Sentado en su silla de ruedas, fray Antonio Puigjané ve pasar los días por la ventana de su habitación del primer piso del convento de Nuestra Señora del Rosario, del barrio porteño de Pompeya. Desde allí puede contemplar el patio interno del edificio. Su cuarto pertenece al sector de la enfermería, que comparte con otros tres miembros de la congregación de Franciscanos Capuchinos: Pablo, Jorge y Lorenzo. Allí los cuidan amorosamente cuatro enfermeras, que se van rotando.
Tiene una cama, un placard, una mesita, retratos familiares (una foto de su madre, María Elena Fernández, otra con sus hermanos María Luisa, Susana, Teresita y Raúl, alguno del Che Guevara), y una tele donde mira programas de cocina y Pasapalabra. De vez en cuando, cuando lo visita el Padre Luis, le pone fútbol. Puigjané es de Independiente. De política no mira, aunque a veces viene gente de visita y le llevan documentales donde aparece. Sí le gusta escuchar las canciones de Silvio Rodríguez y aquellas que hablan del Che Guevara.
A los 90 años (nació el 13 de junio de 1928 en Córdoba) habla muy poco, pero oye y ve muy bien. Tiene sus achaques, claro: es hipertenso, tiene problemas renales, úlceras de cúbito y en sus piernas, y su abdomen suele hincharse, secuela de una operación de pólipos. El 6 de enero lo llevaron a la clínica San Camilo, donde le practicaron un chequeo de rutina y le sacaron sangre, porque tiene tendencia a las infecciones urinarias.
Su rutina es simple: a las ocho menos cuarto le abren las cortinas, lo asean, le dan su medicación y desayuna. A las doce y cuarto, el almuerzo: albóndigas de pollo, pechuga, sopa de verduras. Cuentan que siempre le pide a la cocinera que le ponga queso a todo. Durante el día come cuatro o cinco galletitas con queso crema y mermelada. Y cena a las ocho. Toma agua y jugos, aunque éstos mucho no le gustan.
A los 10 años, Puigjané ya quería ser sacerdote. Cuando se ordenó se internó en las villas de Mar del Plata, luego trabajó junto al obispo Angelelli en Anillaco, La Rioja, hasta el golpe militar y más tarde en la Villa Itatí de Quilmes. Posteriormente ingresó en el Movimiento Todos por la Patria.
Y en enero del '89, el quiebre.
Después del copamiento de La Tablada, la Justicia lo condenó a 20 años de prisión. En su acusación, los fiscales Raúl Plee, Pablo Quiroga y Santiago Pablo Bermúdez lo señalaron junto con Roberto Felicetti como "el mayor exponente de la asociación ilícita investigada".
Y que tuvo una "actuación destacada en la planificación y ejecución concreta de los sucesos ocurridos el día 23 de enero".
Dicen: "El sábado 21 de enero de 1989, Juan Antonio Puigjané, conforme había acordado previamente con Provenzano (NdR: Francisco, hoy desaparecido tras rendirse en La Tablada), se presentó entre las 17:00 y las 18:00 horas en el domicilio de la familia Veiga, donde recogió a Claudio Omar, con quien se retiró aludiendo concurrir a una manifestación. Igual procedimiento realizó a continuación con Ricardo Alberto Veiga –que trabajaba en esos momentos en la reparación de una heladera–; alegó regresar rápidamente. Ambos Veiga fueron concentrados en la quinta de Graham Bell 2780, de Moreno". De allí se sabe que partieron rumbo al copamiento.
Condenado a 20 años de prisión, al cumplir los 70 años al religioso se le concedió el arresto domiciliario, que se efectivizó en un convento del barrio de Coghlan, hasta que finalmente fue indultado.
Siempre negó su participación en los hechos de La Tablada. En una entrevista que circula en YouTube, señala sobre su actuación en el MTP y el rol de Gorriarán Merlo: "Me invitaron a escribir allí (en la revista 'Entre Todos') y lo hice muy a gusto. Me fui enganchando con ellos y ayudé a que se fuera formando un grupo de gente con ideales revolucionarios, pero muy cristianos y seriamente comprometidos. En ese grupo se fue sumando cada vez más gente, y en Nicaragua se sumó Enrique Gorriarán Merlo, que se había comprometido a no volver a la lucha armada. Y se convirtió en una figura muy atrayente para los jóvenes: tenía pasta para eso. Por eso, el hecho lamentable de La Tablada no fue hecho por el MTP, sino por Gorriarán Merlo… Fue cosa de él. El tramó el copamiento del cuartel, que llevó a la muerte a tantos jóvenes, y a los demás a la cárcel".
Tiempo antes le preguntaron en el diario Página/12:
–¿Usted sabía lo que ocurriría?
–No. No sabía nada, porque los muchachos no quisieron mezclarme en un asunto que yo no apoyaría de ninguna manera.
–¿Cómo describiría al MTP, al que usted pertenecía?
–Como un movimiento político que había descartado la vía violenta, la lucha armada, pero que pretendía hacer un cambio revolucionario a partir de la participación de todos.
por Hugo Martin
fotos: Facebook y Archivo Atlántida
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