En el universo literario que Gloria V. Casañas va construyendo novela tras novela, Noche de larga luna (Plaza & Janés) podría funcionar como un "spin off" de La salvaje de Boston. Esta nueva historia está protagonizada por Juliana Balcarce, la hija de una de las maestras bostonianas que llegaron al país en tiempos de Domingo Faustino Sarmiento y un cacique pampeano, que viaja a Massachusetts para estudiar y convertirse en médica.
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Estamos en 1891 en el pueblo de Amherst, a punto de celebrar la Navidad. Juliana pasa los días en el Seminario para Señoritas de Mount Holyoke —el mismo colegio de Emily Dickinson— y, tomada por un espíritu aventurero indómito, suele salir a recorrer el pueblo montada en su yegua, Pretty. Es durante uno de estos paseos cuando encuentra a David Malcolm desmayado en el bosque. David, descendiente directo de los fundadores del pueblo, ha vuelto de las Guerras Indias —una suerte de campaña del desierto en Dakota del Sur— enfermo y débil, casi ciego, horrorizado por los excesos del ejército que debió presenciar.
Juliana y David parecen ser los típicos héroes de las novelas de fin de siglo, destinados a vivir un romance que prevalece ante cualquier amenaza. Pero la trama se complica. Primero se hace presente el enfrentamiento de ambas familias —los O'Connor y los Malcolm—, que viene desde tiempos inmemoriales; pero sabemos que el amor triunfa siempre que se encuentran Romeo y Julieta. Entonces, se agrega una nueva crisis: el indio Ismael, íntimo amigo de David, también se enamora de Juliana.
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Los distintos orígenes de los personajes son funcionales al conflicto de dos cosmovisiones —la anglosajona y la india— en pugna. Gloria Casañas, que en una entrevista a la agencia de noticias Télam dijo que escribió esta novela con la intención de volver a valorar el sentido espiritual de los festejos navideños, agrega aquí la leyenda indígena de la "Noche de Larga Luna", a través de la que se puede dejar atrás el pasado y renovar el presente. Por primera vez los viejos rencores y los secretos familiares tienen la oportunidad de desaparecer. Sólo falta la predisposición del corazón.
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