"Creeme, te juro: quienes se acercan a nuestra cooperativa no delinquen más. Los números de reincidencia que manejamos son bajísimos, prácticamente nulos. La gente necesita oportunidades, y cuando se las presentás, las aprovecha", dice Claudio Castaño (47), socio fundador de Hombres y Mujeres Libres, cooperativa textil conformada por ex detenidos y sus familiares que brinda oportunidades a todos y todas los que se acercan al primer piso de Federico Lacroze 4181, en el barrio de Chacarita, a la salida de la estación ferroviaria y del subte.
Esta hermandad funciona hace ya seis años gracias al buen corazón de la Mutual Sentimiento, presidida por Graciela Draguicevich, que le cedió el lugar y hasta la primera máquina de coser para que pudieran arrancar.
Siempre hay un mate y un plato de comida al mediodía para los que concurren "a ganarse el pan de cada día".
La mayoría estuvieron presos por robo, pero piden no hablar de sus causas para no revolver heridas que, dicen, ya cicatrizaron.
CORTE Y CONFECCIÓN. Entre percheros y un clima más que cordial, puede leerse en este humilde pero grandioso taller de corte y confección en el que nadie para de trabajar: "Blusas edición limitada $ 200, Buzo largo de jersey $ 250, Confección $ 80, estampado a un color $ 10". Claudio es nuestro cicerone. Pasó en prisión la mitad de su vida. Relata que se dio cuenta de que no podía ni debía seguir así, porque iba a pasar el resto de sus días en la cárcel… o terminaría muerto. Se sostuvo en su propia fortaleza y también en la que le brindó siempre su mujer, Verónica Pelozo –presidenta de la cooperativa–, vital en este cambio que lo hizo resurgir.
La idea tuvo origen en los penales de Marcos Paz y Devoto, y luego fue corriendo boca a boca. Otra noticia, decisiva, shockeó a Castaño y lo hizo concluir que su futuro debía transcurrir, sí o sí, en libertad: Verónica estaba embarazada de Tahiel, que hoy tiene seis años y es el orgullo de esta transformación.
"Reinventamos la vida. Era la única y última posibilidad que teníamos, y lo logramos", aporta Claudio mientras ayuda a descargar cajas y pregunta cómo está todo en la cocina.
Se acerca la hora del almuerzo y el resto trabaja en la confección de prendas, cortando, estampando, bordando… No es todo: los sábados hay talleres gratuitos y abiertos para aquellos que quieran concurrir, de serigrafía, corte y tizado, a cargo de un capacitador en estampería. "Es importante difundir nuestra página en Facebook –Hombres y Mujeres Libres– y nuestro mail –hymlibres@hotmail.com–, para que se acerquen nuevos clientes. Tenemos muy buenos precios", explica.
BUENOS OFICIOS. Pero si quien quiere rehacer su vida tiene otro oficio que no sea el textil, lo conectan con otra cooperativa (en total son quince y están relacionadas) de un rubro afín a su capacidad –carpintería, reciclado, construcción, por ejemplo–, para que cada uno pueda rendir en lo que sabe hacer. "Si se quiere quedar acá, puede salir a vender desde lo que confeccionamos hasta el café y las empanadas que hacemos en nuestra cocina", aporta Marcelo –secretario y otro de los fundadores–, que soportó cuatro condenas y hoy es un ejemplo más de esfuerzo y superación. Es bueno para la carpintería: los estantes y mesas del lugar fueron fabricadas por él. También es un experto fabricando bolsas, tarea que aprendió en prisión. Las arma con revistas en desuso. "Con el tiempo supe que la única salida para vivir en paz es trabajar. Tomé real conciencia cuando empecé a estudiar Derecho en la cárcel de Devoto con Claudio". Rafael se arrima a dar su testimonio. Estuvo preso en la provincia del Chaco y salió hace tres meses.
Hoy vive en Lanús junto a su familia. "Corto telas y cocino. Tuve el apoyo de mis hijos y mi mujer, y de esta linda gente que me recibió con los brazos abiertos", agradece.
La cooperativa forma parte de la rama de liberadas y liberados del MTE (Movimiento de Trabajadores Excluidos). Los que la componen tienen beneficios sociales, ya que están afiliados a la Obra Social del Personal Ladrillero (OSPL), poseen monotributo y acceden a un salario social complementario de seis mil pesos.
Es la hora del almuerzo y todos se reúnen alrededor de una gran olla con el mejor aroma. El plato del día: tallarines con tuco, popular y exquisito. Marcelo aporta la reflexión final: "Cuando quise ser millonario pasé veinte años encerrado… Nada mejor que trabajar… Te aseguro, por experiencia, que no hay otra".
Por Miguel Braillard
Fotos: Fabián Uset
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