"El otro día estaba hablando con alguien y de pronto me quedé pensando… Esto que estoy contando como que me pasó a mí, ¿me pasó a mí o le pasó a Mario Conde?", confiesa Leonardo Padura, el escritor cubano que, muchas veces de la mano de su detective amante de los libros y los boleros —protagonista de ocho de sus novelas, entre otras Adiós Hemingway (2001) y la más reciente Herejes (2013)— dinamita el policial desde adentro para rebalsar, con clase y estilo, pero sin perder el suspenso, a la novela negra.
No se puede fumar en el restaurante del hotel y hay en la mesa esqueletos de al menos tres cafés. Pero el ganador del Premio Princesa de Asturias de las Letras 2015, entre otros reconocimientos internacionales, y autor de elogiadas novelas que entrelazan historia y suspenso, como El hombre que amaba a los perros (2009), se mete en la charla con los ojos en gesto achinado, a modo de sonrisa constante, y charla sobre literatura, política y la condición humana.
Ese "otro día" al que se refería en la anécdota sucedió en España. Recientemente estuvo en el Festival de Cine de San Sebastián para presentar "Vientos de La Habana", película dirigida por Felix Viscarret que adapta el mundo literario del escritor cubano vivo más importante, el más vendido, el que se la pasa de viaje cosechando prestigio internacional, pero ni loco viviría fuera de su isla, a la que ama y critica. De hecho, ni siquiera vive fuera del barrio de la infancia, de la casa en la que nació. "Mucha gente me pregunta «¿Y por qué tú sigues viviendo ahí?». Y yo les digo «Porque ahí es donde me gusta vivir»", comenta con sencillez.
Jorge Perugorría es Mario Conde y Juana Acosta, Karina. Ambos nos descubren 'Vientos de La Habana' https://t.co/vqnusWkbQz #cinecubano pic.twitter.com/NHdkFk4PVp
— Casa de América (@casamerica) October 14, 2016
Todavía falta para el regreso. Anda de recorrida por Sudamérica durante tres semanas y a Buenos Aires lo trajo, entre otras actividades, la participación como jurado de Premio Clarín de Novela, que ganó Carlos Bernatek. Tiene cita a inicios de noviembre en Chile, en el Festival Puerto de Ideas en Valparaíso, y a fin de mes en México, en la Feria del Libro de Guadalajara. Después sí va a poder refugiarse en su casa en el barrio habanero de Mantilla para seguir con La transparencia del tiempo, la nueva novela de la saga protagonizada por Mario Conde. "Está terminada en una primera versión. Ahora comienza un proceso que yo considero es el verdadero proceso de escritura", dice.
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—¿De qué consta entonces la primera versión?
—La primera versión es el descubrimiento: cuento la historia, la armo, creo los personajes. Lo que viene ahora es el proceso de limpiar y de darle el vuelo literario que pretendo que tenga cualquier cosa que yo escriba. Porque, aunque hagas novelas policíacas, no hay que descuidar el estilo. En mi caso, las tramas policiacas son menos importantes que toda esa elaboración literaria o esa mirada de una sociedad. Por lo tanto, me queda todavía bastante trabajo por hacer.
—¿La escritura es desde la investigación hasta la edición final?
—La escritura es todo, desde que empiezas a pensar en la idea hasta que investigas, por supuesto cuando escribes y también con lo que lees y lo que discutes con alguien que ve tu manuscrito. Todo es parte del proceso de escritura.
—¿Entonces no se puede decir que tenga una rutina?
—No, rutina no tengo. Nunca estás en el mismo momento de la novela y nunca estarás en el mismo momento de tu vida. Cuando estés escribiendo todo debe ser anti rutinario, porque la rutina lo único que hace es empobrecer el proceso de creación. Lo que sí tengo son horarios. Cuando estoy escribiendo lo hago siempre en las mañanas, desde las 7.30 hasta la una de la tarde. Es mi momento de lucidez. Además, Cuba en el verano puede ser muy calurosa y la mañana es más fresca. No me gusta escribir encerrado con aire acondicionado. Me gusta escribir con las ventanas abiertas y mi ventilador de techo.
—Su personaje Mario Conde tiene varias cosas en común con usted, además de su amor por los libros. Por ejemplo, vive en Cuba, pero a la vez es crítico. ¿Le sirve o lo usa para expresar algunas opiniones?
—Mucho, mucho, mucho. La verdad es que me es muy útil para dar mi visión del mundo. Mario Conde y yo tenemos visiones muy cercanas. Él tiene su historia y yo la mía, él tiene su oficio y yo el mío, pero me ayuda para ver y hablar no sólo de la realidad cubana, que sería elemental, sino también para tener opinión sobre aspectos esenciales de la condición humana, del comportamiento del individuo en determinadas situaciones.
—¿Por ejemplo qué pasaría si Donald Trump gana las elecciones?
—Dentro de unos días vamos a ver qué pasa. La situación en Cuba, claramente va a ser diferente con uno o con otro presidente. No me atrevo a hacer apuestas porque mira lo que pasó en Colombia con la paz. Quien se hubiera imaginado. Yo escribí una crónica para la Folha de São Paulo, donde soy colaborador, que se publicaba el día antes del referéndum. El artículo se llamaba Viva Colombia, y saludaba la paz. Y al día siguiente cuando pasó la elección, es que no lo podía creer. Era algo inimaginable. ¿Votar que no a la paz? Se podría haber votado con muchas condiciones, pero en fin.
—¿Hay, a su entender, realmente un fin del bloqueo a Cuba?
—La situación en Cuba es muy complicada porque se han restablecido relaciones con los Estados Unidos, lo cual es importante, pero el bloqueo sigue existiendo. Recientemente hubo una votación en Naciones Unidas, a petición cubana, para el levantamiento del embargo y por primera vez la delegación norteamericana aceptó. Eso es un paso importante.
—¿Cuál sería un posible escenario a futuro con respecto al embargo?
—Bueno, existe el embargo todavía y la economía cubana subsiste maltrecha. Pero no es sólo por culpa del embargo. Muchas veces se ve ahí al enemigo perfecto para poder culparlo de todo. Creo que internamente en Cuba hay una ineficiencia económica muy grande que los cambios de los últimos años no han logrado resolver. Y hasta tanto las propias estructuras económicas de Cuba no sean funcionales no vamos a resolver los problemas que tenemos.
—¿Qué es lo peor que podría pasar si levantan el embargo?
—Precisamente, lo peor que podría pasar es que Cuba, por ser incapaz de resolver sus propios problemas, necesite otra vez, desde fuera, ayuda. Y una invasión de capital norteamericano a Cuba en un escenario post embargo podría ser algo muy peligroso. Sabemos que es algo muy peligroso.
—Usted escribe, además de novelas, ensayos. ¿Cómo lector que prefiere?
—Me gusta leer novelas, sobre todo. Tengo que leer mucha historia y mucho ensayo cuando estoy escribiendo porque es parte de lo que necesito para la investigación, pero el placer es fundamentalmente con lectura de novelas en general. Me gustan muchos autores norteamericanos, pero también autores en lengua española. La mejor lección de escritura que puede recibir cualquier escritor es la lectura de alguien que escriba bien en su propia lengua. Por eso para mí es tan importante leer autores españoles y latinoamericanos.
—¿Qué novelas interesantes leyó últimamente?
—Me parecieron interesantes Limónov, de Emmanuel Carrère, y Pureza, de Jonathan Franzen. Y seguro algunas otras que ahora se me escapan.
—¿Y de autores españoles o latinoamericanos?
—En los últimos meses he tenido dos trabajos como jurado de concursos de premios literarios, lo cual me ha obligado a leer muchos originales y tal vez por eso haya buscado otras novelas con otras características para leer en mis descansos.
—¿Cuáles son sus clásicos infaltables de lectura?
—Cuando estoy escribiendo siempre leo los mismos autores, en castellano o en otra lengua, y releo algunos libros. Ahora por ejemplo releí un par de novelas de Manuel Vázquez Montalbán, porque su Pepe Carvalho me ayuda a entrar en mi sistema. Hay libros de los que siempre se aprende, como las primeras novelas de Vargas Llosa. Otro autor que releo mucho es Guillermo Cabrera Infante. Tengo afinidad literaria, a nivel de estructura o de lenguaje, de método.
—¿Y escritoras no lee?
—Sí, pero no pienso al leer si es una mujer o un hombre. Para mí es un escritor. Por ejemplo, leí hace poco uno de los libros de Svetlana Alexievich, la bielorrusa que ganó el premio Nobel pasado: Los muchachos del zinc, que es sobre la presencia soviética en Afganistán. Fue un libro que me gustó, pero al que le hubiera cortado la mitad de las páginas, porque creo que en un punto comienza a repetirse. Pero eso no tiene nada que ver con que sea una mujer o con que sea un hombre. La estoy mirando como a un escritor. Y creo que la literatura no debe, en mi opinión, partir del género de la persona. Lo que más puede valorizar a un individuo es su pertenencia al género humano. Si es hombre bien, si es mujer también. Si su preferencia sexual es una o es otra, también. Eso es un problema personal, absolutamente privado. Y tiene que ver con la literatura, por supuesto, porque el individuo que tú eres determina el escritor que eres, pero que a la hora de valorarlo no me interesa decir "Este escritor que es gay". Eso sí sería algo que no le haría justicia a la literatura.
—Le preguntaba para saber si entre sus favoritos o lecturas recientes o clásicos infaltables también había alguna mujer.
—Claro. Una novela de Rosa Beltrán, una escritora mexicana, leí hace poco. Y a ver, a ver, a ver. Y qué otra cosa… En esto de los concursos es complicado porque uno no está seguro, como son libros que vienen con pseudónimo, pero hay varios que leí y estoy casi convencido que eran de mujeres. Algo me dice ahí que son autoras.