Pasaron nueve años desde que Michel Houellebecq visitó Buenos Aires por primera vez. Fue en diciembre de 2007, cuando habló ante un público reducido pero entusiasta en el auditorio de la Alianza Francesa. Para entonces ya había publicado novelas importantísimas como Ampliación del campo de batalla, Las partículas elementales y Plataforma, y ya había estado envuelto en una serie de polémicas mediáticas, pero aún no era reconocido por fuera del circuito literario. En aquella oportunidad estuvo acompañado por Alan Pauls, quien destacó la obra del francés como una asombrosa exploración del "repertorio de endemias más representativo y espectacular del occidente contemporáneo".
El jueves pasado Houellebecq participó en una entrevista pública a cargo de Gonzalo Garcés en el Centro Cultural San Martín y la postal fue muy diferente. Desde temprano hubo largas colas para conseguir entradas y el auditorio, con una capacidad para 800 personas, no dio abasto. Lo mismo sucedió ayer cuando dio la conferencia "Los intelectuales abandonan la izquierda" en el Polo Científico y Tecnológico.
¿Qué cambió? Si bien no puede decirse que haya sido únicamente la sincronía fatídica entre el atentado de Al Qaeda a la revista Charlie Hebdo y la publicación, en la misma semana, de su novela Sumisión, en la que un musulmán llega a presidente de Francia, es indudable que la coincidencia hizo que comenzara a resaltar en las agendas. Houellebecq se encontró metido en el ojo del huracán, habida cuenta de que unos años antes había dicho que el islam era "la religión más estúpida" y que al leer el Corán "se te cae el alma a los pies".
Sin embargo, tal como señala Nicolás Mavrakis en el ensayo Houellebecq, una experiencia sensible (Galerna), el tema de esta novela no pasa tanto por el islam como por la fe religiosa: "Houellebecq insiste en repetir que en el mundo actual las condiciones para una fusión con lo sublime han sido minadas. Parodia de la redención y de las pruebas de fe de Job, en Sumisión la resignación se impone ya no sobre los credos sino sobre la voluntad de creer".

Misantropía y religión
En diálogo con Grandes Libros, Michel Houellebecq reconoció que muchos de sus libros "giran en torno a la posibilidad de una nueva religión. Las partículas elementales y La posibilidad de una isla, por ejemplo, giran en torno a ese tema. La metafísica ha destruido a las religiones; es un poder destructor y no constructor. Una época religiosa sobrevendrá necesariamente". ¿Además del islam podría interesarse en otras religiones? "Ahora que viajé a Brasil escuché hablar mucho del movimiento pentecostal y pienso que podría interesarme mucho más que el islam, salvo por el hecho de que no existe en Francia y no lo puedo observar".
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En las dos novelas que menciona, Houellebecq encuentra en la ciencia —a través de la biogenética en una y de la clonación en otra—, y no en la filosofía, las respuestas sobre la condicion humana. En Sumisión, en cambio, el planteo es político-religioso. El protagonista, como todos los personajes de Houellebecq, es un misántropo que se aleja del mundo al comprender que el placer, el deseo y el amor están regulados por la lógica del mercado. Pero es entonces cuando, ante la inanidad de la progresía, el partido Hermandad Musulmana gana las elecciones presidenciales. La trama se llena de tensiones; es un caldo de cultivo en el que Francia queda al borde de una guerra civil y François —los nombres nunca son casuales— al borde del suicidio. "Si de algo se tratan las novelas de Michel Houellebecq", escribe Mavrakis, "es de lo indetenible de todo proceso de degradación".
Si la literatura es un espejo, lo que devuelve la novela de Houellebecq es una imagen ciertamente monstruosa: la de una peligrosa mayoría que se oculta en el anonimato y el desconocimiento, y la de quienes están dispuestos a entregarse irreflexivamente a cambio de mantener una relativa seguridad económica.
Michel Houellebecq: Los intelectuales abandonan la izquierda. #PoloCientificoRightNow pic.twitter.com/VR3ufN37st
— Silvia Mercado (@SilMercado) November 12, 2016
Sumisión transcurre en 2022. El efecto de correr el presente unos pocos años en el futuro —algo que ya había hecho en El mapa y el territorio—, a la vez que sostiene un verosímil, le da a la novela cierto aire premonitorio. Algo que se intensificó cuando poco después de haberse publicado, el musulmán Sadiq Khan fue elegido alcalde de Londres. Houellebecq, sin embargo, rechaza su carácter de vidente:
—Si hubiera querido hacer una profecía —dice—, me habría equivocado porque no es precisamente el islam moderado el que se manifiesta con más ruido en Europa. En Sumisión no describo lo que va a suceder sino aquello que la gente teme que pueda llegar a pasar.
—¿Cómo va a cambiar el mapa del mundo a partir de la presidencia de Donad Trump?
—Desde mi punto de vista, nada va a cambiar.
—¿No va a haber una contradicción más fuerte entre Estados Unidos y el mundo musulmán?
—No. Es más: creo que va a ser más débil. Trump va a intervenir en el extranjero menos que Obama y por lo tanto no va a pasar nada en ese sentido.

Biografía intelectual
Es viernes por la mañana y Michel Houellebecq espera entre paciente y ajeno a que la cámara se ajuste y comience la entrevista. Dos mujeres policía lo acompañan como una sombra: desde que publicó Plataforma en 2001, en la que narra un atentado terrorista en Tailandia, sufre continuas amenazas de muerte. Es una mañana triste porque unas horas antes se enteró de la muerte de Leonard Cohen. "Es una parte de mi juventud que se va", dice. "Hay muchas personas que han muerto recientemente; afortunadamente Neil Young está vivo".
François, el protagonista de Sumisión, es profesor universitario en la Sorbona. Siempre le dice a sus alumnos que para estudiar a un autor hay que leer sus libros en orden cronológico, ya que esa sucesión "traza una especie de biografía intelectual".
—Si siguiéramos ese consejo con usted y sus libros, ¿qué encontraríamos?
—No sé —responde—. Pero en todo caso creo que es la única manera. A menudo el libro que escribes descubre mucho más del libro anterior que de aquello que puedas vivir. A veces me acontece una especie de frustración, de que fallé en algo, la impresión de que no exploré un tema a fondo. Es muy determinante. En Sumisión hablo de Huysmans, que escribió un libro absolutamente increíble como À rebours [A contrapelo]. Es algo que plantea una situación muy rara, porque no se sabe cómo seguir escribiendo luego de un libro tan increíble. Me pregunto cómo hizo para salir de ahí. Eso es verdaderamente lo que cuenta y por eso mismo las biografías no tienen ningún interés. Lo que verdaderamente cuenta son los libros como biografía.
*Agradecemos muy especialmente la colaboración de Cecilia Nuin en la traducción.
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