Hubiese querido tener un nombre más rockero, quizás inglés, pero bueno, mis iniciales (Carlos Alfredo Elías; 49) le dieron identidad a mi alter ego, y entonces la gente me reconoce en la calle por Cae más que por cómo figuro en el DNI", dice quien descubrió su pasión por la música desde muy chico, cuando irrumpía en la peluquería de su abuela y sus tías en Floresta y se ponía a tocar con la guitarra las canciones de María Elena Walsh o Margarito Tereré.
Hoy se sube al escenario del Lola Membrives para interpretar a Alex, el león de la comedia musical Madagascar, y el 12 de junio volverá al teatro Maipo, ahora con el espectáculo de rock, romance y risas Viva todo, que ya fue aplaudido por más de 250 mil personas en Argentina y Uruguay. Allí toca con su hijos Fran (22).
–Contanos tus comienzos como músico.
–Siento que la música está conmigo desde que nací, la llevo en la sangre. En la adolescencia seguía a Soda Stereo por todos lados, y soñaba con formar una banda de rock. Pero además de amar el arte y la música, creo que me hice músico para levantarme mujeres.
–En 2018 estuviste nominado a Revelación Masculina, en los Premios Hugo al teatro musical por tu actuación. ¿Es muy diferente actuar que cantar?
–Yo hace años empecé a actuar en los escenarios, sin darme cuenta. En Rocklover hago una parodia del cantante romántico de rock. Las nenas que se enamoraron en los 90' con mis canciones y acampaban en la puerta de mi casa, a la fecha son "adolescentes bis", y cuando vienen a ver el show viven un viaje en el tiempo.
–¿Cuándo actuaste por primera vez?
–En la película Casi leyendas, con Santiago Segura, Diego Torres y Diego Peretti, donde personificaba a un villano. De mi participación en el filme surge la convocatoria para protagonizar la versión argentina del exitoso musical de Broadway Rock of Ages, durante dos temporadas consecutivas en el teatro Maipo, y de ahí me llamaron para hacer Alex, el león de Madagascar, donde puse a relucir mi costado más metódico de preparación…
–¿Siempre lo fuiste?
–No. Mucho tiempo anduve desbocado. Tuve una vida de rockstar y conocí todos los excesos que te puedas imaginar, pero gracias a mi familia y a mis verdaderos amigos resucité y salí adelante.
–¿Rocklover o rockstar?
–Cuando empezamos a tocar soft metal me creía que estaba en California. Era un rockstar que viajaba en colectivo con pantalón rojo, chaleco y tatuajes. Al principio tocábamos en cabarets, en sótanos… Era un descontrol. Un día me di cuenta de que así no iba a llegar a nada y me conecté con Oscar Mediavilla.
–¿Entonces?
–Grabamos un disco. Fueron meses de ir y venir con los instrumentos encima: una horita arriba del 117 hasta Puente La Noria, y combinar con algo que nos dejara cerca de la casa de Oscar. En uno de esos viajes caímos con nuestra banda, Bravo, en lo de Mediavilla y el tipo nos estaba esperando con el primer contrato, para grabar el disco Desierto sin amor, que enseguida empezó a sonar en la Z95. A continuación nos llamó Marcelo Tinelli para que vayamos a Ritmo de la noche y…
–¿Y?
–Llegamos a vender 500 mil discos. Yo busqué todo el tiempo a la suerte, no me quedé esperándola. Quería que hubiera pósters con mi cara en la revista 13/20, que salieran mis canciones por la radio… Tras varios años de éxitos (con Bravo sacamos tres discos) y luego de algunas tensiones internas, decidí lanzarme como solista.
–¿Ahí viajaste a Europa?
–Sí. Pensé que España era un buen destino para saltar al mercado internacional, y nos fuimos con mi esposa y dos niños pequeños… Me estafaron y terminé cortando el pelo para sobrevivir. Le pedí a mi hermano que me mandara el dinero que yo había dejado en la Argentina, pero se lo quedaron los bancos. Era 2001 y había corralito. En 2002 volvimos, derrotados, y decidí terminar con Cae.
–¿Qué hiciste para matar a tu alter ego?
–Nos mudamos a Mar del Plata, la ciudad de mi esposa, y me bajé de los escenarios. El anonimato fue una decisión total: quería ser Carlos Elías. Cambié mi look y comencé a trabajar en una radio, en la parte gerencial y de programación. Llevaba a los chicos a la escuela por la mañana, castineaba locutores para que salieran al aire y volvía temprano a casa para cenar. Un período de reconfiguración, y perfectamente melancólico, por haber sido el tipo que encontró el éxito a sus veinte, lo perdió a sus treinta y se dedicó a vivir en paz lo que le quedara por delante.
–Si querías eso, ¿por qué decís que fue una época melancólica?
–No sé si era lo que quería o lo tenía que vivir para asumir que nunca iba a ser un rockstar. Si bien sé que el rock nunca me va a reconocer nada, hoy podría definirme como un rock lover: mezcla de rockero y latin lover. Es que siempre fui muy romántico. ¡Hasta recuerdo el día que di mi primer beso con un tema de Lionel Richie!
–¿Cómo volviste al escenario?
–Fue en el 2006, cuando Daniel Sanguineri, un amigo que trabajaba para EMI, me propuso probarme en vivo. Finalmente reviví a Cae para hacer un teatro Güemes (en Mar del Plata) y llenamos la sala cuatro veces más. Empezaron a llamarnos de todas partes de nuevo. Y en 2007 regresé con mi familia a Buenos Aires.
–¿Se puede decir que Cae es un sobreviviente?
–Soy un "Zoolander del rock". Evolucioné como persona y mi personaje se hizo cargo de que es el eslabón perdido entre Bon Jovi y Cacho Castaña. Puede cantar baladas como Desierto sin amor, Una larga historia, Ángel, Mientras dormías, Nada más profundo, Cada gota de amor y el mega-hit Te recuerdo, todas consideradas clásicos por una legión de fans que crecieron con mi música. Mi gran secreto es ser perseverante y nunca dejarme vencer por nada.
por Pablo Procopio
fotos: Diego Soldini
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