Franco Davín (49) siempre amó el tenis. De chico como jugador y de grande como coach. "Jugué hasta los 27 y no vivo el retiro como una frustración. Dejé no sólo por un par de lesiones, sino también por el desgaste que significaba por aquel entonces –sin tanta tecnología– estar lejos, sin posibilidad de una conexión fluida con mis afectos", cuenta el autor de Game Set Math (Kel Ediciones), el libro con el que cumplió su sueño de compartir estrategias y experiencias con los grandes de la raqueta.
–¿Cómo surgió la idea de este libro?
–En un cumpleaños de Gastón (Gaudio, 40), por intermedio de Patricia Tarabini (50) conocí a Pablo del Campo (53, ver recuadro), que tiene un talento increíble. Le comenté que quería contar lo que hice y lo que hago. Así fue que me recomendó escribir con intención de inspirar y no de revelar "internas", como me habían propuesto tantas veces.
–¿Y qué es exactamente lo que hacés?
–Hace tres años, cuando empecé a entrenar a Fabio (Fognini, 32), yo veía, por ejemplo, que erraba muchas primeras pelotas. Siempre empezaba perdiendo. Entonces hablé con el psicólogo del jugador y con Marcelo Albamonte (entrenador de tenis especialista en matemática deportiva) y confeccionamos una planilla. Combinamos matemáticas con psicología. Me gusta armar equipos, porque la soledad del campeón es tal como la describen. Después del éxito, el jugador está solo en el vestuario.
–¿Qué más te diferencia del resto de los coaches, además del uso de esta técnica?
–Una de las cosas que hago es decir la verdad y no perder el tiempo. Les explico el plan y el porqué de cada decisión. Y generalmente tengo la virtud de saber lo que cada jugador necesita. Me ocupo de que él sepa que yo sé lo que se siente. Se emocionan. "¡Por fin alguien entiende lo que me pasa!", dicen.
–¿Serías como un psico-coach?
–Sí, me involucro mucho. La parte psicológica me marca los datos. Si un jugador comete los mismos errores en el mismo momento, es indudable: ¡es psicológico! Pero creo que si lo dejás al psicólogo solo, se le hace muy difícil trabajar. El equipo es fundamental.
PRESENTE AMERICANO. Franco está radicado en Miami. Por eso dejó de trabajar con Juan Martín Del Potro (30), a quien entrenó a lo largo de casi siete años, el mismo tiempo que coacheó a Gastón Gaudio, con quien cortó su entrenamiento hace más de una década para dedicarse de lleno a Ignacio, su segundo hijo, que nació con una cardiopatía congénita. "Tuve la suerte de poder dejar de trabajar", manifiesta el coach, también papá de Juana (17). Desde allá, y con el reciente lanzamiento de su libro, también se toma un momento para mirar hacia atrás.
–¿Implementás algo de las lecciones que tuviste en tu época de jugador?
–Sí, de todos he sacado cosas buenas. Mi entrenador de cuando era chiquito, Carlitos González, del Club Estudiantes de Pehuajó, era un fenómeno. El papá de Pérez Roldán (Raúl) hacía que fuéramos muy dependientes de él, pero era muy estratégico. Tony Pena era muy buena persona y Eduardo Infantino muy trabajador. Todos excelentes, y lo mejor, diferentes uno del otro.
–¿A quién te gustaría –o te habría gustado– coachear?
–A Gabriela (Sabatini, 49). Aunque con los años se convirtió en una amiga, y eso es más que suficiente.
Por Paula Laconia.
Fotos: Gentileza Franco Davín.
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