La sorpresa de sus seguidores de Instagram fue grande: Valentina Bassi (46) posaba junto a una planta de marihuana. El texto era revelador: "Con esta planta hago aceite medicinal para mi hijo. No quiero ser ilegal, me molesta mucho hacer todo a escondidas. Tengo muchas preguntas, no soy médica, necesito y espero con ansiedad estudios científicos q me ayuden a encontrar la dosis y la cepa indicada. Mientras tanto…no puedo esperar".
Semanas más tarde, la actriz –que protagoniza todas las noches La ratonera en el teatro Multi Tabaris– cuenta que su hijo Lisandro (10), que padece de trastornos del sueño, está mucho mejor.
–¿Cómo descubriste que el cannabis era beneficioso para tu hijo?
–Fue un largo camino. A los tres años noté que Lisandro tenía un trastorno en el lenguaje, y empecé a tratarlo. Algunos diagnosticaron autismo, que no es una enfermedad, sino una condición. Nadie sabe por qué surge, ni tiene cura, solo te aconsejan tratarlo para que la persona tenga una mejor calidad de vida. Mi hijo tiene una personalidad muy especial, por momentos enigmática, misteriosa y maravillosa. Se comunica, juega y aprende de forma diferente. A los siete años comenzó a sufrir un trastorno del sueño muy importante. No dormía ni tres horas seguidas, y cuando debía ir a la escuela estaba zombie. Empezó a afectar a toda la familia, y yo no lo quería medicar. Sé que una vez que una persona entra en eso, no tiene fin. Entonces probamos todo… homeopatía, el mejor pediatra, flores de Bach, melatonina, hasta que caímos en un psicofármaco. Luché para no dárselo, pero con eso se estabilizó un poco. A los tres meses tuvieron que aumentarle la dosis y dije: "Basta, hasta acá llegué".
–Entonces…
–Le pregunté a la neuróloga, Natalia Taratuto, por el cannabis, y me aclaró que ella no me lo podía recetar, porque está recontra prohibido y podíamos ir presos. Pero me dijo que atendía a muchas madres que le dan aceite de cannabis a sus hijos que tienen problemas de epilepsia y autismo, y los chicos están mucho mejor. Entonces me contactó con Roxana Chang, una mamá que hace aceite de cannabis para su hijo, y ella fue mi gurú. Me enseñó a cultivar, me dió bibliografía y me empezó a guiar en este mundo.
–¿Qué aprendiste?
–Un montón de cosas. Incluso fui a muchos talleres de Mamá cultiva y de Cultivando conciencia para ver lo que necesitaba mi hijo. Hasta hice un curso para que me enseñen a cuidar las plantas.
–¿Te dio miedo al principio?
–Sí, pero me daba más miedo el psicofármaco que le estaba dando. Sentía que lo estaba drogando. Porque todo remedio puede ser dañino si hay sobredosis. El cannabis es menos dañino que cualquier fármaco, ya que tiene menos tóxicos. No se documentó ni una sola muerte por sobredosis de cannabis, como sí ha pasado con muchos fármacos. Además tiene muchas propiedades médicas comprobadas científicamente, como mejorar la epilepsia refractaria, el dolor crónico, la esclerosis múltiple, la fibromialgia. Lo importante es que se empiecen a romper las barreras de la legalidad y la ilegalidad, para que los científicos trabajen con más libertad. Muchas veces las trabas más grandes las ponen las industrias farmacológicas, porque a las plantas no las pueden patentar y no es negocio para ellos. El bioquímico israelí Raphael Mechoulam lo probó con chicos en quimioterapia, y vio que el cannabis era el mejor placebo que tenían. Después hizo la película "El científico" que habla de las propiedades medicinales del cannabis. La recomiendo.
–¿Probaste el cannabis antes de dárselo?
–Sí, toda la familia y mis amigos lo probamos para saber lo que le estábamos dando a Lisandro. Pero fue erróneo, porque a cada uno le hizo un efecto diferente. A él le daba una gota, y creía que yo tenía que tomar más gotas porque pesaba más. Con el aceite del cannabis hay que empezar siempre con una gota, y cada persona tiene diferentes receptores. Con prueba y error fui encontrando la cepa que Lisandro necesitaba. A mí nadie me va a prohibir seguir cultivando, porque veo que mi hijo está mejor. Algún día le voy a terminar sacando todos los fármacos. Aprendí a trabajar la paciencia y manejar la incertidumbre.
–Mucha gente dice que si empieza consumiendo las gotitas de cánnabis se va a terminar convirtiendo en adicta. ¿Qué hay de cierto?
–Toda droga es veneno si se la consume en altas dosis. Si consumís muchos psicofármacos terminas adicto también. El aceite de cannabis es un medicamento, pero tampoco crea reacciones colaterales y además es natural. Con información deja de ser un miedo.
–¿Qué sucede hoy con la ley que permitiría el uso del cannabis medicinal?
–En septiembre de 2017, el gobierno reglamentó parcialmente la ley de investigación médica y científica de uso medicinal de la planta de cannabis y sus derivados. Había casos reglamentados, como la epilepsia, pero se dejaba afuera a todos los otros casos. Tampoco está aprobado el autocultivo, y hoy te pueden vender aceite de oliva mezclado con pasto. El INTA no está plantando, el Conicet no está estudiando nada, dicen que en Jujuy va haber un lugar de plantación de cannabis para poder estudiar y después poder exportar para los países que son legales, pero me gustaría que se informe más sobre el tema. Sé que en Rosario los científicos pidieron un permiso y se los negaron. Me gustaría que el autocultivo sea legal y que haya dispensarios, para quienes no les gusta la jardinería o no pueden cultivar. Con el uso medicinal del cannabis mejora la calidad de vida de mucha gente.
–¿Y cómo está Lisandro ahora?
–Lo que logré con el cannabis fue disminuirle el medicamento que toma a la dosis mínima. Con Lisandro hacemos una terapia complementaria, y así logramos estabilizarnos todos. Lisandro puede dormir, y yo pude volver a trabajar con más felicidad.
Por Pablo Procopio
Fotos: Julio Ruiz y Diego Soldini
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