"Venite a casa que te espero con café y con Madonna. Estamos solas hasta las cuatro", me escribió por Whatsapp Mariana Genesio Peña. Y al poco tiempo estábamos sentadas en el patio del PH palermitano que comparte con su pareja desde hace diez años y marido desde hace cuatro, el guionista Nicolás Giacobone (43).
Larry ladrándome hasta que se hizo amigo y se dejó acariciar, con un café Nespresso recién servido y endulzado, Bedtime stories sonando y con una lata de frutos secos que nos comimos hasta la mitad.
Una hora después pasamos a un whisky Blue Label, con el que brindamos por esta nota, "una celebración a la libertad" que imaginamos una noche no tan lejana. Una charla al desnudo y "desgrabada sin make up": los prejuicios, la relación con su cuerpo, la intimidad con su pareja, "el vuelco derechoso" que está atravesando el mundo y los papeles trillados que le ofrecen por su identidad, por lo que resalta: "Mi militancia es porque me den un papel que no sea de prostituta o de chica trans".
–¿Cómo sentís que nuestra sociedad se comporta con las minorías? ¿Las acepta o no le queda otra?
–Cada vez que vuelvo a Buenos Aires me siento muy orgullosa. Hay mucho por hacer y mucho retrógrado tratando de ocupar bancas y gente que las está ocupando y dice barbaridades, pero hay una cosa muy cálida en la gente. Y vamos a un ejemplo frívolo y banal, si querés, el otro día, en la tapa de los Personajes del Año había cuatro personas trans que las pusieron no por eso, si no porque se destacaron en su trabajo y se las respeta por eso.
–Es difícil hacerse un lugar en el medio para cualquier persona trans.
–Sí, falta un trecho todavía. Recién este año vengo agarrando roles en teatro que cuentan historias independientemente de un conflicto trans. Y me encantaría verlo en la televisión y en el cine. Me encanta ver historias trans en la televisión porque la gente aún necesita educarse en el tema, pero me parecería mucho más revolucionario ver una ficción en la que, no te digo la protagonista, pero una mujer trans tiene vínculos como cualquier otra persona pero que su conflicto como trans no sea el tema principal. Esa es mi lucha como actriz, mi militancia.
–¿Y cómo ves con respecto a eso que decís, a la televisión argentina?
–Y está 100 días para enamorarse con Maite Lanata, que además está maravillosamente actuado, y abrió muchas cabezas. Pero me gustaría ver más programas.
–Muchos se preguntaban por qué el papel de Maite no lo personificaba un varón trans.
–Es verdad, podría haberlo hecho un hombre o una mujer trans. Si vamos a medir las cosas por el lado de que los actores encarnamos personas que no somos, me pregunto por qué no se le da el papel de una mujer a una persona trans. Por ahí soy muy ambiciosa, pero este último tiempo empecé a pedir que me dejen audicionar para el papel de Susana Giménez, tanto en la serie de Monzón como en la que se viene dedicada a ella. Y yo no sé si los productores se animarían. Tal vez después de esta nota lo logramos. Cate Blanchett personificó a Bob Dylan y nadie dice si es hétero, trans o lo que sea, es una actriz.
–¿Y los productores qué te responden cuando te ofrecés para esos papeles?
–Nadie se hace cargo. Me responden: "Serías una muy buena Susana. Pero no sé si la gente que va a poner la plata aceptaría".
–¿Cómo fue sumarte a El Marginal, como parte del pabellón trans de la serie?
–Sí, eso habla de una generosidad de la producción. En un comienzo se buscaban chicas trans para ser extra y estar de fondo, pero como conocía a gente de la producción les pedí por favor que me dejen estar. Me decían que sólo iba a ser de extra. Creo que lo pensaron y armaron el pabellón trans, que era una especie de peluquería, y le empezaron a dar un poco de más notoriedad. No pensé que iba a tener tanta repercusión. Estaba pautado que estuviéramos en un episodio y terminamos en cuatro. Yo casi no tenía letra, el personaje no tenía nombre; te llegaba el libreto y decía "travesti uno", "travestidos…". Pero nos dejaban meter bocadillos, hablábamos con el director y Sebastián (Ortega) se acercó y nos hizo sentir muy cómodos a nosotres, les protagonistas de la escena. Después cuando me empezaron a reconocer en la calle me daba mucha vergüenza.
–¿Por qué?
–Y porque yo casi no tenía texto. Pero es una serie tan vista que alcanza a todo el mundo. El otro día en Bariloche, adonde fui a un festival de cine, me gritaban "la chica de El marginal".
–Recordemos nuestros encuentros anteriores. Cuando nos conocimos e hicimos la primera nota te costaba decir que eras trans. Por aquel entonces trascendiste como la mujer del guionista ganador del Oscar –por Birdman, de Alejandro González Iñárritu–y me pedías por favor que no lo pusiera.
–Ay, me acuerdo bien y me tendrías que haber odiado, qué pesada. Pasó que fue una situación muy incómoda que no sabía cómo manejar. Nicolás ganó su Oscar y los medios enseguida pusieron el foco en mí. Querían destacar que qué bien que una mujer trans estuviera al lado de un hombre exitoso y en una pareja estable. Pero estaba en la disyuntiva, que se me abrían posibilidades en mi carrera pero a la vez se conocía un detalle de la vida privada de Nico. Me hacés reír, porque te decía, "no digas que soy trans, no quiero hablar de Nico y de mi relación"…¿de qué quería que hablaras? (Risas)
–Más que nada te pregunto porque tres años después, hoy no sólo estás orgullosa si no que sos militante.
–Lo hice porque yo no estaba sola y no era el momento.
–¿Sentías que lo eclipsabas habiendo ganado un Oscar?
–No sé, no era correcto. Me daba miedo que quedara como algo oportunista, por eso si hice notas fue con cuidado y con miedo. Hoy me siento más segura, porque hice el camino largo. Trabajé mucho en Estados Unidos y acá, y desde abajo, mucho en teatro independiente. Hoy si me preguntás por mi transexualidad me siento respaldada por mi trabajo atrás, porque no me interesa mi carrera en mi militancia o por haber estado en la red carpet con Mick Jagger. En ese momento me movía con la mirada de Nico, de su familia, del medio…
–¿Te sentías presionada por algo que te había pedido Nicolás?
–No, yo sola me puse esa presión, para nada. Era la primera vez que salía a los medios en un lugar de pareja y me daba un poco de pudor. Cuando pasó eso, la gente se enteraba de la relación. Hoy me siento más tranquila porque me siento muy cómoda en mi mundo de actriz. Eso es algo que ya no me quita nadie. No quiero ser cursi pero me siento muy plena, como mujer, como persona, como trans.
–¿Y cómo te acompañó Nico como actriz? ¿Te aconsejó, te alentó…?
–El siempre fue muy crudo. Cuando yo estaba frustrada con mi carrera siempre me dijo, "tenés que entender que estás diez años adelantada. No podés pretender que un guionista refleje la vida de una chica trans como la tuya". Y eso me enojaba. Entonces por eso hago todo lo posible por cambiarlo.
–¿Otras chicas trans te piden consejos?
–No puedo dar ningún consejo, pero lo único que puedo decirles es que se construyan desde lo que les gusta hacer, desde su vocación, más que como trans. Viste que muchas salen corriendo a ponerse tetas, a hacerse el cuerpo, y está muy bien, pero primero está lo que querés ser. Hay muchas que no terminan el colegio porque son echadas de sus casas, se tienen que escapar de los pueblos y terminan en la calle fácilmente porque es el primer acceso a plata, y a veces hasta a afecto. La mejor herramienta es la educación. Hay que matarse en serio estudiando, después la femineidad se va a acomodando sola, eso viene después.
–Hablando de los tiempos, ¿alguna vez sentiste la necesidad o inquietud por operarte para cambiar de sexo?
–No, la verdad que no fue un problema para mí y finalmente me amigué con mi pito. Estoy plena con mi cuerpo tal como es.
–Volviendo diez años atrás, ¿cómo recordás el comienzo de tu relación con Nicolás, con su encuentro azaroso en La giralda?
–Yo vivía en ese edificio, arriba. Tipo un loco. Rodete y sin maquillaje. Esa noche tenía entradas para ver a Fernando Peña, y no nos separamos más.
–¿Son de festejar los aniversarios o de hacerse regalos?
–No, somos románticos pero no del modo convencional. El primer regalo que me hizo, que aún lo tengo, fue un video en el que con su guitarra me cantó a capella Express yourself. Y ahí me mató. Yo lo conquistaba mucho con la comida, le preparaba baños de espuma con velas, masajes y servicio completo. Me encanta ponerme geisha.
–¿Te gusta mandarle videítos por Whatsapp?
–Sí. La otra vez pasamos como tres semanas sin vernos, yo en Brasil y él en Estados Unidos. Encima a mí me tocaron días de lluvia y estaba un poquito angustiada, así que cuando salió el sol me tomé todo y le hice un videíto desnuda desde el hotel, tipo selfie, mostrándome y se mató de risa. Me dijo: "Ahora te voy a extorsionar porque si no lo envío a los medios".
Por Karina Noriega. Fotos: Chris Beliera.
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