue llevado al teatro en varios países y en Estados Unidos protagonizado por su amiga Vanessa Redgrave.
Noches azules
"Hay un tiempo, al acercarse al solsticio de verano y los días posteriores, unas semanas como mucho, en que los crepúsculos se vuelven largos y azules. Son las noches azules. Ocurren en Nueva York. Durante las noches azules uno piensa que el día no se va a acabar nunca. A medida que las noches azules se acercan a su fin (y lo hacen, lo hacen siempre) uno experimenta un escalofrío literal, una visión de enfermedad, en el mismo momento de darse cuenta: la luz azul se está yendo, los días ya se están acortando, el verano se ha ido."
Durante varias de estas noches azules en Nueva York, Didion se enfrentó a otra batalla titánica: la muerte de su única hija, Quintana Roo. Efectivamente, este libro es una suerte de continuación por los mismos métodos de El año del pensamiento mágico, una precuela no deseada. Un intento desesperado por reconstruir la vida a través de la escritura cuando todo estalla en mil pedazos. Y, sobre todo, cuando uno ya está demasiado viejo para tener la fuerza para recogerlos.
Didion utiliza los mismos recursos: escribir y exhibir su dolor, mostrar su fragilidad, ser consciente de que ya no queda mucho tiempo. En Noches Azules, evoca a su hija de 39 años que muere después de agonizar durante meses en el New York Cornell, pero sobre todo a su propia vida, a lo que queda de ella cuando los principales protagonistas ya no están y en su lugar habita la vejez, el otro gran tema de este libro.
"El tiempo pasa" repite como mantra a lo largo del libro, y se da cuenta de que ya no podrá usar nunca más esas sandalias rojas con tacos de diez centímetros que tanto le gustaban. "El tiempo pasa", y confirma así que ya no están los amigos de siempre. Ni los hijos de los amigos de siempre. Ni siquiera su propia hija.
Ahora sólo están los recuerdos, la necesidad imperiosa de memorizar su cara todas las noches, antes de dormir y hacer fuerza para retener su voz en la cabeza. Están las miles de cajas con papelitos guardados por años, con centenares de fotografías, con objetos que no encuentran destino claro y que Didion revisa una y otra vez para evitar que se hagan más borrosos, para no dejar que se esfumen junto con algunos nombres.
Están las preguntas nuevas a los ochenta años. Y también las viejas, que ya no buscan respuestas. Y está la intimidad de una las leyendas vivas más queridas de Estados Unidos, porque, así como Noches Azules desnuda la fragilidad de alguien que se quedó totalmente sola en su mundo más íntimo, también nos muestra el mundo privado y algo egocéntrico de una vida que tuvo grandes momentos, y que pasó muy rápido. Como el tiempo. Como la misma definición que Quintana Roo le da a su madre sobre la muerte: el tiempo pasa y como cuando muere alguien, no hay que darle más vueltas.
"El tiempo pasa / ¿Es posible que yo jamás me lo hubiera creído? / ¿Acaso me creía que las noches azules podían durar para siempre?", le contesta Didion de alguna manera a su hija en este libro.
Una liturgia común
Para salir un poco de tanto dolor, es momento de pasar a la ficción de Joan Didion, la parte menos conocida de su obra, pero con una prosa tan personal y reconocible como la no ficción. Lamentablemente hay muy poco traducido de Didion, aunque una de sus mejores novelas tuvo la suerte de ser editada en castellano.
Una lituragia común (A book of common prayer, su título original) fue editado originalmente en 1977 y es la tercera novela de Didion, donde mezcla parte de sus tópicos más importantes con la misma economía de recursos que en sus ensayos: la política, la cultura norteamericana, los vínculos familiares y especialmente la relación madre e hijos.
Didion narra, cuenta, y lo hace de forma clara, sencilla y directa. Conmueve sin artificios. En este caso para relatar lo que sucede en Boca Grande, una imaginaria república centroamericana gobernada despóticamente por la familia Mendana, cuyos integrantes se reparten la presidencia y demás cargos de Estado. Pero el verdadero poder lo tiene una norteamericana de nombre Grace Strasser-Mendana, quien heredó el 59,8% de la tierra cultivable de su marido, Edgar Strasser-Mendana. Ella es una antropóloga jubilada, desilusionada, y es la narradora de la novela, que da cuenta del paso por la isla de Charlotte Douglas, también norteamericana, la verdadera protagonista de esta historia. Ambas mujeres se enfrentan a un escenario dominado por la corrupción, el poder, la miseria y los engaños.
Didion mantiene al lector atrapado hasta último párrafo valiéndose de su más poderoso recurso: la narración. En este libro se puede ver la potencia de la prosa de Didion en la ficción y como sus recursos, que parecen casi los mismos que en el ensayo, funcionan de manera impecable.
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