“Casa Tomada” y otras memorias selectivas

Hay lecturas que creemos olvidadas, pero un hecho accidental o azaroso dispara el recuerdo y las trae al presente.

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Julio Cortázar escribió “Casa tomada”
Julio Cortázar escribió “Casa tomada” en 1946. Muchas veces analizado como un relato antiperonista, el autor dijo que se le presentó mientras dormía (Télam)

Estaba en el trabajo, sentada frente a la computadora, atrapada en el aquí y ahora de la rutina, cuando escuché detrás de mí una voz, y a través de esa voz, un texto:

Fui a la cocina, calenté la pavita, y cuando estuve de vuelta con la bandeja del mate le dije a Irene:
—Tuve que cerrar la puerta del pasillo. Han tomado parte del fondo.
Dejó caer el tejido y me miró con sus graves ojos cansados.
—¿Estás seguro?
Asentí.
—Entonces —dijo recogiendo las agujas— tendremos que vivir en este lado.
Yo cebaba el mate con mucho cuidado, pero ella tardó un rato en reanudar su labor. Me acuerdo que me tejía un chaleco gris; a mí me gustaba ese chaleco.

Se hizo un silencio. Dejé lo que estaba haciendo y, como en trance, sin darme vuelta y sin dudarlo un segundo, dije: "Casa Tomada". Mi compañero de trabajo —quien había leído en voz alta— se sorprendió. Yo también.

“Hay historias que nos llegan
“Hay historias que nos llegan a lo más profundo del alma y también de la memoria, se quedan ahí”, dice la autora de esta nota

Hacía mucho, al menos diez años, que había tenido ese cuento de Cortázar entre las manos. Sin embargo, apenas volví a escucharlo, mi mente viajó hacia aquella casa que imaginé cuando lo leí por primera vez y recordé cada una de las sensaciones que me produjo entonces a través de la tristeza, el amor entre ellos y la soledad de esos dos hermanos que van perdiendo espacio en su propia casa.

Hay historias que nos llegan a lo más profundo del alma y también de la memoria, se quedan ahí. Creemos que las olvidamos, que se fueron, pero no, se quedan viviendo con nosotros y cuando menos lo pensamos se hacen presentes.

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Leer no solo me ha llevado a lugares a los que mi mente ignoraba que podía llegar. Cada vez que leo, algo de ese autor queda en mí y ese, creo, es el gran poder singular de la palabra escrita. Claro que no todos los autores nos tocan las fibras más íntimas, y eso es porque esta condición está directamente relacionada con nuestra sensibilidad, con nuestras propias vivencias.

Me ha pasado con los grandes, como Julio Cortázar, Jorge Luis Borges, Truman Capote, Horacio Quiroga, Manuel Mujica Laínez, H. Lovecraft. Y me ha pasado con autores desconocidos pero no por eso menos sensibles y profundos.

Con Lovecraft, por ejemplo, me sucede algo curioso. Leo sus obras y en mi estado consciente lo analizo y digo: "Qué bien escribe, cómo describe, qué buena historia". Imposible no meterse en esas casas con ventanas tenebrosas desde donde solo se ve un panorama lúgubre y la muerte. Me quedo con eso, apago la luz y me duermo. Y ahí es donde Lovecraft sigue actuando. Se mete en mis sueños y los convierte en pesadillas como un singular genio del terror que, en lo consciente, me ayuda a pasar un momento entretenido y, ya más en el inconsciente, me atormenta. Juega con mi mente, yo lo dejo.

Si hablo de jugar con la mente, mis pensamientos me llevan directo a Borges. Es inevitable. Un señor que nos deja pensando para siempre. Por ejemplo: ¿cómo es posible que haya imaginado, entre tantas otras cosas, y hace más de 60 años algo tan enorme y tan similar a Internet? Realmente es asombroso.

¿Borges preanunció internet?
¿Borges preanunció internet?

"El universo (que otros llaman Biblioteca) se compone de un número indefinido, y tal vez infinito, de galerías hexagonales, con vastos pozos de ventilación en el medio, cercados de barandas bajísimas. Desde cualquier hexágono se ven los pisos inferiores y superiores: interminablemente (…)", comienza diciendo y atrapa, perturba, da curiosidad.

Pasan los años, desde aquel 1995 cuando lo descubrí, y cada vez más consolido el paralelismo entre su relato y la red de redes. Entro a Google y me parece estar viendo esa "Biblioteca de Babel" mientras navego entre las páginas que se comunican entre sí y me llevan a otros sitios. La verdad, me da vértigo y un poco de miedo.

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"Quizá me engañen la vejez y el temor, pero sospecho que la especie humana -la única- está por extinguirse y que la Biblioteca perdurará: iluminada, solitaria, infinita, perfectamente inmóvil, armada de volúmenes preciosos, inútil, incorruptible, secreta", concluye el relato Borges.

Mientras tanto, yo sigo pensando de manera "tal vez infinita" en sus palabras.

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