"Se alejó el dolor", lanza Pablo Milanés Arias (76) como si un mantra se hubiese apoderado de su cuerpo hasta liberarlo de ciertos malestares "insoportables" que pretendían bajarlo del avión que lo trasladaría desde La Habana "hasta mi querida Sudamérica".
Transcurre su prueba de voz sobre el escenario del teatro Coliseo, cuando el cubano afirma –moviendo de un lado a otro la cabeza y tocándosela– que "el moroco siempre manda". Allí, dos minutos más tarde recibiría a GENTE, "para contestar esa pregunta que deseabas formularme", nos invita a sus dominios.
–Parece que cuando empieza a sonar la música los achaques se van…
–(Risas) Sí, ¿lo viste? Es increíble. Estas enfermedades son casi siempre psicosomáticas. Parece que la mente puede más que el resto. Me gusta mucho venir, aun en condiciones así. Tras dejar México y Estados Unidos, pisé Cuba con un ataque de lumbalgia. Me aconsejaban no tomar el avión para evitar agravar los dolores.
–¿Entonces?
–"No puedo fallarle al público argentino", repliqué. Sin embargo, ya en camino y conociendo mi destino, el malestar empezó a irse. Me duele un poquito al caminar… ¡pero cuando me siento a tocar y cantar todo se va! Es una fórmula mágica la del mutuo afecto.
–Recién, en el ensayo, cantaba "Argentina/mi barra especial". ¿Así nos siente?
–Hombre, es que aquí atesoro muchos amigos, que constituyen una barra importante para mí. Es una palabra típica de tu querida tierra, y resume el amor que me inspiran.
–¿Recuerda la cantidad de veces que vino?
–Imposible. Sí la primera. En 1984, recién recobrada la democracia. Encontré un país ansioso por disfrutarla. Volamos (con Silvio Rodríguez) para hacer un recital en Obras Sanitarias y terminamos efectuando catorce. Se respiraba un extraordinario aire de libertad. Hubo una receptividad extraordinaria. Notamos las ganas de escuchar nuestro tipo de música y expresar todo lo que se tenían guardado.
–¿En qué nos parecemos cubanos y argentinos?
–En la efusividad. Los argentinos son sensibles y cultos. Y, por la influencia europea que poseen, bien latinos, abiertos. Los cubanos, ni te cuento.
–¿Con qué argentino le hubiese gustado cruzarse sobre un escenario?
–Bueno, el Polaco Roberto Goyeneche me invitó una vez: "Quiero hacer un disco contigo". Yo me encontraba cargado de tareas. "Dame tiempo, a ver si el año próximo lo concretamos", le contesté. Y no dio el tiempo, no logré cumplir su petición. Fue una frustración tremenda la de no haber podido cantar ante un hombre tan enorme.
–¿Qué sería de su existencia sin las giras?
–Mi vida es la gira. A cualquier pueblecito o ciudad importante del mundo que me llamen, yo voy. Trotar por las carreteras, coger aviones, enfrentarme al público; que oigan mis temas, descubrir la emoción y la magia que se produce entre nosotros, son mi vida, te aseguro… Perdón, ¿no era una pregunta?
–Nunca le crea a un periodista ávido de respuestas.
–(Carcajada).
–¿Puede ser la última?
–¿Otra?
–Sólo le acerco un nombre: Haydée (38; de nueve hijos, el que parece haber heredado su impronta).
–¡Uy, mi querida niña! Acaba de hacer un disco, que saldrá en mayo y me ha maravillado. Está inspirado en mi carrera, con la intervención de destacadas figuras de la canción latinoamericana y española. Una preciosura, una delicadeza. Colaborar con ella me llena de juventud… Aunque en contra de mi voluntad, porque le sugerí: "Retírate de mi trabajo. Dale lugar a tu talento, que es gigante". Su respuesta me derritió: "Sucede que no me canso de rendirte homenaje".
Por Leo Ibáñez.
Fotos: Diego Soldini y Kaloian Santos Cabrera.
Agradecemos a Lola Barredo.
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