Darío Barassi (35) acaba de volver de vacaciones con su mujer, la psicóloga Lucía Gómez Centurión (34), con quien el 28 de febrero cumple cuatro años de casado. Su agenda ya está colmada de compromisos –reuniones, ensayos–, porque en los próximos días estrena, junto a Verónica Llinás, Carcajada salvaje en el Multitabaris Comafi. Sin embargo, al hablar con GENTE, prefiere arrancar hablando de otra cosa…
Sí, le gusta comenzar recordando que nació en San Juan, un 5 de noviembre de 1983 a las 20.02: "Pesé 5,900 kilos, pero no llamé la atención porque mis hermanos fueron iguales. Para mí la gordura nunca fue un tema. Las personas que me atacan por eso creo que son muy chatas. Hice mucha terapia… Soy muy seguro de mí mismo y es difícil bastardearme por mi físico. Esas cosas no me molestan", cuenta Darío, y agrega:
"Soy un personaje atípico, pero tengo una historia bastante típica: crecí rodeado de mi familia, a mis amigos los conocí en primer grado y es con los que hoy me sigo viendo. En la primaria quería ser abanderado, pero fui sexto escolta. Y el día que pude llevar la bandera no me entraba la cuja, y me la metí en el bolsillo con tal de llevarla".
–¿Cuándo llega el teatro a tu vida?
–Creo que la actuación siempre estuvo en mí. En casa insistía en que quería hacer teatro, pero ellos son muy conservadores: primero la escuela, después el deporte, inglés, francés, y por último las actividades artísticas. Por eso, cuando era chico esperaba los cumpleaños y Navidad para cantar temas de Juan Luis Guerra y Clericó con Cola, e imitar a los miembros de mi familia.
–¿Desde cuándo estudiaste teatro?
–Recién en quinto año me dejaron anotarme para estudiar teatro en el Instituto Alemán, donde había veintisiete mujeres y dos hombres. Para la muestra final hicimos Modelo de madre para recortar y armar: me pidieron que me pusiera lolas, peluca e interpretara a la protagonista. Ese día fueron a verme mis abuelos, mi vieja… Les encantó, pero querían que igual siguiera la Universidad.
–¿Por qué elegiste Derecho?
–Creo que porque mi viejo era abogado. Además, en mi familia decidían todo mi hermano mayor, mi abuelo materno y mi mamá. Incluso mi mujer me conoció siendo un doctor gordo, tradicional y pajuerano, cuando empecé a trabajar en la tele. Fue un terremoto para los dos. Tanto, que en ese momento cortamos.
–¿Cortaron?
–Pero a los nueve meses volvimos. Entonces le comenté: "Soy el mismo, pero esto que se despertó es por donde va mi vocación. Es lo que quiero hacer". Ella me re bancó, y juntos compartimos un proceso espectacular. Mi título no sé dónde lo metí. Me casé hace cuatro años con la mejor. Me acompaña en todas y también se ocupa de resguardar nuestra intimidad generando escapadas, o diciéndome: "Gordo, al entrar a casa sacate el modo Barassi de encima". La admiro.
–Tu mujer sabe cómo sacarte del modo Barassi…
–Me ayuda un montón a poner los pies en la tierra. Con ella puedo ser lúdico, divertido, sano en el humor, dinámico y genuino, porque nos conocemos desde hace diez años. Es de San Juan, como yo. Al principio fuimos amigos y tuve que remar para conquistarla, pero sabía que iba a ser mi mujer. Es psicóloga y tiene una empresa que se llama Aprentia, que acompaña al niño a nivel pedagógico, en la familia y en la escuela.
–¿Siempre llamaste la atención?
–Puede ser que al principio sí, pero por suerte nunca fui un gordo bol… A todo lo que hice le puse mi impronta y contenido. Ahora estoy en el proceso de deconstruir quién soy por ser gordo. Porque eso a veces también es una mochila. Agradezco que todos los personajes que me dan ya no estén marcados por mi físico. No quiero hacer de gordo nabo o tímido. Como actor me siento capacitado para contar algo más.
–¿Qué te dijo Fernán Mirás cuando te llamó para trabajar?
–Me dijo que quería correrme de cómo la gente ve a Barassi… Bajé diez kilos para ese papel. Me gustan los personajes que me generan un desafío. Ahora estoy tomando clases de inglés. Leo obras de Shakespeare y Oscar Wilde que me vuelan la cabeza. Quiero hacer un clásico.
–¿Seguís alguna dieta?
–No, amo comer. Para mí todo es comida, pero no soy un gordo sedentario, sino uno muy activo: entreno, intento correr seis kilómetros todos los días, juego al tenis una vez por semana, voy a nadar…
–Me decías que te gusta vestir bien.
–Es difícil encontrar talle de toda la ropa que me gusta, pero quiero estar canchero. Soy muy fashionista, siempre estoy cuidando mi look y debo confesarte que me molesta no encontrar talle. En algún momento me involucré mucho con la ley de peso, porque no me podía comprar ropa en cualquier lugar ya que todo es slim fit. Pero no dejé de vestir bien: siempre me las rebusqué con marcas amigas; si no, iba al Once, me compraba remeras y las mandaba a estampar.
–¿Cómo creás a los personajes que te tocan?
–Soy muy observador, pero el baño es uno de los lugares donde mi inspiración fluye: voy a probar voces, comportamientos, a buscar a los personajes. La gente puede pensar que vivo descompuesto, pero me encierro porque me parece un lugar espectacular e íntimo. El espejo me sirve para mirarme cuando digo los textos. Ahora estoy aprendiendo mucho con Verónica Llinás. Estamos en el proceso de la pasada de letra. En Semana Santa voy a estar haciendo Aladín y Carcajada salvaje, con dos personajes opuestos a los que les pongo mi alma, mi cabeza y mi cuerpo.
–¿Cómo te llega Carcajada salvaje?
–Justo en el momento en que decidí tener un 2019 dedicado a la actuación. El año pasado le dije a Germán Paoloski que iba a dejar NET (Fox), porque quería hacer más teatro. Fue un año intenso con NET, Simona y Aladín: mi mujer me bancó a pleno. Teníamos organizado un viaje a España, y dos días antes de irme me ofrecen hacer la obra. Acepté sin dudarlo: fue un éxito en Nueva York y España. Es una comedia desquiciada.
–¿Te gustaría ser papá?
–Sí. Siento que está muy cerca: con mi mujer tenemos muchas ganas. Hasta fantaseamos nombres. Yo soy muy obsesivo y tan controlador que ya pensé dónde lo vamos a educar, cómo lo vamos a alimentar… Pero creo que mi hijo me va a romper todas las estructuras.
Por Pablo Procopio.
Fotos Fabián Uset.
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