Cuenta Daniel Pipi Piazzolla que el mítico estudio de grabación de Abbey Road –el que albergó a Los Beatles y decenas de grandes artistas– tiene un aroma especial. Y no sólo desde lo metafórico, por el gigantesco peso de su prestigio. "Es un olor a lustrador de pisos añejo, muy característico… Te juro que después de grabar entré tres o cuatro veces más, sólo para sentirlo. En realidad, no nos queríamos ir más de ahí. Fue una experiencia maravillosa, de las más gratificantes en estos casi veinte años de Escalandrum", afirma el baterista, risueño de su propia anécdota.
De esa aventura en Londres nació Estudio 2, el undécimo disco de este grupo de jazz que no para de hacer historia: ganador del premio Gardel de Oro en 2012, supo tocar en Birdland (emblemático club jazzero de Nueva York), en el festival de Montreal y en medio mundo más; ahora sumó un nuevo mojón. Nada menos que este álbum grabado íntegramente en Abbey Road, una apuesta que rindió sus frutos: Escalandrum firmó contrato con Warner Music, el disco se editó también en formato vinilo (un lujo) y se presentó en una colmada Gran Sala de la Ciudad Cultural Konex.
"Que Buenos Aires haya estado empapelada con la portada de Estudio 2 para su lanzamiento nos parecía mentira, porque todo lo hicimos con mucho esfuerzo desde el principio", afirma Pipi, mientras asienten Mariano Sívori (contrabajo), Gustavo Musso (saxo soprano y alto), Damián Fogiel (saxo tenor), Martín Pantyrer (clarinete bajo) y Nicolás Guerschberg (piano).
–El esfuerzo valió la pena, Pipi.
–Estoy enloquecido, feliz. Es algo que visualizo hace veinte años, una fantasía de joven. Todavía me cuesta creer que sea cierto. Arrancamos de cero en serio, tocando en una casa de fotocopias.
–¿Cómo es eso?
–¡Nadie me daba una fecha para tocar! Así que fui a un negocio de Libertador y Udaondo, me dieron el okey y arrancamos ahí, en 1999. Mientras tocábamos, se escuchaba el sonido de la fotocopiadora.
–¿Frente a cuánta gente?
–Nadie. Nosotros hemos tocado para dos personas, eh. Cerramos un festival de heavy metal en Morón… de todo. Pero nunca paramos.
–¿Cómo nació Escalandrum?
Piazzolla: En la casa de mis viejos, durante una celebración de Año Nuevo. Estábamos Damián, Nico y yo. En esa época todos trabajábamos como sesionistas, cada uno por su lado, y nos juntábamos prácticamente todos los días en un bar de Plaza Serrano. Había una amistad fuerte, y también gran afinidad musical. Nico había estado en Portugal, trajo un vino, brindamos y lo sellamos. Al mes y medio ya estábamos tocando en la casa de fotocopias. Arrancamos con un estilo medio "eléctrico", haciendo latin jazz, y en 2001 –con el segundo disco, Estados alterados, y la formación completa– empezamos a mirar un poco para adentro, a mezclar nuestros ritmos… En medio de la crisis, cuando todo el mundo se estaba yendo del país, nosotros queríamos aguantar la parada como fuera.
–Uno podría pensar que por ser nieto de Astor, las puertas se te abrían de par en par…
–Te explico lo que pasa con mi apellido: todos quieren que toque el bandoneón, que cante tangos o toque mientras hay quince parejas de baile. Y eso no va a suceder. Me han llamado de compañías de tango y yo nunca agarré viaje. Podría estar por el mundo haciendo ese tipo de trabajo, pero no me interesa. Me gusta hacer músicas nuevas, mejorar en lo personal como instrumentista… Ese es nuestro camino.
Guerschberg: Poder estar veinte años haciendo lo que realmente sentimos y nos gusta es muy valorable. Nunca tuvimos que disfrazarnos de nada. Y todo cuesta más.
Pantyrer: No es habitual, tampoco, que haya un grupo que lleve dos décadas de trabajo ininterrumpido.
–¿Y cómo se dio lo de Abbey Road?
Piazzolla: Estábamos de gira por Brasil y, en un aeropuerto nuestro mánager, Horacio (Sarria), nos dijo: "¡El próximo disco lo vamos a grabar a Londres, a los Estudios Abbey Road!". Nosotros nos lo quedamos mirando. "Ajá, sí, qué fácil…". El es fanático de los Beatles, encima. Y no sé cómo hizo, pero se fijó que en una gira –la que hicimos con Elena Roger– estábamos bastante cerca de Londres, reservó el Estudio 2 y ahí grabamos. Fue impresionante. Nosotros, que ya estamos grandes, no fuimos con demasiadas expectativas porque a veces te das contra la pared… Y no, fue algo soñado.
–¿En todo sentido?
–Sí, sí. No sólo por la historia. En lo técnico es imbatible. Todo sonaba perfecto, te trataban muy bien, te sentías como en casa… Hacer una grabación y convivir con el grupo lo hace especial, porque es como estar concentrados para jugar una final. Estuvimos dos días grabando. En el primero, ya tuvimos listo el disco… Fue una apuesta porque pusimos el dinero, nos la jugamos. Y encima después llegó Warner, que ayuda a que esto se sepa. Salió redonditos.
–Ustedes han recorrido mucho camino y, sin dudarlo, a este disco lo consideran el gran hito.
Piazzolla: Ya ganar el Gardel de Oro fue único, porque competíamos con estrellas de rock como Babasónicos y Miranda!. Y de recorrer, sí, pensá que tocamos en China (cerca del Tibet), Israel, Sudáfrica, Mozambique,
Estonia, Polonia, Noruega, además de toda América latina y las capitales clásicas de Europa…
Sívori: Hay imágenes que nos quedaron fijadas. Cuando terminamos de grabar, fuimos al bar del Estudio, felices de la vida, como para celebrarlo. Y creo que todos lo recordamos como uno de los momentos cumbre de estas dos décadas.
–¿Cómo influye la atmósfera de un lugar así?
Piazzolla: Si estás preparado, la pasás bien. Si no, la presión de la historia te puede pasar por arriba. Y nosotros disfrutamos de cada minuto.
Por Eduardo Bejuk.
Fotos: Diego Soldini, Horacio Sarria y archivo Atlántida
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