¿Qué le diría al Gabo del pasado? "Sabé respetar los tiempos y tené paciencia, pero siempre sin buscar la aceptación de nadie, más que la propia". Soñador empedernido y bailarín incansable, con un pasado desde los nueve como patinador artístico –sus padres le permitieron rendir libre el colegio– que entrena ocho horas por día, Gabo Usandivaras (30) prefiere definirse como "alguien que no tiene miedo a conocerse".
Recuerda entonces algo que le enseñó su madre: "Sé en el mundo sin ser del mundo". Con el tono del que se atrevió a profundizar en lo que quería ser "sin miedo y sin prejuicios", revela: "Parece una contradicción, pero hay que ser uno mismo sin imitar a nadie porque después, si te traicionás, te angustiás".
–¿Cuáles son esas cosas que te pesaron tanto?
–En Bailando tuve mucha repercusión, de la que no quería. Entré a los 19 y siento que no tenía la madurez suficiente. Me grabaron como "el mediático" y no es que reniego de esa parte, porque soy esa persona verborrágica y filosa, pero no soy únicamente eso; de hecho la gente se sorprende cuando me conoce. Hay que ser sordo a los rótulos que otros te ponen, a lo que perciben de vos.
–Hace un rato decías que no tenías miedo de conocerte. ¿Cuál fue la bisagra a partir de la que te atreviste?
–El gran shock de mi vida no fue mi trabajo. Fue cuando el que era mi pareja, Nacho (N.d.R: Luque, con quien estuvo cinco años; fue asistente de Moria Casán y ella los presentó) tuvo que luchar contra el cáncer en 2015. Me sorprendió haber tenido tantos faltantes emocionales y lo desconectado que yo estaba de mi pareja, que se enfermó. Atravesar la quimio fue un cachetazo, porque uno se enferma de lo que no asumimos. Por eso cuando me di cuenta de todo fue que en 2016 decidí no hacer Bailando.
–¿Qué te enseñó esa experiencia?
–Ese mismo año mi pareja se terminó de curar y quedó cero kilómetro. Fue un año de un bloqueo emocional muy fuerte. Aprendí que no siempre hay que ser el protagonista. Como artista siempre buscás el ego, acompañarlo en el hospital tantos meses fue muy fuerte. Me costaba mucho mostrar lo que sentía: si lloré delante de él dos o tres veces es mucho.
–¿Y cómo quedó la relación con tu ex luego de separarse?
–Cuando estábamos juntos flasheábamos las grandes ligas del Bailando y él me ayudó y trabajó conmigo. Me llevaba la agenda de las presentaciones y actividades en el Interior. Gané un compañero enorme y nos separamos muy mal en ese momento. Hoy pudimos reciclar el amor que nos tuvimos. Ya no nos elegimos como pareja, pero nos tenemos un amor tremendo. Tomás conciencia de que el dinero no tiene valor en la vida: somos muy malos empresarios a la hora del amor si después lo vamos a convertir en enemigo.
–¿Hoy priorizás más cultivar el amor propio?
–Ahora estoy solo por primera vez desde hace un año y medio. Yo soy muy noviero pero ahora estoy en la del amor propio. Pasa que soy muy intenso y me entrego de un modo muy efusivo. Siento que derivo mucha atención en el otro, pero hoy estoy sanando y sé que es un trabajo priorizarme.
–¿Te cuestan mucho las rupturas?
–La última separación me costó muchísimo. Estuve de novio tres años. Y hoy logré no llorarlo, aunque a veces sienta cosas nostálgicas. Recién al año y medio de la ruptura volví a sentir ese placer de disfrutar plenamente lo sexual. El "homenaje al garche" recién lo tuve durante mis últimas vacaciones en Brasil, y ahí dije: "Prefiero esperar esos momentos geniales y no tener sexo por tenerlo".
–¿Qué le guardarías en un frasco al Gabo del futuro?
–Creo que guardaría como un tesoro la importancia de la tristeza. Siento que las veces que más he crecido fue cuando me he permitido estar triste. Uno siempre le dice al otro cuando está mal "no llores", pero la frustración es lo mejor que te puede pasar. Porque la necesidad de cambio es inminente: tenemos que asumir que uno es una máquina de errores y hay que conectarse con el ego, que como artistas lo tenemos muy desarrollado y te meten el speech de que es malo…Sólo hay que saber educarlo. El ego es tu compañero, no tu enemigo: hay que cagarlo a pedos también.
–¿Tenés o tenías algún prejuicio con el mundo del que sos parte?
–El prejuicio que sí tengo y trato de romperlo es que creo que los famosos tienen el síndrome de la foca: quieren aplausos alrededor y si sos amigo te piden que seas condescendiente con el otro. Es como el otro quiere y cuando quiere. A mí si no me dejás hablar, me aburro. Siento que hay que dejar el personaje de lado y poder ser uno mismo. Recién ahora con Flor de la V (su pareja en ShowMatch) tenemos una relación genuina, porque no cedo a los monólogos y soy yo mismo.
–¿Y en lo personal, de qué prejuicios te liberaste?
–Creo que del prejuicio de que soy gay y me gustan los chicos. Este verano tuve una experiencia sexual con una mujer, que me permití vivir a pesar de mi homosexualidad. Yo considero que el instinto humano es siempre bisexual, pero después uno elige con quién tener placer. Me avanzó esta chica y fluí, pero al mismo tiempo me preguntaba por qué, si era gay. Se me reventó la cabeza. Siempre disfruté el rótulo de "puto" con mucha honra, pero siento que somos seres sexuales, y te vibra con quien te vibra. Si el cuerpo habla, dejalo que hable.
–¿Y la paternidad ahora cómo se relee?
–Ya desde 2016 se me despertaron las ganas de ser padre. Mi hermana me había ofrecido ser el vientre portador y que yo consiga el óvulo. Me encantaba la idea de que ella, que es a quien más amo, diera a luz a mi hijo. Pero ahora me encontré con la idea de ser padre natural. Siento que si alguna vez me cruzo con una mujer que tenga esa vibra y me despierte eso, pueda darse la ecuación mística para tener un hijo.
Por Karina Noriega.
Fotos: Diego García.
Estilismo: Fernando San Martín. Agradecemos a Gustavo Pucheta, Luna Garzón, Carolo Giladas, Valdez, Breeders, Made in Chola, Panni Margot y Luciano Marra.
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