De mujeres importantes va la cosa y Felipe Pigna (59) rescata a aquellas que hacen a su propia historia. "Mi madre, que tuvo una infancia difícil, con un padre ausente y una mamá represora que no la dejaba estudiar teatro. Se llamaba Hernilde Artesiano. Me inculcó la lectura y la música. Y a los 75 años, en los diez últimos de su vida, se dio el lujo de hacer teatro en la compañía del San Martín", revela el historiador. También destaca a sus hermanas y a su hija, Frida. "Tenemos grandes conversaciones. Es una mujer con inquietudes solidarias y poco prejuicio. Me da esperanzas. Tiene sólo nueve años".
En su casa de Caballito, el escritor explica qué lo llevó a su última obra, Mujeres insolentes 2. "Elegí mujeres de distintas procedencias, pero con la misma valentía y convicción. En el primer libro recorrí desde la conquista de América al comienzos del siglo XX. Ahora sumé a aquellas que habían quedado en el tintero. Mujeres a las que les costó ser lo que quisieron ser, como Niní Marshall (1903-1996) o Tita Merello (1904-2004)", detalla Pigna.
–¿Con cuáles dirías que la historia no fue justa?
–Con Melchora Lemos (1691-1741), la primera empresaria argentina. Una viñatera emprendedora, que en el siglo XVII pudo sostener el negocio con honestidad, cuando las mujeres no podían testar, comprar ni vender. Eran menores de edad en términos jurídicos. O Agustina Rosas (1816-1898), la mamá de Juan Manuel, a quien intentan estafar en una venta de caballos y ella los entrega degollados para demostrar fortaleza.
–¿Hubo discriminación también?
–Sí, por ejemplo con María Remedios del Valle (1766-1847), una afrodescendiente y esclava que entra al ejército de Manuel Belgrano y participa de las batallas de Salta, Tucumán y el Exodo Jujeño. Como tantos otros guerreros de la Independencia, termina en la miseria. El general Viamonte hace que se la recuerde como heroína, pero en los años 80' del siglo XIX, cuando se reescribe la historia, se la borra en pos de un país blanco. Ahora, varias escuelas llevan su nombre.
–Así como a Agustina Rosas, en el libro encontramos a varias mujeres que desde su rol de esposa, madre e hija tuvieron importancia en nuestra historia.
–La madre de Sarmiento, Paula Albarracín (1774-1861), tiene una gran influencia sobre él y me la reservé para un próximo tomo. Es notable, considerando que en aquella época la mujer era un ser sospechado.
–¿En qué sentido?
–Por ser depositaria de su deseo. Lo podía llevar por el mal camino. Mariquita Sánchez de Thompson (1786-1868) también es admirable. Trascendió por cantar el himno y recibir en su casa, pero es la primera mujer que se casó con quien ella eligió, y con sólo 17 años. En esa época, a la mujer se le asignaba el marido y el matrimonio era una alianza. A Martín Thompson lo mandan a España, pero ella insiste hasta que el virrey Sobremonte permite la boda.
–Una apasionada, como Felicitas Guerrero (1846-1872)…
–También la tengo reservada. Desafió valores básicos de la sociedad. Por eso son insolentes. Aun hoy, una mujer con muchos amores es una prostituta. Y un hombre, un crack. Si una mujer llega a un puesto alto, "con alguien se habrá acostado".
–Victoria Ocampo fue clave en la lucha feminista, ¿no?
–Victoria Ocampo (1890-1979) creó la Unión Argentina de Mujeres y fue la primera en tener registro de conducir. Además, fiel a sus sentimientos, se flechó con quien sería el amor de su vida durante la luna de miel… ¡y no era su esposo! Según la Ley de Matrimonio Civil de 1886, para denunciar infidelidad femenina bastaba con la denuncia del marido. En cambio, para la masculina había que demostrar que se había ido a vivir con la amante a la casa marital. En 1926, durante la presidencia de Alvear, la mujer avanza en cuestiones como la infidelidad y obtiene la patria potestad compartida, y el derecho de heredar, testar y tener un comercio. Con el golpe del '30 los quieren anular, pero Victoria se opone y gana.
–¿Otra intelectual a considerar?
–Muchas, por ejemplo, Cecilia Grierson (1859-1934), una maestra rural que decide ser médica después de que se le muere una amiga. Es la primera en entrar a la Facultad de Medicina. Cuando le toman el primer examen, en el acta ponen: "Conste que estoy evaluando a un ser inferior". Le niegan ejercer la cirugía, a pesar de que se había graduado con excelentes calificaciones.
–¿Silvina Ocampo podría ser considerada la precursora del poliamor?
–Totalmente. Ella gozaba de una libertad absoluta y su compañero la seguía. Tenían una pareja abierta. Y se sabía, aunque no hacían gala de ello.
–¿Eva Perón (1919-1952) fue feminista?
–No. Pero con sus proyectos sociales Evita logró mucho para la mujer. El voto femenino se concreta con ella, aunque es producto de una lucha de 50 años. El voto femenino es un logro grande de mujeres perseverantes, como Julieta Lanteri (1873-1932), una italiana que se nacionaliza argentina y es la primera mujer en América en emitir el voto en 1911. La Ley Sáenz Peña establecía que el voto es secreto, universal… y masculino. Vaya contradicción: ¡universal y masculino! Se usaba el padrón militar. Entonces, Julieta pide entrar al servicio militar y no se lo permiten. La apoyan hombres del Partido Socialista, como Alfredo Palacios y Mario Bravo.
–Hoy cuesta creer aquella resistencia al voto femenino…
–Cualquier hombre de bien querría derechos para las mujeres. Desde 1911 se presentaron en el Congreso proyectos de ley para lograrlo. Hay uno que el Senado rechaza en 1932 porque Pancho Uriburu –tío del dictador– decía que "la mujer no estaba preparada por Dios para votar. Había sido castigada por el período menstrual y podría no estar disponible el día de la elección". Fue así hasta que, finalmente, se aprobó en 1947.
–Como conocedor de la historia, ¿llegará el día en que no haga falta la lucha feminista?
–No creo… El poder machista está muy arraigado, aunque se ha avanzado mucho. Es un error gravísimo creer que la mujer es más buena que el hombre sólo por serlo. La historia tuvo mujeres malísimas. ¿O cómo puede ser que una mujer no pueda competir con un hombre en campeonatos de ajedrez? Las tres grandes religiones han sido y son muy misóginas. Se le reservó a la mujer la crianza de los hijos y se le quitó al hombre ese placer. Algo que en estos últimos veinte años está cambiando.
Por Ana van Gelderen.
Fotos: Alejandro Carra
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