"Madrid es un flash. Buenos Aires no está tan lejos: podríamos tener una ciudad así. Vi acá muchos lugares iguales a San Telmo. Nos faltaría un poquito de orden, nada más… Cuidar nuestras calles viejas, nuestros edificios, no tantos rascacielos", analiza Roberto Moldavsky (56) sentado en un bar de la Plaza Mayor. Es primavera en la capital española, y para él, debutante en las tablas madrileñas, todas fueron flores: los medios lo alabaron y el público respondió.
Llenó por dos noches consecutivas el teatro Maravillas, ubicado en el barrio de Malasaña, junto a sus cuatro músicos de la Valentín Gómez y su hijo Eilan. Todavía le dura la emoción cuando lo cuenta: "Fue increíble. Una noche espectacular, con localidades agotadas. Lo mejor: en el público había muchos españoles. Y eso nos encantó. A la salida pude hablar con varios. Me decían 'descojonante'… Un periodista de la Cadena Ser me juró que le dolía la cara de reírse. Lo mismo recibí esta temporada en Mar del Plata".
–¿Tenías esta expectativa de sold out?
–Yo siempre pienso que el humor es internacional. Nosotros vemos una película de Woody Allen o una italiana y nos reímos. Y no las hacen para la Argentina. Lo mismo sucede al revés: Les Luthiers han dado la vuelta al mundo. Igual, un poco de temor había. Superó lo que pensaba.
–¿No adaptaste nada para presentarte en Madrid?
–Pequeñas cosas. En Argentina hablo de política como media hora. Acá lo acorté y lo meché con frases de políticos españoles. También le agregué algún monólogo, para que sepan que fui comerciante antes de subir a un escenario… Esas cosas. Los músicos hicieron un mash up de Fito, Calamaro, Piazzolla y Mercedes Sosa, y otra parte de tango. Los argentinos tenemos una cultura hermosa, grandes artistas, y hay que transmitirla.
–Tendemos a pensar que nuestro humor, el argentino, no es muy comprendido afuera. Sin ir más lejos, le pasó al presidente Mauricio Macri con Vladimir Putin, que le hizo un chiste sobre el Mundial y el ruso pensó que lo estaba cargando…
–(Ríe) Claro, bueno… Siempre es importante el contexto, ¿no? No es lo mismo hablar con un presidente que hacerle un chiste a quien paga una entrada para reírse. A menos que Macri haya estado haciendo stand up, jaja… Claro que hay cosas. Nosotros decimos "olvidate" por "quedate tranquilo", y acá significa algo distinto. Pero era muy importante hacer mi show. No intentar parecer español ni sobreadaptarme. El empresario que me contrató me vio en Buenos Aires junto a Gustavo Yankelevich y le dijo: "Quiero esto".
–¿Qué significó para vos la presencia de Yankelevich en España?
–Tranquilidad. Tengo una relación con él. Hemos ido acá a tomar café y hablar de la vida. Éstos son los sueños que nos propuso Gustavo hace dos años, y se fueron cumpliendo todos. Nosotros lo mirábamos como diciendo: "Ya con la calle Corrientes estamos hechos". Después vino la temporada de Mar del Plata, esta gira, la de Israel el año pasado… Acá vinimos a poner una semilla, no a buscar euros. Y ya volvemos, porque el 11 de abril arrancamos con un espectáculo nuevo en Buenos Aires (será en el teatro Apolo) y tenemos que seguir ensayando. Estamos palo y palo con eso.
–¿Te gusta estar de gira, viajar?
–Sí, me encanta, tanto como después volver a mi casa. Amo encontrarme con argentinos en otros países. Los que están en el exilio te llenan de calor.
–¿Estar acompañado por tu hijo te aliviana?
–Me gusta mucho compartir esto con Eial. Participa mucho en el show, en los textos. A todos los padres, creo, nos encantaría que nuestros hijos vinieran siempre con nosotros. Igual acá lo pierdo: sale, se va de noche. Por suerte, como mi hija Galia también tiene una veta artística (es productora de Sebastián Wainraich), estamos conectados.
–Siempre se habla de la idishe mame, pero ¿cómo son los padres judíos?
–Igual, pero con barba. Aunque mi tía Rebeca un poco de bigotes tenía, jaja… Eso de abrigate, ¿a qué hora volvés?… Capaz que lo disimulamos un poquito más.
–¿Con el dólar por las nubes, las compras fueron a precios cuidados?
–(Ríe). ¡Mirá lo que me pasó! Vos sabés que hay todo tipo de vendedores ambulantes senegaleses, que tienen una capacidad enorme para tirar la lona con sus productos, y al venir la cana levantan cuatro hilos, se la llevan y la ponen en otro lado. Para mí, que abrir un negocio me lleva un año, es increíble como éstos lo abren y cierran en un segundo en los mejores lugares de Madrid. Pero lo loco es que compré una especie de artesanía de madera que se convierte en frutera, en apoya pava, va tomando distintas posiciones. El tipo que me la vendió me contó que las hacía su madre en Senegal, que la familia laburaba haciendo eso, me sensibilizó… Además me animó a regatearle el precio, lo que me vino bien porque hacía mucho tiempo que no lo hacía. Me agradeció, y me fui. A las dos cuadras apareció otro que me dijo ¡lo mismo! Le pregunté si tenía un hermano, jaja… Así que el chamuyo ese, para mí que me crié en el Once y me creía un vivo, se lo hacen a todos.
–Me imagino que estando en Madrid te habrás cuidado con la comida…
–(Jaja) ¡Me cuidé de no mancharme la ropa…! Mucho jamón, mucha tortilla, y no da para despreciar. Lo gastronómico es una gran puerta de entrada a otro país. La dieta quedará para Buenos Aires.
por Hugo Martin
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