Sucedió el 2 de agosto de 2010. Corina Fernández llevaba a sus hijas a la escuela Manuela Pedraza, del barrio de Palermo, cuando Javier Weber, su ex marido, la interceptó disfrazado de anciano, con una peluca, un impermeable, un gorro y un bastón, le apoyó un revólver calibre 32 en el pecho y le disparó seis veces. Acertó tres tiros, erró dos y el sexto no salió. Milagrosamente, Corina sobrevivió. Su historia bien podría haber sido una de las miles que conforman las estadísticas de mujeres asesinadas; sin embargo, sentó jurisprudencia. Se trató del primer fallo por "tentativa de femicidio".
IGNORADA POR LA JUSTICIA. Un año antes de ser baleada, Corina Fernández recibió una brutal paliza a manos de Weber, quien la tuvo once horas cautiva en su domicilio mientras le tiraba cuchillazos como un tiro al blanco. Por ese episodio la Justicia lo condenó a un año y seis meses de prisión en suspenso y le puso una restricción de 500 metros. Durante doce meses, Weber violó sistemáticamente esa orden, acosó e intimidó a Corina personalmente o por teléfono. Desesperada, ella llegó a realizar 80 denuncias por amenazas. "Iba al Juzgado tres veces por semana y jamás me pusieron una custodia. Hace diez años no había conciencia social acerca de la violencia de género. Hoy eso cambió, pero la Justicia sigue igual, o peor", afirma desde la sede de Directores Argentinos Cinematográficos (DAC), donde recibe a GENTE junto a Gabriel Arbós, director de No me mates (2016), el film que cuenta la historia de su vida y lleva ese título porque fue eso lo que le dijo a Weber antes de que empezara a dispararle.
En junio de 2015, Corina vio un reportaje que le hicieron a Arbós en televisión y lo contactó vía Facebook. Así surgió No me mates. Cuenta el director: "Lo que más me motivó a encarar este proyecto fue el hecho de que ella estuviera viva. Se trata de una película dura que, a diferencia de lo que pueden llegar a pensar, no está llena de golpes bajos. El objetivo es difundir el problema y prevenir".
–Corina, ¿cómo fue encarar este proyecto? –En el cine, como era de prever, no fue un éxito, porque la gente no elige ir a ver una película donde una mujer sufre. Pero aun así dio un giro inesperado y me empezaron a llamar para proyectarla en distintos lugares del país, como universidades, centros culturales, agrupaciones de mujeres y dar charlas para concientizar acerca de la violencia. –¿Qué es lo que más te preguntan en las charlas post proyección?
–De todo. Sin embargo, me gusta hacer hincapié en la violencia asociada al maltrato infantil, algo de lo que todavía no se habla. En los medios seguimos escuchando hablar de patriarcado, de machismo y de psicópatas irrecuperables a quienes hay que matar. Pero la realidad es que los hombres violentos pueden recuperarse. La violencia no es una enfermedad, sino una conducta aprendida que se puede desaprender.
–Vos sufriste la violencia en carne propia, participaste del rodaje y aparecés en la película. ¿Hubo alguna parte que te haya sensibilizado más al verla?
–Sí, el principio. Arranca mostrando a dos jóvenes en la playa (N. de la R.: Corina y Javier se conocieron mientras vacacionaban en Punta del Este). En ese momento, mientras grababan me saqué un montón de fotos con el mar de fondo, pero cuando llegué al hotel y las miré, me vi vieja. "Me cagué los mejores 20 años de mi vida", pensé.
#BASTADEMATARNOS. En lo que va de 2019, en Argentina hubo 54 femicidios. La cifra se desprende de un relevamiento realizado por el observatorio "Ahora Que Sí Nos Ven", que arroja una cifra aún más alarmante: cada 23 horas matan a una mujer. Lo peor: "El 17 por ciento de ellas había realizado denuncias contra sus agresores y el 15 por ciento tenía medidas de protección dictadas por la Justicia", explica a GENTE Raquel Vivanco, presidenta de la entidad.
–Corina, tu caso sentó jurisprudencia y marcó un precedente. ¿Qué diferencia notás con respecto a diez años atrás?
–La violencia de género existió siempre. Sólo que ahora hay mayor conciencia social que entonces y, también, desde el primer #NiUnaMenos. La Justicia, en cambio, sigue igual o peor. Eso, para los que trabajamos haciendo concientización y prevención, genera mucha frustración. Las herramientas que utilizan, como una perimetral (que cuando el hombre se brota la rompe) o el botón anti-pánico, no sirven. No hay visión de género. Una mujer va al Juzgado y muestra que el ex marido le manda una foto de ella, diciéndole: "Qué lindo que te queda el vestido que llevás puesto hoy". Y le contestan: "Te está halagando, no te está amenazando". Esas cosas pasan. La ley no se cumple y hay una re-victimización permanente.
–¿Qué significó para vos este 8 de marzo?
–Tanto el #8M como el 25 de noviembre (Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer) significa pelear para tener más derechos. Las mujeres nunca lograron cosas sin haber hecho ruido antes.
Por Flor Illbele. Fotos: Alejandro Carra y gentileza de G.A.
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