A las dos de la tarde, el Negro Alejandro Dolina nos recibe sonriente en su casa de Núñez. El living está repleto de libros y también hay un piano de cola. El arte aparece por todos lados. También hay más de un guiño a lo popular. Están Perón y Evita. Del respaldo de una silla cuelga la camiseta 10 de Boca. El azul es bien oscuro, profundo. Y el amarillo, intenso. Se la ve elegante. Tanto que lleva el 10 de Román y está firmada por el propio Riquelme.
"A mí me caen en gracia los tipos que juegan bien y Román ha sido mi debilidad", le dice el creador de La venganza será terrible a Beto Casella, el otro invitado a conversar sobre la final de la Copa Libertadores entre River y Boca, que se juega este sábado.
El conductor de Bendita, por su lado, llegó con una flamante casaca de la banda roja, que también lleva la firma de varios históricos de este River multicampeón. Gallina por herencia, Beto cuenta que su papá llegó de Italia siendo hincha de la Juventus.
"Acá, mi viejo no tenía equipo. El que me hizo del Millo fue mi hermano, doce años mayor, que me llevaba a la cancha", recuerda. Entonces Dolina arranca con la dinámica de su programa de la medianoche: "O sea que no hay elección, como dicen. De alguna manera, sos hincha desde la cuna, porque te lo imponen. Yo soy de Boca, y seguramente no tenía mucha alternativa, porque en casa eran todos xeneizes". Y la charla ya arrancó.
¿Por qué se sufre tanto? "Capaz que el argentino es muy original para la cargada y encuentra la forma de lastimar", tira Beto.
Enseguida refuta el Negro: "¡No! Una vez que encontrás a un gil que se calienta, no necesitas originalidad. ¡Te lo hace muy fácil!". ¿El pálpito para el sábado? "Yo tengo uno fulero. Me gustaría haber ido a definir dos a dos a la cancha de Boca. River tiene muchos mano a mano ganados y tipos muy picantes. Pero ojo, Boca no necesita jugar tan bien para anotar", arranca el Negro.
Y ahí va el veredicto de Beto: "Es un partido de 180 minutos, final abierto. En un River-Boca no se puede palpitar nada. Después, va a jugar un poquito el c… Hay que ver si a Gallardo le aguanta un partido más esa porción de suerte. Define la Copa más con la suerte que con lo que pueda pasar futbolísticamente".
–¿Cómo analizan el fervor que se vive por esta súper final entre Boca y River? ¿Esa locura es una virtud o un defecto?
Dolina: A mí me parece que la pasión está sobrevaluada. Pasión es padecimiento, tiene un significado negativo. La pasión de Cristo no es que Cristo era hincha de Boca, ¡es el padecimiento de Cristo! Cuando los antiguos decían que el amor era una pasión, hablaban de una obnubilación. Así que yo no sé si quiero ser la pasión, los huevos… Quién sabe, si yo hubiera tenido que elegir, a lo mejor sería hincha de River.
Casella: A mí nunca me gustó el apoderamiento de la pasión y de la garra del hincha de Boca. No por River, sino que me pongo a pensar: si sólo Boca es la pasión, ¿qué queda para un hincha de Racing, que es un apasionado totalmente insensato?
–¿No será que esto del amor exacerbado por el fútbol es una forma de no perder la inocencia y nos deja seguir creyendo?
C: Nosotros escuchamos las charlas de Angelici con Mitjans, del Tribunal de Disciplina, pidiéndole que no le sancione a dos jugadores antes de un partido importante con Vélez… ¡Es el colmo del disparate! Es como ver detrás del telón. Sin embargo, el domingo vas a la cancha y volvés a creer en la pureza de todo.
D: Un tipo que se llamaba Samuel Taylor Coleridge decía que para apreciar el arte había que suspender la incredulidad: él llamaba a eso fe poética. Entonces, creés que el tipo que está disfrazado en el escenario es el príncipe de Dinamarca… Y en el fútbol esa fe poética es necesaria: por un rato tenés que creerte que la vida va a mejorar si gana River o si gana Boca. Y que en cierto modo los rivales son los enemigos…
–"¿Qué sería de un club sin el hincha? Una bolsa vacía", reflexiona Discépolo en su famosa película, El hincha, de 1951.
C: Ricardo Iorio dice que ese monólogo es el emblema de la estupidez del varón. En la ficción, el tipo está de novio con Diana Maggi y la está postergando… "El fútbol está primero porque es la pasión, el equipo, los colores…", dice. Muchos ven esos dichos con otros ojos.
D: Yo creo que el propio Discépolo lo veía con otra cara. No es el tono de un sabio con el que lo hace: es un tipo que está totalmente enajenado, con los ojos desorbitados, sacralizando banalidades. Discépolo no creía en nada: mirá que se iba a matar por un cuadro de fútbol…
–¿Por qué se habla más de lo que va a sufrir el que pierda que de los méritos del campeón?
D: En este partido, el sufrimiento de un Boca-River normal se multiplicó por diez. Me angustia pensar que la mitad de la población va a estar tan triste. Sinceramente, yo no jugaría esta final: repartiría. Como técnico o futbolista querría jugar cualquier partido menos éste.
C: Ni los de River ni los de Boca querían jugarlo. El que te diga lo contrario miente. Cuando se planteó esta nueva estructura, donde dos equipos argentinos podían enfrentarse en la final, D'Onofrio y Angelici deberían haberse plantado: "No podemos permitirlo".
–Algunos decían que el resultado hasta podría influir en las encuestas…
D: ¿De qué manera? ¿Si gana Boca puede ayudar a la reelección de Macri? ¡Entonces que gane River! ¡Ja, ja!
C: Yo me pregunto si no habrá algún K furioso hincha de Boca que hasta prefiera que gane River para que Macri sufra un contratiempo, pase una mala tarde…
–Se dijo hasta el hartazgo "Este Superclásico es único" o "En ningún lugar se vive de esta manera". ¿Es tan así?
D: En cada partido hay una instancia ulterior que te puede salvar. Pero acá te da la sensación de que no hay revancha.
C: Si le llevaban a Stephen King la historia de esta final de Copa Libertadores, habría dicho: "Esto es demasiado". Yo he visto partidos en otros lugares del mundo y sí, esto es único. Creo que hacen falta intelectuales que nos enseñen a perder.
–¿Si River ganara, en los libros de Historia el descenso quedaría minimizado?
D: "Lo que pasó, pasó", decía Aristóteles: ni los dioses pueden cambiarlo. Este partido sigue escribiendo la historia, pero nada va a borrar lo que ya ocurrió.
C: El otro día, un periodista bruto le pregunta al Pájaro Caniggia: "¿Una victoria de River en la final borra la mancha del descenso?". El periodista no puede cargar al hincha diciendo "la mancha". Un barrabrava sí. Caniggia le dice inocentemente que la estadística ya está… Pero el título de la nota es: "La mancha del descenso no se borra nunca más". Caniggia es víctima de una emboscada y se gana que lo puteen por diez años.
–El periodismo al nivel del hincha…
C: Si te descuidás, hoy es más violento el periodismo deportivo que los barrabravas. Entiendo que tienen que hablar 17 horas, pero no le buscan la vuelta de cómo hacerlo y meten a otros en quilombos.
–¿A vos qué te pasó con el descenso de River, Alejandro?
D: Yo no quería que ocurriera. Sentía una especie de conmiseración por mis amigos. Aquel día veía a los jugadores que me caían en gracia, que son los que juegan bien, y me dolía la situación, por ellos. Después, cuando vienen y te cargan, decís: "¡Menos mal que descendieron!". Pero no puede pasar de ahí.
–¿Cómo se cambia ese mandato popular donde el que pierda va a ser un fracasado y no el que llegó a la súper final?
D: A ver si les gusta esta idea: el tipo que encuentra la máxima felicidad de su vida en el triunfo de su club está un poco loco, pero también es un poquitín desgraciado. Entonces, la mejor manera no es convencerlo de que River o Boca no es tanto, sino darle una vida donde pueda desarrollarse y que tenga otras alegrías, que incluso lo hagan mejor persona.
C: Pensaba lo mismo. El hincha tiene una vida pobre, vamos a decirlo. Coincidamos en esto: alguien que sea el Discepolín de la película no es demasiado feliz. Tampoco tenés que ser Borges, pero no está bueno depositar toda tu felicidad en el resultado de un partido.
–Para terminar: ¿cómo se desdramatiza la final?
C: Yo no encuentro forma. Si vos me decís que van a poner un plan para hacerlo de acá a diez años, capaz que se puede ir trabajando. Pero hoy no te puedo dar tres líneas; sería sobreactuar. La única forma es suspenderla.
D: Pero hay tres líneas en las que coincidimos: tener una vida mejor podría ayudar. Ojo, en el fútbol tiene que haber un poco de encono –el famoso folklore–, pero sólo debe durar los 90 minutos.
Por Julián Zocchi
Fotos: Julio Ruiz
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