Viernes 12 de octubre, Tango Porteño, 21 horas. Guillote cumple 70 años y, claro, hay fiesta. "Están todos los que tienen que estar", asegura. ¿Quienes? Arranquemos por los Buenos Muchachos: Coco Basile, Bambino Veira, Beto Casella… También Carlos Bianchi y los amigos de La Logia, que llegan disfrazados como los atracadores de La Casa de Papel.
Obviamente, show es lo que sobra. Tocaron Los Totora. Cantan Cacho Castaña y Palito Ortega: "La gente delira con esos dos monstruos arriba del escenario". Y también cantan sus hijas Natalia (42), Bárbara (31), Camila (19) y Elisabetta (10), con su mujer Corina a la cabeza. Le dedican un tema de Carol Sevilla. Además, no falta La Batucada Bostera.
Cerca de la medianoche, Guille golpea las campanas de El Cielo, como lo hacía en los 90, y el DJ Alejandro Massey arranca con lo suyo. Es una fiesta como las que Coppola vivía a los 30, cuando era uno de los reyes de la noche.
Una de las visitas mira la pista desde su mesa y pasa desapercibido –como lo hizo durante décadas–, como si fuera un vecino cualquiera. ¿Quién es? Nada menos que el ex agente secreto de la SIDE Jaime Stiuso. ¿Se sacará una foto en la cabina de Ba Booth junto a su mujer, Cecilia? "Jaime es uno de los papás del colegio y nuestras hijas son mejores amigas. Ellos se fueron, volvieron y las chicas siguieron manteniendo la amistad. Lo veo en las fiestas del colegio, en las de Fin de Año. Es un tipo bárbaro; no tengo nada que decir de él. Su esposa Cecilia también es una fenómena. Para mí es un hombre normal; no me provoca ningún enigma su figura. A esta altura de la vida no me preocupo por nada. A alguno puede no gustarle, pero a la gente hay que conocerla, y Stiuso conmigo es un tipo bárbaro", explica sin rodeos Guillermo Coppola.
Ya pasaron dos días del gran festejo y ahora, lunes a las seis de la tarde, Guillote repasa los highlights de la noche, mientras saborea un café doble cortado en la esquina de Libertador y Oro. Lo acompañan su mujer, Corina, y su hija menor, Elisabetta, que lo escuchan mientras recorre esa vida de vértigo que es como si hubiera vivido 70 vidas en 70 años. "Estuve mano a mano con Fidel, me le animé a Sofía Loren y la tiroteé a Catherine Deneuve en el Jimmy'z de Montecarlo. Cené en castillos, pero también estuve preso en Dolores y Caseros", repasa algunas de sus vivencias, dignas de ser contadas. "El libro ya lo hicimos", recuerda Guille sus memorias, con aquella legendaria portada donde aparece fumando abajo del agua. Entonces falta la biopic. "Una productora me propuso filmar una serie de mi vida para Netflix", sigue el Cappabianca, como lo llamaban en Nápoles cuando asomaba sus rulos canosos en el estadio San Paolo.
–¿Cómo te agarran los 70? ¿Cambiaron mucho los días y las noches?
–Antes me acostaba a la hora que hoy me levanto. Ahora arranco tipo 6.15. Al ratito se levanta Cori para llevar a la nena al cole y yo me monto en la cinta de caminar. Evito las salidas entre semana, a no ser que tenga un compromiso de amigos o alguna noche que salimos con Corina. Por ahí, después de la cena se me ocurre ir a tomar un trago a Tequila. Son cosas que sigo haciendo. Pero hay otras que dejé. Ya no vivo con ese vértigo.
–Siempre se te relacionó con la noche.
–En un momento me decían "el hombre de la noche". Yo me defino como un hombre de la vida, que sabe que nadie es perfecto. Cada uno elige cómo vivir…
–Vos siempre pusiste a los amigos a la altura de la familia.
–Es que son dos pilares que están ahí (pone las dos manos a la par). Acá todos saben que es así: los míos lo saben (la mira a su mujer) y nadie se ofende. La vida que yo tuve por Diego no la podrían comprar Mark Zuckerberg ni el dueño de Amazon. Entonces, con Diego estoy agradecidísimo.
–¿Seguís esperando el llamado de Maradona cada año?
–Y, sí… ¿Por qué no lo voy a aceptar? Yo viví del '85 al '90 seis años inolvidables con Diego. Le compito al que quiera. Dos campeonatos con el Nápoli, una Copa UEFA, una Copa Italia, un campeonato del mundo y un subcampeonato. Seis años en la cresta de la ola.
–¿Por qué lo decís?
–Porque muchas veces se señaló a Coppola como el gen de todos los males. Y después, un segundo período donde vinieron hechos fuertes: Punta del Este, el jarrón… Pero nos mantuvimos unidos. Fue todo maravilloso hasta que recibí el golpe más fuerte, cuando Diego dijo: "Me robó la plata de mis hijas". Pero yo a él lo conocía así, blanco o negro. Por eso, nunca quise cambiarlo.
–¿Lo más duro fue la cárcel?
–Sí. Un día me avisó el policía del barrio que estaba el ex juez (Bernasconi), que yo no lo nombro porque debe tener familia… Pero ya no me pasa nada. Terminó profugado. Se fue a Brasil, a vivir en un convento, y después lo detuvieron. El secretario preso, los policías presos, yo libre de culpa y cargo.
–¿Es muy diferente a El Marginal?
–¡Es lo mismo! Dormís con un ojo abierto. El infierno. Yo estaba acostumbrado a la limpieza, enceraba la celda, y venía el jefe del penal y me la embarraba. Había unos que trepaban por los caños –les decían los pitufos– y te querían pinchar con jeringas con sida. Yo venía del palacio en Montecarlo, hasta que un día dijeron: "Lo trasladan a la Unidad 6". Le pregunto al boga: "¿De qué hablan?". Me contesta: "De Dolores". Se me cayeron las medias. Por eso ahora veo a los empresarios que cantan como monaguillos: no es para cualquiera caer ahí.
–Sufriste, pero también te divertiste.
–Mucho. Yo venía de Nápoles, una provincia tranquila, y cuando llegaba a Buenos Aires le metía cinco días seguidos. Entiendo que di un poco de comer: New York City, minas voluminosas. Pero tenía 30 años y la posibilidad de salir, divertirme. Eran cinco días seguidos de locura… Pero bueno, por eso no podés ir preso. Y me tocó: 97 días que fueron como diez años. No se lo deseo a nadie.
–Por ahí, si hubieras conocido entonces a Stiuso, te avisaba que te estaban por hacer una cama.
–¡Ja, ja! Y por ahí sí. Pero yo no hablo de temas de trabajo con él; es un tipo agradable. Un día nos juntamos en un café por un tema personal y nos grabaron la conversación. Una cosa de locos.
–Una de las sorpresas que te dio la vida fue el día que te llamaron y te dijeron que tenías una hija.
–Siempre volviendo de Nápoles. Llego y me llaman de una asociación de madres de hijos no reconocidos. Yo pensé que era una joda de Tinelli. Agarré al boga y nos fuimos a la dirección: Rivadavia al 10.000. Entonces, viene una señora con una nenita en brazos y, cuando le vi esto (se toca el mentón) dije: "Esta es mía". Y sí, el ADN dijo lo que ya sabía. Camila, divina… El sábado tenía un vestido blanco, hermoso.
–Guille, si tuvieras que ponerle un título a tus 70 años, ¿qué dirías?
–Que viví una vida maravillosa, inigualable. Con lo bueno y lo malo. De joven tuve la enfermedad de la infidelidad, pero con Cori cambió todo. ¡Mirá el festejo que me organizó! Tengo cuatro hijas hermosas, el 25 por ciento de mi corazón es de cada una de ellas. Hice todo lo que quería y lo sigo haciendo. ¿Qué más puedo pedir?
Por Julián Zocchi.
Fotos : Alejandro Carra, Enrique García Medina, Hobby y Movilpress.
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