La mirada de Hebe Uhart sobre los pueblos originarios

La escritora presentó “De aquí para allá” (Adriana Hidalgo), un nuevo libro de crónicas en el que visita a las comunidades indígenas de América latina.

Guardar
Alguna vez el escritor Rodolfo
Alguna vez el escritor Rodolfo Fogwill dijo que Hebe Uhart era la mejor narradora argentina.

A Hebe Uhart siempre se la lee en un estado cercano a la felicidad. Será su tono aparentemente ingenuo. Serán las picardías con las que sorprende a cada página. Será que Uhart, como dice Elvio Gandolfo, se encuentra entre aquellos escritores —como Eudora Welty, Felisberto Hernández, Clarice Lispector— en donde el modo de mirar produce un modo de decir. Y de esa mirada surge De aquí para allá (Adriana Hidalgo), un libro de crónicas dedicado enteramente a las comunidades indígenas.

Este nuevo trabajo llega después de Viajera crónica (2011), Visto y oído (2012) y De la Patagonia a México (2015), una serie que parecería haberla alejado definitivamente de la ficción. "Lo que me trae la crónica", explica, "es que el personaje al que puedo ver o escuchar tiene un registro que yo no puedo inventar". Por ejemplo, en la visita a Viedma conoció a Teresa Epuyén, una mujer mapuche que cuando miraba box por televisión le pedía al padre que le boxeara un poquito. "Eso a mí, que vengo de la Facultad de Filosofía, jamás se me hubiera ocurrido".

Uhart, que ya en el libro anterior había contado la charla que mantuvo con un descendiente del cacique Ignacio Coliqueo en Los Toldos, admite que no tiene muy en claro qué la llevó a escribir sobre los pueblos originarios —"Cuando tengo una inclinación, primero la sigo y después me pregunto por qué", dice en el prólogo—, aunque reconoce que se había fascinado desde la lectura de Una excursión a los indios ranqueles, de Mansilla. "Como Don Quijote, que iba impulsado por los libros de caballería, me largué".

El nuevo libro de crónicas
El nuevo libro de crónicas de Hebe Uhart está completamente integrado por textos sobre pueblos originarios

Parece terriblemente fácil equivocarse al escribir un libro como De aquí para allá, pero Uhart evita rápidamente cualquier error. Ella quiere mirar, es decir: entender. Describe con visión panorámica, como un ojo en 360°. No cae ni en lo políticamente correcto, ni en el naturalismo, ni en la denuncia, ni en la nostalgia, ni en el paternalismo. Uhart recorre, observa y escucha, y más que incorrecciones, errores o faltas, descubre la riqueza de lo diferente. "En mis viajes reforcé mi creencia de que este mundo está hecho de mezcla", sigue en el prólogo, "y en todas las etnias que visité encontré lo antiguo mezclado con lo actual". Así hay indios de Chaco que mezclan la lengua quom con el español, el italiano y el eslavo. Hay quienes abrazan Cristo y también los que se desorientan ante la materialidad de la Biblia ("¿Cómo puedo creer en un papel? En un papel escriben cualquier cosa"). Hay quien dice "Somos una nación dentro de una nación más grande" y quienes nombraron a sus hijos como Juan Domingo, María Eva, Alfonsino.

Los textos tienen mucho humor pero nada de ironía —salvo la que la autora se reserva para sí misma. Uhart hace reír, pero como si lo hiciera sin querer, como si nunca hubiera dejado de ser la nena de Moreno que se divertía escribiendo mientras la familia dormía la siesta. Que tenga humor no significa que sea textos livianos. Y en todos se pone de manifiesto el gran desconocimiento que tenemos sobre los indios. Durante una participación en el Foro de la Fundación Mempo Giardinelli, en Chaco, Uhart fue a visitar a la comunidad toba. Al regreso, le contó a una escritora española que había ido a la escuela y que había conocido al director, que también era toba. "Me miró con estupor y me dijo: 'Pero… pero… ellos visten…' 'Visten como nosotros', le dije. La ecuación es: indio, pobre, ignorante, plumas".

Precisamente, uno de los pueblos que más le llamó la atención fue el de los otavalos, en Ecuador. Una comunidad riquísima que emplea a mestizos y criollos, y en la que los jóvenes que van a la universidad planean ser empresarios y banqueros. Diez años después de haberlos visto por primera vez, volvió a Ecuador por el libro y para confirmar que seguían prósperos.

De aquí para allá se presentó el viernes pasado en el Museo de la Lengua. Entre el público había muchísimos escritores y personalidades de la cultura: María Sonia Cristoff, Ana María Shua, Juan Pablo Correa, Marcial Souto, Damián Ríos, etc. Uhart estuvo acompañada por Elvio Gandolfo, que destacó que "Hebe tiene trucos brillantes que hace que uno se mantenga despierto leyendo el libro. Nunca dejó de ser una aventura leer a Hebe. Tiene un manejo del lenguaje que con el tiempo se ha hecho cada vez más escueto y eficaz. La idea final del libro es múltiple, movediza, y pone en cuestión la soledad de los indios".

Sobre el final, la actriz María Merlino leyó algunos pasajes muy divertidos como este que transcribimos: "En mi habitación [del hotel en Catamarca] no hay espejo, ni en el baño ni en ninguna parte, me peino mirando mi sombra en la pared. Salgo rápido del baño porque está lleno de agua, no me puedo bañar porque no hay agua caliente, ayer había, pero es que la regula la dueña desde abajo. No hay papel higiénico, después me entero que lo venden abajo, a cinco pesos. Pedí que me trajeran toallas y me trajeron dos, muy coloridas eso sí, pero eran como las que uno no sabe si tirarlas o dárselas a un pobre y las tira de miedo a que el pobre se ofenda. Del techo pende una lamparita potente pero lejos de la cama, no sirve para leer, podría correr la cama pero prefiero no innovar, no sea que haya un yacaré en esa madriguera. No bien llegué y quise descansar me asusté porque no podía cerrar la puerta con llave, la llave había quedado chueca y tuve miedo de quedarme encerrada. Pensé: si me quedo encerrada y grito nadie me oiría porque estoy en el primer piso. Pensé: debería mudarme, porque no quiero morir acá, pero estaba tan cansada que el pensar en mudarme me cansaba más".

LEA MÁS:
Cómo escribir una novela en tres meses

Guardar