"No es justo que eso te lo guardes para vos. Sería una pieza que podría ilustrar a muchos. Que abriría los ojos sobre cómo es para un periodista vivir en medio de un maremoto semejante". La frase, contenida en el prólogo de Cabezas. Un periodista. Un Crimen. Un país, de Gabriel Michi (Planeta), le pertenece a un colega del compañero de coberturas del fotógrafo asesinado en Pinamar hace ya casi veinte años.
Ese reto afectuoso es el disparador para uno de los libros periodísticos más necesarios de los últimos años. Se esperaba mucho el relato de Michi sobre los días previos y posteriores al asesinato más brutal contra un periodista en democracia. Quizás la demora estuvo en el prudente respeto a la familia y la memoria de José Luis Cabezas.
Sin embargo Cabezas no es sólo el registro cronológico de las actividades y coberturas que esta pareja de periodistas de la revista Noticias hacía en Pinamar, el balneario central para la farándula política y empresaria en los 90. Es sobre todo, un manual de estilo protagonizado por dos trabajadores de carne y hueso. Las alegrías, las frustraciones, los valores y los miedos de dos personas que se dedican a buscar a la noticia.
No fue un apriete
La primera parte del libro trata de cómo se logró la trascendental foto de Alfredo Yabrán caminando tranquilo junto a su esposa por la playa. Un documento que, al decir del propio empresario, no tenían ni los servicios de inteligencia; un hallazgo periodístico que consiguió ponerle cara a quien Domingo Cavallo, por aquel tiempo ministro de Economía, había denunciado como responsable de "una mafia enquistada en el poder".
Michi desenrolla la madeja de hechos tomando como partida la trágica madrugada del 25 de enero de 1997 y cómo la estructura policial bonaerense y municipal los intimidaba con mensajes que decían que iban a pagar caro por lo que habían hecho. El libro entierra la teoría del "apriete que se fue de las manos" para demostrar que la banda de Los Hornos, reclutada y comandada por el policía Gustavo Prellezo, secuestró a Cabezas con el objetivo de matarlo.
Michi cuenta, entonces, cómo fueron las horas que siguieron al asesinato de su compañero, marcadas por el dolor y la sospecha de que Yabrán era el responsable. El libro retoma los indicios que surgieron del poder real y político para desviar la atención de los responsables directos y periféricos, con la intención de poner la mirada en personajes como Pepita la Pistolera. El lector se reencuentra así con aquellos protagonistas que supieron ocupar las horas centrales de la televisión, como también el ejército de vigiladores y custodios del empresario sospechado, comandado por Gregorio Ríos.
La investigación que interesaba a García Márquez
La crónica pone en contexto la presencia de un elemento clave para saber la verdad: el Excalibur, el sistema brindado por Estados Unidos que permitió descubrir cómo desde hacía meses se cruzaban llamadas los responsables del asesinato.
Michi logra transmitir sus propias sensaciones en el difícil lugar de periodista y protagonista de la historia. Cómo se fue un rato antes que Cabezas de la fiesta organizada por el empresario postal Andreani. Cómo se enteró de la noticia. Cómo debió ir a reconocer el cuerpo de su amigo asesinado en la macabra cava de General Madariaga. Sus primeras sospechas. Las amenazas que recibieron él y la familia del fotógrafo. El camino hacia el juicio en Dolores, las condenas, las liberaciones.
Para narrar el proceso judicial, Michi convoca a los periodistas encargados de reflejar la noticia para los distinos medios escritos, radiales y televisivos de ese entonces. Todos coinciden en que profesionalmente el caso Cabezas fue un antes y un después. Algunos van más allá y cuentan los matrimonios que surgieron en Dolores y que continúan en la actualidad. El dolor por la muerte de un colega se mezcla con la diversión de las guardias periodísticas, que en muchos casos ofrecen escenas desopilantes. Gustavo Carabajal, por aquellos años becado en la escuela de Nuevo Periodismo Iberoamericano, refiere el interés que la cobertura despertaba en Gabriel García Márquez.
Párrafo aparte merece el capítulo dedicado a la muerte de Yabrán en un campo de Entre Ríos y por qué todavía hoy se sigue sospechando de su verdadera desaparición física.
Un libro imprescindible
El libro cuenta también el Cabezas familiar. Ese "chabón bravo", como le gustaba llamarse, preferido de los artistas a la hora de las producciones fotográficas. Un hombre que apenas llegaba a fin de mes pero que amaba lo que hacía. Y, del otro lado, uno de los hombres más poderosos de Argentina, temido por los gobiernos de turno.
El libro de Gabriel Michi es imprescindible para el periodismo argentino, que se inscribe en la frase creada por la familia de José Luis: "¡No se olviden de Cabezas!"