"Siempre fui rebelde. Los mandatos paternos y maternos no me convencían. Me castigaban porque no rezaba esa oración que dice 'por mi culpa, por mi gran culpa'. Yo sinceramente no entendía por qué debía decir que algo era culpa mía", dice Moria Casán en un momento de charla distendida con GENTE.
Invitada por Gabriel y Fernando Canci a la Vendimia para Todxs 2019, el evento mendocino que hace foco en el respeto a la diversidad de género, Moria recordaba por qué desde niña sintió una especial empatía por la comunidad gay.
"El único mariquita del barrio se hizo amigo mío. Me daba cuenta que sufría. Se sabía distinto y además en su casa no recibía un trato amoroso. Desarrollé una sensibilidad especial para entender su sufrimiento. Desde pequeñita he tenido como un plus metafísico que me permite percibir a las personas", señala con el fondo del bellísimo paisaje de la Casa del Visitante, en los viñedos de la Bodega Familia Zucjcardi.
–Cuando participás de eventos como la Vendimia para Todxs, recordás también tus propios hitos rupturistas como Playa Franka, donde se podía tomar sol sin corpiño, o boliches para la comunidad gay como Gaysoline, ambos en Mar del Plata.
–Claro, lo hice hace 25 años, cuando todo era ni políticamente correcto ni incorrecto, sino impensado. En Playa Franka la idea no era mostrar pechos, sino ser libres. En el caso de Gaysoline quise un lugar para gays, pero no para rotularlos. Todo lo contrario, el fin era sacarlos de la oscuridad, del subsuelo, transparentarlos. Con el tiempo vino gente diversa, incluyendo héteros.
–Más allá de esa rebeldía innata, ¿cómo se construyó esa personalidad tan abierta al entendimiento de lo que para otros era "diferente"?
–Mi mente abierta es fruto de horas y horas de pensar. Te doy un ejemplo: cuando era chica, durante un tiempo me sentí pésimo por los celos que me daban mis padres. Quería dormir con ellos. Un día me hamaqué por horas en el banco de mi abuela y luego de mucho pensar decidí no sentir más celos. Es el día de hoy que veo a mamá llamándome: me levanté y desde ahí decidí disfrutar de mi verano y sacar de mis pensamientos las cosas que me hacían mal. Fui una arquitecta de mi psiquis y eso me dio sensibilidad para comprender.
–¿Que sintieras atracción por el arte era también un plus para esa sensibilidad?
–Mi papá era militar pero también un bohemio, el primero que me enseñó música. Nosotros teníamos un abono en el Colón. Me crié escuchando música clásica: Beethoven, Mozart, Händel. También estudié piano y me recibí en el conservatorio. Y era fanática de la lectura. Me tomaba un colectivo en la puerta de casa y me iba a la biblioteca de Devoto: para mí, eso era lo más de lo más. Siempre he sido intelectual y filósofa.
–Seguramente esa educación te permitió ser una mujer resiliente, como vos misma te has definido.
–Cuando tenía 8 años fui abusada por uno de mis abuelos. No hubo penetración, pero sí una larga situación de abuso. Nunca me pregunté por qué me pasó eso. Lo tomé como algo que tuvo que suceder para tener más experiencia en la vida. Claro que soy resiliente y no me puse a odiar a los hombres y pensar que son todos unos monstruos. Tampoco ese hecho torció mi cabeza respecto a mi femineidad…
–¿Quiénes son para vos ejemplo de resiliencia?
–El gay que superó ser rechazado en su propia casa. ¿Sabés lo triste que debe ser eso? Los que han tenido que soportar que les digan que son una vergüenza para la familia, e incluso los han obligado a ser bisexuales. Tengo una conexión sinérgica muy fuerte con ellos. A mí tampoco me gusta atenerme a mandatos culturales ni religiosos, ni paternos o maternos.
–¿Cómo ves este smomento rupturista que atraviesa la sociedad, con un feminismo muy fuerte?
–En algunos casos evolucionamos, pero en otros no sé si es tan verdadero. El argentino es muy careta: hace lo políticamente correcto porque queda bien, pero en el fondo dice "mirá aquél puto o puta". La verdadera revolución no se está haciendo ahora: la hicieron antes las mujeres cuando consiguieron el voto. Esas feministas de aquellos tiempos no eran agresivas, no veían al hombre detrás o adelante, sino al lado. Me gusta el feminismo sin odio ni ira. Ahora hay mucho show off, mucho mostrar para afuera, la necesidad de la batallita exprés.
–Hablemos un poco de tu exitoso presente en la pantalla de América con Incorrectas, un título que calza con tu personalidad.
–Absolutamente perfecto es ese nombre. Lo eligió Liliana Parodi (gerente de Programación de América) y me define plenamente. Siento que la gente nos elige porque es hipnótico mirarnos: me lo dice el público, y también mis amigos. Estoy como en un momento de sabiduría y absoluta verdad. No careteo nada y eso traspasa la pantalla.
–Ayer compartiste escenario con Lizy Tagliani, que también pasa por un momento exitoso en la televisión. ¿Por qué la elige la gente?
–Porque no quiso convertirse en el patito lindo: se identificó con su esencia. Ahora la veo que se va tuneando un poco, pero lo hace por coquetería; es parte de su evolución. Lo genuino es que se trata de una decisión de ella y no impuesta. Esperemos que siga así, y que el personaje no se la coma. Mirá: perdé plata, perdé a un chongo, pero nunca pierdas tu libertad, porque ése es tu eje.
–Volvamos al feminismo actual: ¿qué cosas no te gustan?
–Que se queden en el odio al patriarcado y al machismo. Echarle siempre la culpa al hombre es quitarse responsabilidad. ¿Quién puede decir "nunca me mandé una canita" y ser tan pura? Los seres humanos estamos atravesados por impudicias. Yo soy recontra feminista y evolucionada. Lo de ahora no me parece ni evolución ni revolución. El colectivo de mujeres me da atraso. Hoy la palabra "empoderada" se la refriegan a todo el mundo, pero tienen que ser más ellas. Se deben unir y hacer todas las marchas que quieran, pero siendo verdaderas y libres, pero no hacer las cosas en manada. Eso me da fundamentalismo.
por Marina Correa
Fotos: Juan Alfredo Ponce
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