QUIÉN SOY
Se conoce más su apodo –Pikio– que su segundo nombre –David–. Nació el 15 de junio del '90 en Puerto Iguazú, mide 1,82 metro (igual que Carlos Monzón) y pesa 82,5 kilos.
De ojos y cabello color castaño, es hijo de Nilda (ama de casa y maratonista) y Mario (presta servicios de seguridad) y hermano del medio de Ariel, Carolina, Betiana y Melina. Soltero ("Hace un tiempo, no recuerdo cuánto", lanza pícaro), "cuando me vine a estudiar y probar suerte en la gran ciudad, tuve la fortuna de ser recibido en la casa de mí tía Dora, en Caballito".
Una vez aquí pasó por la escuela de Agustín Alezzo y se anotó en la Universidad Nacional de Arte (donde aún cursa), debutando con la obra Teatro físico en el Cervantes. Hasta que consiguió el protagónico en la ficción del momento: "Mi debut en un medio audiovisual… porque un olvidado cortometraje que armé con amigos en 2012 no merece ser considerado tal", ríe. Admira a Leo Sbaraglia, no olvida series como Los simuladores y Hermanos y detectives, de Damián Szifron, y "vengo hipnotizado con Chernobyl".
Hoy reside en un departamento de Almagro junto a Gonzalo Giménez, su amigo actor de toda la vida, y estudia un "interesantísimo proyecto de cine que –¡perdón!– todavía no puedo adelantar".
CÓMO SOY
"Siempre me consideré un payaso: mirá esas imágenes de mis vacaciones del '97 en Mar del Plata" (1 y 2, junto a su hermana Beti), pide. "De mi abuelo Toribio y mi padrino Alberto, ambos bateristas, heredé el amor por la percusión –apunta sobre su talento desconocido–. A los cinco años ya andaba imitándolos" (en las fotos 3 y 4, tocando el timbal y el bombo legüero en las bandas La Única y Los Changos del Palo).
"He vendido pan en la calle, hielo a los camioneros de la ruta en verano y fui cerrajero. Salía de casa y no volvía hasta la noche". Como en su hogar del barrio Ignacio Abiarú –el monoblock de las 300 viviendas ubicado a once kilómetros de las Cataratas del Iguazú– "carecíamos de luz por no poder pagarla, de chiquito me ponía ropa de mi hermana, un almohadón adentro y hacía reír a la familia. O relataba sin verlos partidos de River y de Argentina".
Ya de mayor, en los actos del colegio pedía el micrófono, o en las clases ayudaba al profesor de Portugués. Claro, como veía El Chavo y El pájaro loco en ese idioma, "me resultaba sencillo hablarlo". Terminó la secundaria y, persiguiendo una formación adecuada, se mudó en pareja a Posadas. "Sabía que el arte era mi refugio, y partí para aprender de verdad", explica.
Me agregaron una nariz postiza para que terminara de parecerme a Carlos. Durante los cinco meses de rodaje, de agosto a diciembre de 2018, tomé cama solar, pero no alcanzaba: Loli Giménez, la maquilladora, me oscurecía la piel con cremas
"¿Qué lo convierte a Monzón en un hombre violento, un femicida? Me parece que el combo compuesto por la crianza y la pobreza extrema. Nació de la bronca por pasar hambre y tantas necesidades, y se alimentó de problemáticas como el alcohol y ciertas atracciones provenientes de su éxito y notoriedad"
Una de sus escenas en la serie producida por Disney Media Distribution Latin America y Pampa Films para Space.
DÓNDE ESTOY
No conocía a Monzón, "salvo por comentarios de mi padre, algún El Gráfico que vi y una que otra comparación que escuché, como cuando un compañero de trabajo, ya en Buenos Aires, me veía llegar recién levantado y gritaba: '¡Cuidado que llegó Carlitos…!'". Comenta que llegó a la prueba para el papel "gracias, entre otras personas, a Laura Andino, una gestora cultural del colectivo de artistas del interior que mandó mi material al casting y merece ser nombrada".
Antes de presentarse pasó por la peluquería, pidió un corte casco, se lookeó, buscó ropa acorde a la década del Setenta y "me mandé. '¿Sabés boxear?', me preguntaron. 'Obvio, mi viejo peleaba', contesté para conseguir el papel. A los dos minutos se dieron cuenta de la mentira". Inspirado en sus clases de teatro, "durante el ensayo pretendí hacerme el súper sexy con una chica que personificaba a Pelusa, la esposa de Carlos, y me pararon en seco: 'No, flaco. Menos expresivo. Relajá'".
Tras tres meses y varias pruebas, lo obligaron a entrenar duro diez días como púgil y someterse a una estricta dieta. "Me concentré y dediqué como Rocky (¡Hasta me levantaba de madrugada y comía huevos batidos!)". Y quedó.
QUÉ PIENSO
"No puedo arrancar el día a conciencia sin un primer mate amargo". 
"Aunque me crié en un ámbito machista, me reconozco feminista. Cuando vuelvo a mis pagos todavía escucho: '¡Che, qué ropa te pusiste! ¿Te cambiaste de bando?'. Me parece que se trata de desconocimiento. Acá aprendí mucho". 
"Cuando en mi celular entra a aparecer una notificación tras otra de Instagram y Facebook, me doy cuenta de que es lunes a las 22, el horario del programa… No lo miro. Lo haré de corrido, cuando terminen los 13 episodios". 
"Aunque me cagué a trompadas varias veces, ahora les escapo a las peleas físicas o verbales. Esquivo el conflicto". 
"Tengo analogías con Carlos Monzón. Lo investigué un montón: nacimos en el interior; él se crió en el monte, yo en la selva; transitamos infancias humildes y encontramos en la ciudad nuestra oportunidad". 
"Estoy soltero, disfrutando de mis amistades pero también, lo admito, saliendo poco. La incipiente fama provocó que me auto-encerrara un tanto, si bien todavía no tuve un encuentro frontal con ella". 
"A veces soy demasiado romántico o, en otras palabras, un romántico a veces demasiado plomo". 
"¿Mis escenas con Susana Giménez (Celeste Cid)?… Sólo puedo adelantarte que aparece otra vez un paneo de la revista GENTE".
Por Leo Ibáñez.
Fotos: Diego García y Prensa Space.
Diseño: Bernardo Caminiti.
Retoque digital: Nicolás Santuccio. Agradecemos a la agencia Catarain (www.catarain.com.ar) y Marcela Núñez.
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