"Me acuerdo que a los seis años buscaba en el globo terráqueo dónde quedaba la Argentina, porque me despertaba curiosidad ese país lejano que siempre mencionaban en los noticieros y en los canales de deportes", cuenta 55), el chef italiano que en las últimas dos décadas se instaló en los hogares de nuestro país a través de sus alegres programas de televisión, sus libros cargados de conocimientos y tradiciones y sus apetitosos restaurantes.
Pero antes de todo eso hubo otra vida: una que ocurrió en el Norte. "Me crié en Puglia, al sur de Italia, y comencé a dedicarme a la cocina profesional en 1980. Fue en esa década cuando, casi de casualidad, tuve mi primera experiencia con la cámara", recuerda mientras bebe un sorbo de capuchino (que acompaña con un cornetto) en la sede de Belgrano de su ristorantino Cucina Paradiso.
Apoya la taza y continúa: "Tenía 19 años y fui a un magazine como ayudante de un chef francés con el que trabajaba. Él se mostró tan pero tan tímido que sentí que tenía que rescatarlo. Y cuando hablé, surgió algo muy lindo. Pero esa aventura, si bien me gustó, fue atípica, porque hasta que llegué a la Argentina yo había hecho muy poca televisión, ya sea en Italia como en Estados Unidos, el destino al que me dirigí cuando cumplí veinte años".
–En Norteamérica trabajaste en varios restaurantes antes de convertirte, durante cuatro años, en el chef personal del célebre diseñador Gianni Versace. ¿Su muerte influyó en tu decisión de venir a la Argentina?
–Sí, cuando Gianni murió (N. de la R.: El 15 de julio de 1997, en la entrada de la mansión Casa Casuarina) hubo un impasse importante. Ahí decidí tomarme mis primeras vacaciones en años y venir a conocer Latinoamérica. Llegué a Buenos Aires en diciembre de 1997 con mi pareja de aquel momento y visitamos la ciudad. Después, al volver a Nueva York, me quedé con la cálida sensación del sol, los asados y los metegoles en las calles. Eso, sumado a que en los siguientes dos años cambiaron muchas cosas con la familia Versace, me hizo pensar que era tiempo de hacer un giro en mi vida.
–¿Cuándo llegaste a Ezeiza imaginabas que te ibas a quedar 20 años?
–No, pero a Estados Unidos llegué con un contrato por seis meses y me quedé quince años. Mi vida siempre fue una sucesión de eventos chiquitos y lindos que llevaron de una cosa a la otra. Acá viví acontecimientos de todo tipo –de formación, de creatividad y del corazón– y puedo decir que, sin dudas, Argentina me dio veinte años inolvidables.
–¿Te imaginás viviendo acá dos décadas más?
–Sí… o no. No lo sé. No soy de planear. Mi patria, que es mi lugar de aterrizaje y mi almohadón, me tira, pero por ahora disfruto de estar en los dos lugares: acá y en Puglia, mi casa.
A Puglia, esa región del Sur de Italia en la que se tomó las fotos que acompañan esta nota, viaja todos los años acompañado por su mujer, Micaela Paglayan De Santis (44), y sus dos hijas, Francesca (17) y Raffaella (15).
"Admito que nos hemos gastado una fortuna en vuelos para que mi familia pudiera disfrutar de las chicas y ellas de su familia", reconoce el italiano, que detesta que le digan "tano o tanito", pero que está orgulloso de lo que generó transmitiendo su cultura.
"Estoy convencido de que desperté en los argentinos un sentido de pertenencia que estaba dormido. Hoy veo que las películas, series y publicidades tienen más que ver con Italia, y me enorgullece, porque significa que la gente se está volviendo a identificar con su lado italiano".
"Están aprendiendo canciones, pronuncian correctamente, y hasta se interesan por las regiones de pertenencia. Y en esto siento que influí, porque fui un faro de identidad en un continente en el que la identidad se diluye fácilmente", sostiene el chef que impuso la bandana en el rubro gastronómico en el 2000, cuando arrancó su carrera televisiva en elgourmet ("fue algo involuntario, pero revolucioné el look de Latinoamérica cuando todos los demás lucían el clásico gorro blanco y alto de cocinero").
Además, él se preparó desde el día uno "al cien mil por cien" para que la gente no aprenda sólo a cocinar, sino que también conozca el porqué de cada cosa. Y se aseguró de que el público tenga claro que "no todo es cocina italiana: el tuco es de la ciudad de Génova, el fettuccine de Roma, etcétera, etcétera. Todo tiene un nombre y un lugar de procedencia".
Fue justamente llevado por las ganas de acercar los sabores de su tierra que Donato creó el año pasado CocinaMe por el mundo, una propuesta de turismo gastronómico que este año –en septiembre y octubre– recorrerá Puglia y Emilia Romagna. Pero antes estará presentando Puro dolce, el libro de recuerdos y recetas de Captapulta Editores que le dedicó a su papá, su querido Peppino De Santis. Hoy, este emprendedor que da trabajo a sesenta familias argentinas está lejos de aquel muchacho de treinta y cinco años que llegó a Buenos Aires sin imaginar que en estas tierras forjaría su familia –esa que tanto le emociona cuando habla–.
En estas páginas hay varios momentos que lo marcaron (conocer a Micaela, arrancar su carrera televisiva, recibir su primer Martín Fierro, engendrar a sus hijas y obtener el título de Cavaliere del Ordine della Stella d'Italia), pero en su mente figuran muchos más, como la primera vez que fue invitado a la mesa de Mirtha Legrand –"en esa época me pareció extraordinario"–, el día que recibió su propio mandala –"soy budista hace más de veinte años, y cada día lo veo en el altar de mi casa"– y su paso por MasterChef –"ése también fue un hito"–.
A sus cincuenta y cinco años, y sin saber qué le deparará el destino, mira al cielo y sueña con el pasado, con el presente y con el futuro que, donde lo agarre, tendrá sal, pimienta y dulce, mucho dulce.
Por Kari Araujo.
Fotos: Gentileza Jorge Arcagni y álbum familiar Micaela Paglayan De Santis.
BONUS TRACK
Tres momentos de sus veinte años en la Argentina:
Carrera meteórica
"En el 2000 estaba trabajando en un local de cuarta cuando una productora, que llevaba un rato mirándome –yo llamaba la atención porque tenía un pantalón con ajíes y una bandana–, me hizo llamar para preguntarme si quería hacer un casting para El Gourmet, un canal que me permitió establecer una nueva vida. Cuando estuve al aire por primera vez, yo era el único extranjero del canal y ni ahí imaginaba que dos años más tarde iba a recibir mi primer Martín Fierro".
Una historia de amor
"Micaela –mi esposa desde el 2004– se enganchó como espectadora con mi programa en el 2000 y me mandó una cajita al canal. Cuando la recibí, me llamó la atención su contenido: un CD de música, incienso japonés y una carta linda y sincera con una invitación a conocernos. A los dos días la llamé, y a partir de ahí nuestra historia tomó vuelo: nos fuimos a vivir juntos y el fruto del amor se materializó con las llegadas de Francesca y Raffaella".
Reconocimiento al cuore
"El año pasado recibí el título honorífico Cavaliere Ordine della Stella d'Italia. Fue muy lindo, porque llegó en la madurez de este período dedicado a los argentinos y a la italianidad. Yo se lo quería llevar a mi papá (Peppino De Santis), pero falleció antes y ya no pude. Hoy tengo el título en la casa de mi mamma (María De Santis), en el Cucina Paradiso de Belgrano y a la derecha de mi escritorio".
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