¿Cómo nacen las historias? ¿Qué caminos siguen hasta encontrar al escritor que querrá contarlas? El 5 de enero de 2009, Leila Guerriero se topó con un artículo que hablaba del Campeonato Nacional del Malambo, el evento principal del Festival de Laborde, Córdoba: "Los atletas del folklore ya están listos", era el título. La cruza impensada entre "atletas" y "folklore" la atrapó. Así descubrió que, aunque sin la notoriedad de otros certámenes, el de Laborde era el más prestigioso de las danzas folklóricas argentinas, y era tan exigente, además, que la preparación de los participantes exigía un ejercicio comparable al de los deportistas de alto rendimiento.
El campeonato comenzaba ese mismo día y duraba hasta el fin de semana. Guerriero no lo pensó dos veces: se fue a Laborde para escribir una crónica. "Fui queriendo contar la historia del festival", explicaba, "y, entonces, una noche vi sobre el escenario a un tipo del que nadie me había hablado, que no era favorito, que era bajito para la estatura de los otros bailarines. Lo vi bailar y me volví loca. Me deslumbré. Fue como un flechazo. En ese instante me di cuenta de que la historia no era el festival, sino este tipo."
El bailarín se llamaba Rodolfo González Alcántara y Guerriero lo siguió durante dos años y medio: lo veía entrenar, hablaba con su mujer y su familia, lo acompañaba en las competencias. Fue una relación tan cercana que por momentos ella dejaba de prestarle atención para mirarse a sí misma. Una historia sencilla, el libro que cuenta la vida de González Alcántara, se mueve en dos sentidos: por un lado, avanza sobre el hombre que ordena su mundo esperando llegar a esos cinco minutos en los que debe brillar y consumirse; por otro, indaga el rol y los límites del cronista. "No sé si estoy pensando en él, en mí o en los dos" es una pregunta frecuente en la que Guerriero se expone cada vez.
Billy Elliot meets el malambo
Aunque se publicó en 2013, Una historia sencilla vuelve a ser noticia. La editorial estadounidense New Directions, la misma que publica a Jorge Luis Borges, Roberto Bolaño y César Aira, ha decidido incluir a Leila Guerriero en su catálogo. El libro tiene todo lo necesario para funcionar con lectores de otros países y otras lenguas: un héroe anónimo, una trama de sacrificio y épica, una prosa tersa, una aproximación limpia al relato social del campo argentino. Y también el aval de dos enormes figuras de la literatura: Ricardo Piglia dijo que Una historia sencilla era "una novela de no ficción, una novela verdadera"; Mario Vargas Llosa escribió que Leila Guerriero demuestra "que el periodismo puede ser una de las bellas artes".
El miércoles pasado, a modo de festejo por la publicación inglés, Leila Guerriero mantuvo un diálogo público con Mariana Enriquez —autora de, entre otros, Bajar es lo peor y Los peligros de fumar en la cama— en la librería Eterna Cadencia. Fue una charla muy agradable ante un público que desbordó la capacidad de la sala, incluyendo a varias personalidades del ambiente literario, entre otros: César Aira, Ignacio Iraola, Florencia Ure, Victoria De Massi, Mauro Libertella, Mónica Yemayel.
Con Mariana Enriquez haciendo las veces de entrevistadora, hablaron de cómo Una historia sencilla rompe con el estereotipo de la literatura latinoamericana. "Se espera", dijo Guerriero, "a la chola con la llama o el narco con la pistola llena de cruces de plata. Creo que el interés de mis historias es que tienen algo de 'Pinta tu aldea y pintarás el mundo'. Una historia sencilla es la historia de Billy Eliot en la pampa: la historia de un tipo pobre que quiere ser artista y quiere ganarse la vida con eso. Hay una empatía que tiene que ver con la tragedia de no poder vivir de tu vocación. Y este tipo estuvo dispuesto a hacer cualquier cosa para alcanzar su sueño".
—Sé que Una historia sencilla tuvo una traducción al inglés previa que no te había gustado. ¿Por qué?
—Si decido permitir que se traduzca, sé que voy a tener que renunciar al control obsesivo que tengo con el lenguaje. La criatura tiene que nacer en otra lengua. Pero la traducción debe mantener algo del ritmo, del tono, de la atmósfera que quiero transmitir. No solo son las palabras sino cómo suenan esas palabras: el fraseo, la respiración. Eso que está por detrás y que termina siendo el estilo. En este libro, y yo diría que en general, intento tener una voz muy asertiva, muy taxativa, muy tajante, muy cortante, muy tozuda. No son libros blandos. La traducción anterior, para empezar, estaba repleta de una cosa a la que yo directamente soy alérgica, que son los puntos suspensivos. El punto suspensivo ablanda la narración. Por supuesto que los uso cuando transcribo el diálogo entre dos personas y en ese diálogo hay puntos suspensivos, pero con mi voz jamás usaría puntos suspensivos. Le daba una atmósfera dubitativa al libro que estaba en las antípodas de lo que es mi voz.
Legitimaciones
Durante años, los escritores querían buscaban ser convocados por editoriales españolas que les aseguraran una distribución en toda América latina. España "legitimaba" una obra. Pero hoy, muchos escritores prefieren que los publiquen distintas editoriales independientes de la región, lo que implica una mejor circulación y una llegada más profunda en cada país. ¿Es el inglés el nuevo árbitro?
El libro más reciente de Mariana Enriquez, Las cosas que perdimos en el fuego, acaba de ser publicado por la editorial Crown/Archetype. "Publicar en inglés es como el premio mayor", dijo. "Pero muchas reseñas dicen 'El debut de Mariana Enriquez'. Y yo no tengo 80 libros, pero este no es el primero: es el primero en inglés. ¿Cómo te relacionás con eso?"
"Hay una especie de validación en la traducción al inglés", dijo Guerriero, "y, sobre todo, al inglés en Estados Unidos, donde se traduce muy poco. Está la idea que ser traducido al inglés te abre el mercado: como el inglés es casi un esperanto, otros editores en otras lenguas pueden leer tu libro, lo que hace que potencialmente haya más gente que te lea. A mí, más que el idioma, me produce orgullo estar en una editorial como New Directions o ser traducida por Christian Bourgois en Francia el año que viene. Son editoriales con un fondo editorial que me interesa, y también está el síndrome fetichista del autor: '¡Voy a poner mi libro al lado del libro de Anne Carson!'. También, y esto lo sabemos los escritores, nadie se transforma en millonario o tiene súper ventas al día siguiente de ser traducido. Mis expectativas son muy tranquilas: ¿se venderán 100, 200, 300 libros? Me parece bien que el libro salga a encontrar nuevos lectores, pero la validación… En su momento llegar a publicar en España era el lugar de validación para un escritor latinoamericano. Los circuitos de validación y prestigio cambian y a lo mejor mañana va a ser prestigioso que te publiquen en la China. Alguien decía que quería ser un fracaso en la China: vender nada más que 30 millones de ejemplares. Sería un lindo fracaso."
>>> Ingresá en Grandes Libros y opiná sobre los libros de Leila Guerriero y Mariana Enriquez.