William Finnegan es un periodista de raza, un todoterreno con casi cuatro décadas de experiencia que escribe sobre la segregación racial, la desigualdad económica en los Estados Unidos, el narcotráfico. Como corresponsal de guerra para The New Yorker cubrió conflictos en todo el mundo: desde Sudán hasta los Balcanes. En pleno apartheid viajó a Johannesburgo para dar a conocer a los reporteros de color que reunían información para los periodistas blancos, y, años más tarde, vivió de cerca la guerra civil en Mozambique. Desde 1984 mantiene, además, una columna donde aborda los problemas de la inmigración en los Estados Unidos y los conflictos de la frontera con México.
Acostumbrado a develar los secretos de los demás, Finnegan, sin embargo, guardaba uno propio. Desde su infancia en Hawai hasta el día de hoy, con 63 años, el hombre capaz de evitar las balas de las guerras y sentarse frente a los grandes narcos mexicanos, siempre tuvo una pasión: el surf. Con el tiempo, el amor por el deporte de la tabla y las olas se fue transformando en una obsesión. Todos los días deseaba encontrar un nuevo desafío en el mar. No importaba dónde estaba, él quería volver a surfear. Quería sentir la adrenalina de ganarle a la naturaleza, superar la caída en medio de millones de litros de agua salada, salir vivo y volver a intentarlo. Hawai, California, Samoa, Indonesia, Fiji, Java, Australia, Sudáfrica. En cada momento libre tomaba la tabla y salía a buscar la ola perfecta.
Este año, Finnegan publicó sus memorias: Años salvajes (que en la Argentina llega editado en formato digital por Libros del Asteroide) trae los recuerdos del periodista surfer o del surfista que era periodista y nadie lo sabía. Llama la atención que él haya dicho que escribir este libro fue "como salir del clóset". ¿Qué tabú se esconde cada uno de nosotros? En tiempos en que la intimidad y el sexo se socializan con aparente naturalidad, parecería que la contradicción, para alguien comprometido con los "Grandes Temas", pasa por ser banal. A lo largo de 600 páginas, Finnegan desarrolla una fascinante autobiografía que puede encuadrarse en el relato clásico de la novela de aprendizaje, entrelazando reflexiones sobre el ser humano, la familia, la amistad.
"Es una historia de aventuras, la historia de la sociedad, una road movie literaria, y una extraordinaria exploración en el dominio progresivo de un arte exigente poco entendido". Así definió Años salvajes el jurado que le entregó el Premio Pulitzer de este año.
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