Hace treinta y seis años que no le doy una nota a GENTE (sorprende seria, Marilina Ross –76, apenas nos saluda, invita a ingresar y le pide a Pompy
–11, cruza de yorkshire con mestizo–, que deje de ladrar).
–Bueno, tendremos mucho de qué hablar… –improvisamos, para salir del paso.
–No sabés cuánto –marca el camino que dejará atrás la vereda de la calle Honduras, para adentrarnos en un garaje que continuará en un patio y en un fondo abundante en lirios, que desembocará en su pequeño cuarto de ensayo). Me mudé acá en 1983 (memora) buscando paz. Hasta que este barrio se convirtió en Palermo Hollywood… Ahora no puedo entrar ni mi propio auto y el ruido me desespera. Pensaba irme, pero a mi edad ya no me quedan fuerzas para una movida así (recurre a una llamativa sinceridad que, secundada por una potente dosis de sensibilidad, no abandonará durante las casi dos horas de entrevista).
–Si hace tanto que no nos brinda una nota, habría que refrescarles a las nuevas generaciones cuestiones esenciales. La primera, bastante significativa y poco común: que de los Sesenta a la fecha usted ha desplegado una prolífica, exitosa y respetable carrera tanto en el teatro, la televisión y el cine, como en la música. Y en segundo término, otra necesaria: ¿por qué María Celina Parrondo se terminó llamando Marilina Ross?
–Mi tercer apellido es Ros, vasco-francés, con una sola ese. El tema es que me lo escribieron tantas veces mal, que desistí de corregirlo y dejé Ross. Marilina obedece al ensamble de mis dos nombres.
–¿Y quién y cómo es Marilina Ross con dos eses?
–Alguien que nació el 16 de febrero del '43 en el barrio porteño de Liniers,: hija de inmigrantes españoles (Jesusa, de Pamplona, Navarra; modista, y Enrique, de Navia, Asturias; mozo) y acuariana, con todas las características del signo…, innovadora, indagadora, revolucionaria, inquieta, inconformista y en eterna búsqueda espiritual y profesional.
Ninguna mujer es el objeto de ningún hombre. La actual discusión sobre nuestro lugar en la sociedad representa un cambio de paradigma que llegó para quedarse. Soñaba esto, pero nunca creí que lo vería
–¿Cuando habla de su búsqueda profesional se refiere a Solita y sola, la puesta que empezó a dirigir el 5 de abril en el Maipo Kabaret?
–Admito que en la previa me atacaron los nervios. Por momentos no encontraba en mí las herramientas necesarias para afrontar semejante reto, y me preguntaba: "¿Sirvo?". Claro, comprometida con Lino (Patalano), no podía fallarle. Él me había convocado de 1972 al '74. Ahí compuse la música y protagonicé la obra en El Gallo Cojo. Ahora, Marcelo Caballero y yo aggiornamos la versión de Ricardo Talesnik. Aún agotada, disfruto haber puesto en cartel una obra sobre los desafíos que debe afrontar la mujer contra los mandatos que impone una sociedad que no la representa.
–No parece casual que se reestrene justo ahora, en medio de la intensa búsqueda por afianzar los derechos femeninos.
–Cierto. No transitamos un momento más. La protagonista señala en escena: "En mi trabajo hay un chico que gana el doble que yo empleándose la mitad de tiempo". Ninguna mujer es el objeto de ningún hombre. La actual discusión sobre nuestro lugar en la sociedad representa un cambio de paradigma, que llegó para quedarse. Soñaba esto, pero nunca creí que lo vería. El principal cambio proviene de las nuevas mamás y sus hijos. Ellas empiezan a dejar atrás a la mujer machista. El patriarcado lo manejaban nuestras madres.
–¿Le sucedió?
–La mía les tenía prohibido limpiar y entrar a la cocina a mis hermanos (Enrique y Ricardo), por lo que tales tareas debíamos resolverlas ella y yo… Sin embargo, para que el cambio se dé por completo necesitamos del acompañamiento del hombre: que pueda sacar sin vergüenza su ternura, llorar, cambiar pañales. De la mano de una actriz dúctil como Marta Mediavilla, quien interpreta mi papel de hace casi cincuenta años, buscamos esa interpelación.
–¿Y a la vez es un modo de retornar a sus inicios, a su debut, allá por 1959, en la compañía de Luisa Vehil?
–Seguro. Luisa, una maestra inolvidable. De entrada –permiso para acudir a mi memoria–, encaré a una adolescente mala en la obra Lucy Crown, con un jovencísimo Alberto Fernández de Rosa a mi lado… Aunque donde más reincidí fue en teatro, formando parte de un montón de puestas. Aunque también adoré mis papeles en la tele: me divertí en La nena, con Piel naranja, junto a Arnaldo André, y participando en decenas de programas. Aunque celebro mi devoción por el cine: rodé a escondidas mi gran proyecto, La Raulito, entre varios filmes. Aunque…
–¿Aunque?
–Aunque añada y añada trayectoria, reconozco que mi gran pasión, sobre la actuación, siempre fue la música. Y eso que nunca la estudié, eh. Lo único que no quiero dejar son mis recitales. Acabo de cerrar el 11 de mayo una presentación en Café La Humedad. Adoro transmitir un mensaje a través de la canción. El problema es que –luego de haber compuesto sesenta temas, desde mi primer LP ('74, denominado Estados de ánimo) a la fecha– se me acabaron las ideas.
–Casi setenta (la corrige Patricia Rincci –56–, su esposa desde el 22 de julio de 2013, mientras convida agua, gaseosa light y sanguchitos de miga). Calculá que editaste catorce discos, sin mencionar los compilados. Marilina: Gracias, amor. No obstante, sabés que desde que me agarró aquel infarto en el '02, las musas se vienen tomando vacaciones. Los remedios que me estabilizan bajaron mis picos de inspiración. Es frustrante sentarte y que no salga nada. Salvo los últimos tres temas, que metí en Internet, entre los cuales surgió el que te dediqué hace seis años, Quién me iba a decir a mí.
–¿Tanto le costó conquistarla?
M: Años.
Patricia: Si bien entramos en contacto desde el mismo 2002 –cuando yo comencé a chatearle en su blog–, recién nos vimos en el '03 por intermedio de una amiga común, Alicia Ariño, la esposa de Emilio, el locutor… Vos tenías un dedo roto, ¿te acordás, linda? Cenamos y no volvimos a vernos por un tiempo. Fueron dos o tres años como amigas.
M: Unidas por la risa, nos quedábamos la noche entera dándole al Literati, el juego online de palabras de Yahoo!, tipo Scrabble.
P: Yo venía de algunas situaciones especiales: cuidaba en casa a mi abuela Ana, a una perra epiléptica, y a un galgo y un gato ciegos. No podía abandonarlos. La cuestión es que se ponía celosa si le comentaba que me resultaba imposible salir, ¿verdad, amor?
M: Cuando justificabas que no me visitabas porque "mi perrita sufre convulsiones", ¡pensaba que me bolaceabas!
Acá mismo le consulté una noche a Patricia: ‘¿Y si nos casamos…?’. A los pocos días le pedí su mano al tío Eduardo, su figura paterna, en las maquinitas tragamonedas del Hipódromo de Palermo
–Pero no mentía.
P: Exacto. Conocerla en un momento tan bravo fue lo más lindo que pudo ocurrirme. Era mi cable a tierra. Me divertía muchísimo. Marilina sufre EPOC (Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica). Bueno, una vez fuimos a un festival de cine. Ella, sentada en una silla de ruedas, repetía: "No puedo más, no puedo más". La tranquilicé: "Voy a alquilar un auto, así salimos a recorrer y no te mojás con la lluvia". De repente regresé, se bajó de la silla, subió a una moto y me desafió: "Yo alquilé esto. Dejá el coche que te llevo".
M: ¿Y el día que te confié que mi sueño era volar al aire libre y me conseguiste un avión fumigador para que me llevara? Ahí fruncí, lo admito… Reconozco que a los 60, mientras estaba despidiéndome del amor y resignada a la vejez, apareció Pato y me llenó de vida. Volví a vivir.
–… Incluso se casaron.
–Consumada la Ley de Matrimonio Igualitario, acá mismo le consulté una noche: "¿Y si nos casamos…?". No sólo aceptó, sino que salió a recorrer boliches en busca de una sidra, que es mi debilidad. A los pocos días le pedí su mano al tío Eduardo, su figura paterna. Sentía la necesidad de tranquilizarlo, adelantándole que yo la iba a proteger.
P: Contá que le pediste mi mano en las maquinitas del Hipódromo de Palermo. Él era muy jugador, de familia. Marilina lo encaró mientras yo me llevaba aparte a mi tía Irene. Ambos tíos no deben haber entendido demasiado, pero rieron y se quedaron más tranquilos.
–¿Y la protegió?
M: Por el momento, Patricia me cuida más a mí.
P: Ahora se estabilizó. Hace un año y medio sufrió feo. Íbamos constantemente a la Fundación Favaloro. No llegaba a la puerta, se ahogaba, andaba con el puff. Mala época.
M: Pensar que yo odiaba el pucho, hasta que a los veinte pirulos escuché que podía hacer más grave mi voz de pito. ¡Qué idiota! ¡¡Fumé tanto!! Como consecuencia del ataque al corazón y el EPOC, dejé el cigarrillo y el alcohol. Con un régimen bajé diez kilos, lo que le abre espacio al diafragma para respirar; y todos los días camino y pedaleo veinte minutos. Así, y marcada de cerca por mi neumólogo, Daniel Colodenco, estoy bastante equilibrada.
–… No nos confió todavía por qué hacía treinta y seis años que no le daba una nota a GENTE.
–Me encantó esta charla. Dejemos la explicación para la próxima (carcajada).
Por Leo Ibáñez.
Fotos: Alejandro Carra y Archivo Editorial Atlántida.
Filmaciones para www.infobae.com/gente: Ale Carra y Leo Ibáñez.
Agradecemos a El Polaco, de Gracia Guitarras, y a RF Prensa y Comunicaciones.
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