Juan Carlos Murillo contempla el Obelisco desde su oficina. Nació en Costa Rica –"y a mucha honra", se encargará de puntualizar–, lleva 27 años trabajando para ACNUR (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados) y acaba de asumir como representante regional.
Graduado en la Facultad de Derecho de la Universidad de su país, es abogado y notario público. En diciembre fue designado por ACNUR para cubrir la temática de refugiados en Argentina, Bolivia, Chile, Paraguay y Uruguay. Un tema que, a la luz de los sucesos que día a día conocemos, nunca pierde actualidad.
Ocurre en todo el planeta, desde siempre (la ONU estima en 30 millones la cifra global de refugiados y más de la mitad son niños) y actualmente nos sacude aquí cerca. Y duele… "Siento este nombramiento como una gran oportunidad para consolidar el espacio humanitario en el Cono Sur. En un contexto regional difícil, donde existen sentimientos encontrados entre los países y las sociedades con respecto a lo que debería ser una posición frente a los temas de refugiados e inmigrantes", afirma Murillo.
"Tenemos que reconocer que los nuevos refugiados son refugiados latinoamericanos, y que debemos construir nuevos mecanismos para que haya más generosidad, más solidaridad… Que la región honre su tradición de brindar protección al perseguido, particularmente en un contexto donde un creciente número de personas abandona sus países por temas de violencia –El Salvador, Honduras, Guatemala–, llegando a México y los Estados Unidos. Pero también está la situación de Nicaragua y, por supuesto, la que más nos preocupa, Venezuela: más de tres millones de personas han emigrado de ese país a partir de 2014", cuenta el representante de ACNUR.
Murillo se encarga de resaltar "la generosidad de aquellos que reciben refugiados", y el caso de Argentina, especialmente. "Es sumamente positivo y generoso que más de 130 mil venezolanos hayan obtenido una radicación legal a través de la residencia", señala.
–Es muy grave la situación en la frontera entre México y los Estados Unidos.
–Es muy dramática en términos de visibilidad, pero los números son manejables. Estamos hablando de decenas de miles de personas si unimos los distintos movimientos de las caravanas, pero la cifra es más pequeña si la comparamos con la problemática venezolana. En el caso de Centroamérica involucra el tema de familias que exponen a sus niños a la travesía. Hay personas que muchas veces terminan siendo víctimas de la trata.
–Lamentablemente, en medio de la recepción amigable, también emergen algunas manifestaciones de racismo. ¿Cómo podemos evitarlas?
–Es muy importante que creemos mayor concientización del hecho de que se trata de personas de la región, de latinoamericanos, y que tradicionalmente hemos sido sumamente hospitalarios. Y que son personas que hoy están en necesidad, pero que igualmente pueden aportar a las comunidades que les den acogida. Que destaquemos qué tipo de contribuciones pueden hacer. Recientemente realizamos un concierto en Buenos Aires, donde mostramos el talento de los artistas venezolanos trabajando junto con músicos argentinos, paraguayos, colombianos… A través de esto, la gente puede entender lo que aportan y cuál es el drama humanitario que viven.
–Algunos jefes de Estado, sinceramente, no ayudan.
–Tenemos que pensar en puentes que unan a la gente y nos ayuden a entender que, en un mundo globalizado, la región puede crecer y favorecerse de un enfoque más inclusivo y solidario. Y recordar: "Hoy por ti, mañana por mí".
–¿Qué situaciones sufre un refugiado?
–Cuando hablamos de una persona refugiada, hablamos de una persona extranjera que ha tenido que abandonar su país porque su vida se ha vuelto insoportable. Particularmente porque no se respetan sus creencias religiosas, sus opiniones políticas, a qué grupo cultural pertenece, o el hecho de que no puede ejercer su oficio o profesión. Sufre un temor fundado de persecución –es decir, que la vida se vuelve intolerable–, en tanto no puede desarrollar un proyecto de vida porque afecta su raza, nacionalidad, religión, opinión política (que puede tenerla o no, pero se le imputa)… O es discriminado por su orientación sexual o identidad de género. También puede ser refugiado a raíz de las condiciones imperantes en su país, ya sea de violaciones de derechos humanos, violencia generalizada. La situación que tenemos en la región es sumamente dramática
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–¿Qué países se pueden tomar como ejemplo del buen trato a los refugiados?
–En el caso de Europa, ciertamente la visión que ha tenido la señora (Angela) Merkel al frente de Alemania, de dar una respuesta solidaria a un creciente número de refugiados, ha lanzado un mensaje fuerte, contundente, positivo, a los demás países de la Unión Europea. En el caso de las Américas tenemos muchos ejemplos muy positivos, como Canadá. Y en América latina, Argentina se destaca en ese sentido. El gran reto es preservar ese espacio humanitario. Y que los cambios que puedan estar dándose en la región no afecten las políticas de Estado con respecto a la protección de refugiados. Que la región continúe siendo un espacio de protección para todos aquellos que la necesiten.
Por Eduardo Bejuk
Fotos: Matías Campaya y AFP.
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