Murió Josefina Ludmer

La reconocida crítica y académica murió anoche, víctima de una larga enfermedad.

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Ludmer cambió la manera de
Ludmer cambió la manera de leer la literatura del siglo XX

Josefina Ludmer —la "China", como le decían sus amigos— es una de las referentes imprescindibles de la literatura argentina, alguien que mantuvo el pensamiento crítico aún en las épocas más oscuras del país. Profesora de Literatura Latinoamericana en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA desde 1973, tras el golpe militar continuó dando clases en su casa, formando parte así de una universidad paralela conocida como la "Universidad de las Catacumbas". Recién volvería a la UBA tras el retorno de la democracia, en 1984. Para entonces ya había estudiado el doctorado en la Universidad de Princeton y recibido la prestigiosa beca Guggenheim.

"Josefina era una iluminación", la recuerda con emoción el crítico Daniel Molina. "En la carrera de Letras, con genios como Enrique Pezzoni, David Viñas, Beatriz Sarlo, Nicolás Rosa, Ramón Alcalde (su ex marido) y muchos otros de ese nivel, Ludmer estaba más allá de todo. Era otra cosa. Siempre miraba más lejos, siempre mostraba algo que nadie había visto. Tuve la suerte de cursar cuatro seminarios con ella y luego ayudar en la organización de otros dos que dio en el Centro Cultural Rojas (lo hice junto a Tamara Kamenzsain): uno sobre la Poesía Gauchesca y otro sobre la utopía del año 2000 (que lo dictó en el mismo 2000). La vi en Yale en 1999. Fui su amigo desde que la conocí. Era única. No conozco a nadie que haya estudiado con ella, que la haya tratado como profesora o intelectual, y no se sienta transformado. Fue una verdadera maestra. La formadora de los mejores intelectuales argentinos de las últimas tres generaciones".

Ludmer integró la nueva camada de críticos que modernizó la carrera y planteó nuevos objetivos y modos de lectura. "Si uno piensa la literatura desde el punto de vista de una práctica autónoma", decía en una entrevista pública de hace un par de años, "no puede someterse a una división del estilo 'presidencia tal', 'literatura tal'. Eso es someter la literatura a lo político, a una historia política, cuando la historia misma está buscando modos de dejar de ser una historia meramente política y plantearse como historia de la intimidad o historia de los cuerpos o historias de cualquier otra cosa".

Con brillantez para reconocer los clásicos de la época, entre sus libros se destacan: Cien años de soledad. Una interpretación (1972), Onetti: los procesos de construcción del relato (1977), El género gauchesco. Un tratado sobre la patria (1988), El cuerpo del delito. Un manual (1999), y Aquí América latina. Una especulación (2010). Cada uno de sus trabajos supuso una nueva interpretación de la literatura argentina y latinoamericana.

“Me interesa el problema de
“Me interesa el problema de los clásicos del siglo XX aquí en América latina y en Argentina”, decía Ludmer en Aquí América latina.

Hace algunos meses, la editorial Paidós publicó el volumen Clases 1985. Algunos problemas de teoría literaria. "El libro", dice el crítico español Antonio Jiménez Morato, "está lleno, repleto, de citas posibles, de pasajes memorables". Por ejemplo, aquel en el que Ludmer avanza sobre las teorías de la especificidad desde los formalistas rusos hasta Derrida, un capítulo lleno de rispideces en el programa de estudios. Entonces una alumna desde el fondo dice que no entendió nada:

"Ludmer", explica Jiménez Morato, "les recuerda a los estudiantes que el objetivo del seminario no es tanto desentrañar determinados textos como aportar herramientas para el pensamiento. Les dice abiertamente que es muy posible que sigan transitando por el resto de las clases sin comprender nada, pero que en el momento en que tengan esas ideas latentes en su cerebro y emprendan la lectura de producciones literarias concretas, van a comprender el verdadero alcance del seminario. No se trata de aprender material sino de conocerlo y prepararse para su uso."

Josefina Ludmer murió anoche. Tenía 77 años.

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